Era una ruptura anunciada. Todos sabían que su matrimonio estaba roto desde hace mucho tiempo e intuían que su reconciliación obedecía más a un interés electoral que a una decisión personal de intentarlo de nuevo. Ahora se ha hecho oficial que Cecilia y Nicolas Sarkozy se divorcian de mutuo acuerdo, dando por finalizado sus once años de matrimonio. Al fin y al cabo ella ya ha cumplido con su misión de ayudarlo a conquistar el Elíseo y con el poder en la mano las repercusiones de la ruptura serán más fáciles de digerir han debido pensar...
Hoy pensaba escribir del video de la Z... de Zapatero, pero como ese asunto dará para mucho, me ha llamado la atención la importancia mediática internacional que se le ha dado al tema de Sarko y ex señora. Lo único importante de esa noticia es que Francia -que ha tenido presidentes viudos y jefes de Estado polígamos al estilo de Francois Mitterrand- va a tener ahora por primera vez en su historia un líder divorciado. ¿Y qué? Pues nada, que ya no habrá que buscar excusa alguna para justificar las ausencias de su ex esposa en los actos oficiales y nos será mucho más fácil de entender por qué no votó a su marido en las presidenciales francesas. Supongo que si su matrimonio estaba roto y no confiaba en su esposo como pareja, mucho menos lo haría para poner en sus manos los designios de su nación.
Sin embargo el asunto pone el dedo en la llaga sobre la hipocresía que rodea a la clase política y cómo lo privado se entremezcla, en ocasiones, de forma absurda con lo público. No hay que irse al país vecino para ver cómo decisiones personales de carácter privado ponen en tela de juicio la idoneidad de un hombre o una mujer para ocupar un cargo publico, como si se temiera ver reflejados en ellos a personas normales y corrientes como todos los mortales. Cuando José María Aznar decidió eliminar a Rato de la carrera de sucesión uno de los factores que se barajó es que Rodrigo Rato se encontraba en pleno proceso de separación de su esposa y que no era conveniente que un candidato de la derecha se presentara a unas elecciones como "separado". Nunca sabremos qué hubiera pasado si, finalmente en las ultimas elecciones hubiera sido Rato el designado como candidato de su partido a la Moncloa, pero yo estoy segura de que -en contra de lo que opinaban los asesores áulicos y los sociólogos de cabecera de Moncloa y Génova- su estado civil no le habría ni dado ni quitado un solo voto.
Si de muestra vale un botón, Alfonso Guerra, siendo vicepresidente del Gobierno, mantuvo una relación fuera del matrimonio con otra mujer con la que tuvo una hija y eso no mermó ni un ápice su credibilidad, ni influyó negativamente en los resultados electorales de su partido y una cosa similar ocurrió con Francisco Álvarez Cascos que no se cortó un pelo en celebrar su segundo matrimonio, con una jovencita, por todo lo alto.
Al final todo se traduce en una cuestión de hipocresía. Son muchos, muchísimos los políticos españoles que mantienen relaciones fuera de su matrimonio y aunque se sabe, nadie les señala con el dedo acusador por su adulterio. ¡Faltaría más! Sin embargo, todos los partidos, sin excepción, prefieren como candidatos a personas cuyo perfil sea aparentemente irreprochable como si el hecho de estar separado o divorciado fuera una mancha en su impoluto expediente. ¿Por qué pasa esto si en nuestra sociedad es rara la familia que no tiene entre sus miembros a algún divorciado o alguien que haya pasado una crisis matrimonial? Pues simplemente porque las leyes cambian pero los estereotipos permanecen y eso de "lavar los trapos sucios en casa" sigue siendo una pesada carga, para evitar el qué dirán.
A los políticos se les debe exigir que sean honrados, que cumplan sus promesas electorales, que no defrauden a quines confiaron en ellos, incluso que sean buenas personas, pero lo que hagan en su vida personal es cosa de ellos. Usar un doble rasero en este tema solo sirve para alejarlos del común de los mortales, como si fueran seres excepcionales y no lo son. Véase el caso Sarkozy que ha tenido de todo: traición, falsedad, adulterio... Menudo culebrón.