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¡Vaya muermo!

lunes 06 de noviembre de 2006, 11:40h

En un mes como mucho todo dará ya igual. El molt honorable president se ocupará de formar su gabinete y ya nadie se acordará del mensaje del 1-N: a la gente le sale ya por la orejas el debate político. Se pondrá en marcha el único pacto en el que están dispuestos a firmar todas las fuerzas políticas, el del gran olvido: cuatro año por delante para gobernar o para hacer oposición y ya hablaremos de cómo motivar a los electores con el equipo de campaña cuando toque volver a pedir el voto en el 2010. Entretanto, los políticos a lo suyo y la gente pasando.

Pero lo cierto es que estos políticos aburren como seguramente aburrimos también muchos periodistas, si no todos, cuando día tras día, erre que erre, contamos lo que da de sí este debate continuo que cada vez interesa a menos personas, socios del mismo club cada vez más reducido y cerrado: políticos-periodistas-militantes próximos si no pegados a los aparatos de los partidos. Nos retroalimentamos. Eso sí, cada cuatro años cuesta Dios y ayuda sacar al personal de su casa para ir a votar por mucho que Artur Mas se vaya al notario, Montilla se transfigure en una merendilla, Saura pida un voto para follarse a la derecha, Carod le perdone la vida a España en cada mitin o Rivera se quite los underwear. Esta vez casi uno de cada dos electores han decidido pasar de políticos y de política de puro muermo.

Ante ese bajísimo 56,77 de participación los partidos políticos se han limitado a admitir la posibilidad de haber errado en algo pero la reflexión les ha durado exactamente los 20 o 30 segundos que han tardado sus líderes en responder a la pregunta del periodista de turno sobre las razones del desencanto. Lo que importa es si se gobierna o se va sólidamente a la oposición y eso se puede hacer así vote el electorado en pleno o pase por las urnas solo uno de cada diez personas incluidas en el censo: la regla d´Hont se ocupa de distribuir los escaños en cuanto tenga unos centenares de papeletas en las urnas. Un poco más y nos vamos a encontrar haciendo realidad la parábola que describe magistralmente José Saramago en su novela “Ensayo sobre la lucidez”, esa ciudad imaginaria en la que triunfa la abstención en unas elecciones municipales y todo se para. No estamos tan lejos tampoco de acercarnos al final de esa pesadilla: los mecanismo del poder se ponen en marcha para buscar culpables, reales o imaginarios,a tamaña insurrección popular. Aquellos políticos de la ficción del premio Nobel no parecen tan lejanos en su ceguera a los nuestros que no admiten, como no lo hacían aquellos, el hartazgo y el desencanto de la población.

Apenas unas horas después de que cada uno recibiera su correspondiente batacazo en las urnas, en mayor o menor medida, la respuesta ha sido unánime evidencia la misma inconsciencia acrítica: Mas dice sentirse feliz de haber ganado las elecciones de “largo” pero no ha logrado votos para gobernar; Pepiño Blanco se alegra porque los socialistas sean –dice- imprescindibles para gobernar Cataluña pero en vez de ganar las elecciones han perdido 5 escaños: Ángel Acebes asegura que el PP está satisfecho porque el gran perdedor es Zapatero pero ellos pintan aún menos en Cataluña que antes del 1N, son irrelevantes tanto para formar gobierno como para articular una oposición; Josep Lluis Carod reclama el puesto de conseller en cap en el nuevo gobierno catalán pero es exactamente 130.200 votos y un escaño menos fuerte que antes de las elecciones...Así no de va a desatar entusiasmo alguno por unos políticos que parecen encerrados en si mismos como niños caprichosos que patalean porque siempre quieren llevar la razón.

Han sido tres largos años con el Estatut abriendo las portadas de los periódicos y los informativos de todos los medios audiovisuales, convirtiendo la política catalana en el centro de todos los avatares y aventuras de la política nacional. El mayor logro de tanta atención informativa ha sido el hartazgo absoluto de todo el país y a lo que se ve, tras esa exigua participación del 56,77 por 100 en las elecciones, el aburrimiento total en la misma Cataluña. ¡Vaya muermo!

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