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Yo tampoco pongo la mano en el fuego

Yo tampoco pongo la mano en el fuego

lunes 20 de mayo de 2013, 20:38h
No sé si es una coletilla al uso o una fijación. "Yo no pongo la mano en el fuego por nadie". Es la frase que se está poniendo de moda entre nuestros políticos. La repiten sin cesar. Aquí, dadas las circunstancias, nadie pone la mano en el fuego por nadie ¡faltaría más! pero sí que la ponen a la hora de trincar la pasta por muy calentita que ésta esté. Menuda tropa. Si le echan un vistazo a esta misma página podrán comprobar que el presidente de la Junta de Andalucía, Pepe Griñan, se descuelga en una entrevista concedida nada más y nada menos que a la revista Vanity Fair, con una frase que traerá cola: "No pondría la mano en el fuego ni por el Rey ni por nadie". A Griñán le sale la vena socialista antimonárquica como hace una semana le salió la antieuropea cuando la UE puso en solfa su decreto de la vivienda.

No añade el presidente de la Junta si entre ese nadie están sus consejeros de Empleo implicados en la trama de los EREs fraudulentos, el secretario general de su partido, Alfredo Pérez Rubalcaba, o él mismo. Yo, sinceramente, con todos mis respetos por la institución, tampoco pondría la mano en el fuego por él. Y es que esto de la mano y el fuego debe de ser algo consubstancial con la mesa del Consejo de Gobierno en el Palacio de San Telmo porque su vicepresidente, el ínclito Diego Valderas, vuelve a utilizar la misma fracesita cuando se le pregunta por el turbio asunto de Invercaria. "IULV-CA no tapa ni pone la mano en el fuego por nadie en casos de presunta corupción", afirma el coordinador general de la coalición de izquierdas. ¡Qué manía les ha entrado a todos estos señores con quemarse las manos! ¿No será que se las quieren purificar después de tantos años manejando el cotarro político? Uno, que está de vuelta de muchas cosas comienza a sospechar algo turbio cuando encuentra esas unanimidades oratorias en políticos de uno y otro signo. Aquí cada uno va a lo suyo y no se la juega ni por el hermano, por el amigo o por el compañero de partido, que después vienen los Bárcenas o los Guerrero de turno y te dejan en pelotas.

Y es que no está el panorama para salir en defensa de nadie. Que se lo pregunten a don Juan Carlos que ha comprobado como los yernos le salían rana metiendo a las infantas y a la Casa Real en un fregao tras otro. Resulta curioso comprobar cómo han cambiado los valores en la sociedad actual. Debe ser también por culpa de la crisis. Hace tan solo dos décadas era impensable que un dirigente de un partido dijera publicamente pestes de otro compañero, ni siquiera una razonada crítica. Aunque no estuviese de acuerdo con él, mantenía ante el exterior una "entente cordiale" que evitase que los medios de comunicación, siempre ávidos de sembrar discordias internas en las fuerzas políticas, hiciesen "sangre" en el partido. Siempre recordaré que cuando la crisis que acabó con la etapa de José Rodríguez de la Borbolla en Andalucía, y pese a que los "guerristas" no paraban de filtrar insidias, no conseguí lograr que ni el propio Borbolla ni sus más allegados como Gaspar Zarrías o Manuel Gracia, pronunciarán ni una sola crítica contra el entonces vicepresidente del Gobierno de Felipe González y vicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra quien, finalmente, acabó defenestrando a Pepote para colocar en la Presidencia de la Junta a Manuel Chaves. Incluso ahora, más de veinte años después de aquella crisis, nadie es capaz de sacarle a Borbolla un reproche sobre Guerra.

Ahora hasta el más tonto hace relojes. A Rubalcaba le crecen los enanos (con perdón) en su Ejecutiva y desde Griñán a Patxi López, pasando por Eduardo Madina, Carmen Chacón y hasta el de la moto, no se privan lo más mínimo de lanzar a los cuatro vientos la pérdida de rumbo y el desastre en que ha sumido al partido el actual secretario general. Pero es que en el PP ocurre otro tanto de lo mismo. Mariano Rajoy tiene que aguantar que sus "barones" le pongan a caer de un guindo (nunca mejor empleada la expresión) por el asunto del control de la deuda. Desde el extremeño José Antonio Monago hasta el gallego Alberto Núñez Feijoo, pasando por el madrileño Ignacio González, el valenciano Alberto Fabra o el castellano leonés Juan Vicente Herrera, todos han alzado la voz contra el ministro Montoro y contra el propio Rajoy acusándoles publicamente de traicionar a sus comunidades en beneficio de Cataluña. Y si el andaluz, Juan Ignacio Zoido no ha dicho nada es porque tiene en estos momentos otras cosas más importantes que defender.

Así se entiende que nadie ponga la mano en el fuego por nadie. En este país de chiste en el que el sentido de Estado brilla por su ausencia cada uno va a lo suyo y nadie se moja más de lo imprescindible. Y si ellos no ponen la mano en el fuego por ellos mismos ¿vamos a ponerla el resto de los españoles? Anda y que les vayan dando.
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