Con su pocas veces discutido prestigio de hombre sensato y cabal,
Pedro Solbes está resultando para algunos ministros un tope y un freno permanente. ¿Más inversiones y mayor gasto en vivienda? No es posible. ¿Atenciones bucodentales? No son posibles. ¿Más dinero para las infraestructuras catalanas? ¿Y de dónde lo sacamos? ¿Aplicación de un mayor Impuesto sobre Bienes Inmuebles para las viviendas vacías de Sevilla? ¿Con qué argumento y en base a qué?.
Pedro Solbes aparece como la gran dificultad a sortear por todos cuantos, en esta fase ya electoral, pretenden salvar su gestión recurriendo a nuevas promesas y compromisos que proporcionen a los ciudadanos más servicios y atenciones por parte de la Administración, o sea, de los propios contribuyentes. Y ese es el problema que todos entienden: a Solbes se le ha encargado la gestión de los Presupuestos Generales del Estado, de los que las transferencias a las comunidades autónomas han ido restando dineros y dineros.
La última de tales transferencias han sido los compromisos que contiene el Estatuto catalán, semivigente por causa de la demora del Tribunal Constitucional en su aceptación o rechazo. Pero a cuenta de ese estatuto ya percibe la Generalitat de Cataluña determinados dineros para las deficientes infraestructuras de la Comunidad. Estos días, y con ocasión de las celebraciones de la Diada, hemos podido comprobar que la sensación de victimismo de los catalanes no se frena ni disminuye, ni siquiera con esos compromisos complementarios. Pedro Solbes se lleva muy bien con su correspondiente del Govern de la Generalitat, Castells, persona razonable que sabe hasta dónde es legítimo pedir y obtener.
Es posible que algunos miembros del Gobierno sean menos razonables a la hora de sus exigencias. Acaban de llegar al Gobierno los nuevos titulares de Sanidad y Vivienda, Bernat Soria y Carme Chacón, y ambos quieren lograr, de inmediato, mayores cuotas de poder económico, como si a estas alturas se pudiera echar mano de partidas no empleadas y disponibles para cualquier nueva necesidad de nueva creación: La salud bucodental gratuita para los niños y jóvenes, y mayores ayudas al acceso a la vivienda, o ayudas a cada recién nacido, todas son ideas estupendas, pero que antes de ser debatidas y aprobadas precisan el visto bueno del titular de Hacienda, que dirá a sus colegas de gobierno lo que han dicho todos sus antecesores en el cargo: "Esa promesa está muy bien. Pero dígame usted de qué partida sacamos ese dinero, a qué otro Ministerio le desaremos de ese dinero de más que usted reclama".
Un argumento que suelen entender incluso los más reacios y convencidos de la maravillosa iniciativa que se les ha ocurrido para elevar el nivel de satisfacción de los ciudadamos o para lograr las atenciones de nuevos votantes. Por todo lo cual, podemos hallarnos a unos minutos del momento en el que el titular de Economía y Hacienda suele llegue al temido momento en el que arroje la cartera y proclame: No puedo más. No aguanto más.