jueves 07 de marzo de 2013, 07:52h
Cuando
contemplo la actividad de nuestra casta política recuerdo una
película aterradora de los años sesenta. Un fenómeno inexplicable,
que no se desvela en el metraje, probablemente un accidente nuclear
cercano, reactiva el cerebro de los fallecidos. Los harapientos
cadáveres, animados por una fuerza exterior, se levantan de sus
túmulos y se pasean por los campos de una pequeña localidad del
medio oeste americano. Persiguen a los vivos con hambre atrasada y
cuando atrapan a uno de ellos se lo comen a bocados. La negrura de la
noche acentúa el dramatismo de la historia. Visioné esta obrita
maestra en una de la sesiones matinales organizadas por el cine Rex,
una más de las innumerables salas cerradas en Madrid. Pasé
muchísimo miedo, tantos sobresaltos encadenados que los amigos de la
época tuvieron que reconfortarme a la salida. Con el paso de los
años, demasiados ya, la "Noche de los muertos vivientes"
dirigida por George A. Romero ha envejecido mucho, pero sigue siendo
una cinta mítica. Los protagonistas de aquel terrible cuento se
parecen demasiado a nuestro políticos.
Un escape de
corrupción e ineptitud parece provocar los mismos efectos en nuestro
país. Mariano Rajoy se ha refugiado en la Moncloa acompañándose de
sus mejores escoltas: Dolores de Cospedal, Carlos Floriano y Esteban
Pons. Si yo fuera él, no me fiaría demasiado de tal guarnición,
cada día más acobardada y confundida. Alguien ha ordenado que se
protejan puertas y ventanas con gruesos tablones de madera
claveteados a los marcos y así se ha hecho. Fuera del fuerte, en las
inmediaciones, se mueven torpemente los espantajos de carne animada.
Patizambos, con los brazos caídos y pegados al cuerpo, los ojos y la
boca muy abiertos, gimotean lamentos sobrecogedores. Encabeza la
partida un zombi que se parece a Bárcenas y, escondiéndose detrás,
se percibe a varios antiguos alcaldes y concejales, a Correa y sus
amigos, a cierto presidente autonómico y algunos personajes más que
no terminan de identificar. Suena el teléfono: malas noticias. Otro
grupo, dirigido por un joven autómata descompuesto, se encamina a la
Zarzuela.
El acoso se
redobla en la calle Ferraz. Han blindado el inmueble donde vivió y
murió Pablo Iglesias, pero los mutantes resucitados rodean el lugar.
Todavía se puede reconocer a muchos de ellos. Allí están antiguos
ministros de Zapatero, altos cargos andaluces y gallegos
absolutamente corrompidos, regidores trincones, socialistas catalanes
insolidarios y una multitud de dirigentes derrotados. Rubalcaba y
los suyos parecen abandonados a su suerte. La situación en Cataluña
es insostenible. Escondidos en su torres separatistas y envueltos en
su bandera estelada, los señores Mas, Durán i Lleida, Junqueras y
Navarro apenas pueden defenderse ya de tantos monstruos propios
sorprendidos con las manos en la masa y las mochilas repletas de
billetes.
Intentaron
enterrarles a conciencia, pero han vuelto a la vida y ahora están a
punto de devorarles. Rememorando algunas escenas de aquel filme
tenebroso, me pregunto ahora si no serán muertos vivientes los que
aparentan estar vivos y una panda de vivos los que parecen muertos
vivientes.