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Encuentro de escritores

Encuentro de escritores

martes 30 de octubre de 2007, 03:55h
Hay momentos que resultan inolvidables. Por la calidez, el afecto, la buena disposición. Y la generosidad. Luego hablamos del talento, de los distintos niveles, del análisis que corre el albur de ser tedioso o integrar parte de una luminosa retórica.  Recordé momentos similares en La Rioja, Catamarca, Chaco, Santa Fe, La Pampa, Pergamino, San Pedro, Bahía Blanca…

Es natural y acaso inevitable que uno asocie coloquios, el placer de la conversación distendida, la inapreciable duda del ensueño. El lector habrá advertido que cito encuentros en provincias, indispensables lugares de nuestra historia, voces olvidadas o aisladas. Estuve, por supuesto, en  grandes centros, en ferias internacionales, en universidades que afirmaron la cosmogonía del hombre. Pero aquí hablamos de otra cosa. De espuelas, de mates, de ponchos, del ostentoso laconismo o del rigor de los montes, de la dignidad y del esfuerzo que significa la cultura para el creador de la provincia.

Fui invitado al IV Encuentro Provincial de Escritores que se realizó en Concepción del Uruguay entre el 18 y 20 de octubre del corriente. Lo organizó la Secretaría de Extensión Universitaria y Cultura – Rectorado - de la Universidad Nacional de Entre Ríos junto con la Sociedad Argentina de Escritores (S.A.D.E.) Seccional del Río Uruguay.

El encuentro fue realmente importante pues considero que cuando  se rescatan dos o tres voces y alguna que otra insinuación parcial o de ocultación, ya esta cumplida la identidad, el espíritu de lo imaginativo. Además nada estuvo contaminado con la pedantería o la frialdad. Y no es un detalle menor. Pudimos disfrutar del Grand Hotel, de sus bellas y clásicas habitaciones, de la atmósfera de época, del vario universo que recoge espacio y tiempo. La entonación del caminar por sus pasillos es parte del acto cotidiano, pero también de lo simbólico.

Con el tiempo las secretas afinidades revelan y fortalecen las sospechas. Vivé en esta convocatoria una gravitación que corrobora lo escrito al comienzo del artículo. Nos compenetramos con el hábito y la mirada del hombre del interior, con la memoria que es noche y tiempo, pero también alusiones pampeanas, río, imágenes de color y sequedad,  hábitos y lenguajes.

La organización fue, reitero, amplia. Con paseo por el río, con visita al Palacio San José, con cenas y almuerzos plenos de proyectos e intercambios, alimentando nuestra incredulidad, historias donde se cifraban ocultas y preciosas verdades, anécdotas memorables, genuina evidencia de lo auténtico.

Además, la Universidad Nacional de Entre Ríos  (UNER) viene desarrollando una tarea fundamental al editar todos los ensayos, cuentos y poemas de los escritores entrerrianos y de sus invitados especiales.  Cada tomo, me han obsequiado los tres primeros, lleva una introducción donde se  explica los ejes temáticos que fueron desarrollados y un apretado índice de los expositores.

En cada texto vemos, entre otras cosas, como el escritor necesita la comprensión de una sociedad a la que él puede ayudar a mejorar y cambiar. La diversidad implica el reconocimiento del otro, pero también el reconocimiento de uno mismo. Y en este encuentro – como en casi todos – los escritores han entregado su tiempo y su prestigio de manera desinteresada. El escritor ofrece, siempre, una interpretación diferente de la realidad.

Algunos nombres. Uno de nuestros mejores narradores: Juan José Manauta. El poeta Marcos Silber. No podemos obviar la presencia de Susy Quinteros y los integrantes del taller literario que hacen su aporte entre tentativas y sueños. El esfuerzo, la buena  disposición de Betina Scotto y tantos otros que acompañaron  el proyecto.

Una mención aparte, fundamental, merece el poeta, ceramista y profesor Luis A. Salvarezza, que se ocupó de todo o casi todo. Un hombre culto y refinado. En él la hospitalidad, el buen gusto, la hombría de bien y la capacidad organizativa. La fortuna hizo que conociera a Carlos Sforza, con quien pude conversar y enriquecer  opiniones sobre Roberto Santoro, Juan L. Ortiz, Carlos Mastronardi o Marcelino Román. 

Una presencia: María Eugenia Faué. Con discreción y sincera humildad, realizó minuciosos análisis. Además, me hizo entrega de un ensayo de su autoría. No creo equivocarme; la mejor investigación literaria y biográfica sobre Emilio Lascano Tegui: Travieso Vizconde, la sonrisa alada.

Estos encuentros de camaradería permiten no sólo asistir a muestras interesantes, sino también a debates, a fecundos intercambios de experiencias.
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