www.diariocritico.com
Let's call the whole thing off

Let's call the whole thing off

miércoles 19 de septiembre de 2012, 07:54h
 
Lo cierto es que he buscado la breve carta del rey, y pocas veces he estado más de acuerdo con algo. El segundo párrafo se centra en la necesidad de unidad en tiempos difíciles. El tercero en los valores deseables, entre los que yo destacaría el sacrificio de los intereses particulares a los generales. Creo que estas dos ideas-eje son las que han desatado las críticas de los nacionalistas periféricos. Incluso de alguien tan moderado como Duran i Lleida porque no reconoce la "diversidad" entre los catalanes y el resto de peninsulares, reconocimiento necesario, según el político de CiU, para que "todo el mundo" se sienta respetado y tratado justamente. Esa debe ser la clave del "agravio" secular del que se sienten víctimas los catalanes.

Admiro la cultura catalana, muchos de sus escritores o editores, su gastronomía o su arquitectura, y cuando he residido en tierras donde se utiliza esa lengua he procurado aprenderla y hablarla, y no sólo en la intimidad. Pero los catalanes me parecen, en líneas generales, idénticos a los demás habitantes de la Península Ibérica. Y me disculpo de antemano con quienes considerarán que ser catalogados como idénticos a los aragoneses, valencianos, castellanos o murcianos es un agravio o insulto. Pero pensemos que nuestro genoma tiene unos 30.000 genes, tirando por lo bajo. Y sólo unos 300 son los responsables de nuestras diferencias con las ratas. ¿Cómo no va a ser mucho más lo que nos une que lo que nos separa a todos los seres humanos? Y si esos seres humanos viven en la misma Península, y comparten siglos de historia común nuestras diferencias son como las expresadas en esa canción inolvidable de Gershwin cantada con voz cazallera por Louis Amstrong ¿Recuerdan? Entre otras cosas dice "You like potato, and I like potahto. You like tomato, and I like tomahto, let's call the whole thing off" Así es como se llama esta canción, "Let's call the whole thing off", es decir, acabemos de una vez con todo, porque nuestras diferencias son irreconciliables; "You like pijamas and I like pyjahmas" Búsquenla porque la letra no tiene desperdicio, y podría convertirse en el himno del agravio sufrido por los catalanes al no ver reconocida su diferencia. Porque dicen "bananas" y no "banahnahs".

Porque si el "trato justo" no tiene que ver con eso, y sí con pagar menos impuestos deberían dar gracias por estar en España y no en Francia.

¿Recuerdan? El presidente francés, Hollande, en campaña, prometió un impuesto del 75% para las rentas superiores al millón de euros, y ahora ha desempolvado esa promesa. Quiere imponer unos impuestos más altos a los que más tienen. Unas seis mil grandes fortunas francesas habrían establecido su residencia fiscal en Bélgica y Suiza, y en Londres vive más de un cuarto de millón de ciudadanos franceses, muchos atraídos por sus bajos impuestos. Se calcula entre 700 y 800 el número de franceses que abandona el país, cada año, por motivos fiscales. El fenómeno de la deslocalización física de las grandes fortunas francesas ha saltado a las páginas de actualidad por el caso de Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia y presidente del grupo de empresas del lujo LVMH, que ha solicitado la nacionalidad belga.

El pecado de la avaricia es tan antiguo como la propiedad privada, pero tiene pocos precedentes la obscena desvergüenza contemporánea con la que se sostiene el supuesto derecho de los más ricos a hurtarse de la solidaridad con sus conciudadanos menos afortunados. ¿Podrían esos potentados haber heredado, o amasado, sus millones sin las leyes que defienden la propiedad y la herencia, el estado de derecho y el mercado en el que han nacido y desarrollado sus actividades profesionales? Un país como Francia ha puesto a su disposición una mano de obra disciplinada y bien preparada. Y una población con una capacidad de consumo suficiente para suponer un mercado en el que vender, año tras año, los productos de lujo de LVMH.

Pero ahora, a Bernard Arnault, como a miles de adinerados compatriotas suyos, les parece que la balanza fiscal está descompensada; pagan demasiado por lo que reciben. Así que haciendo uso de su real soberanía, se autodeterminan y se largan. Para justificarse seguro que Arnault puede alegar algún agravio, como el calificativo de "idiota" que le ha endilgado el diario Liberation. Y si no, siempre podrá sentirse agraviado; seguro que no le tratan como él se merece, con un pacto fiscal a su medida.

Estas huidas en busca de mejores entornos fiscales suelen criticarse desde posiciones ideológicas, llamémoslas de "izquierdas". Pero personas que no dudan en situarse, ideológicamente, en lo que prefieren llamar "progresismo", aplauden la insolidaridad fiscal camuflada con las rayas y los colores del nacionalismo. Será por eso que la única manera de reducir el déficit es recortar gastos y no, como dicta el sentido común y el "modelo social" mencionado por el rey en su discurso, aumentando los ingresos con más impuestos para los que más tienen; resulta que esos se declaran independientes y se van. Con la nariz bien alta y agraviados. Molt agraviats. Let's call the whole thing off.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
4 comentarios