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TV digital en Chile: un problema cultural y político

TV digital en Chile: un problema cultural y político

viernes 09 de noviembre de 2007, 02:08h

La postergación del gobierno, hasta el próximo año, para definir la norma que usaremos en nuestra futura televisión digital, tiene en ascuas a medio mundo: a los propietarios actuales de los siete canales de TV abierta del país, que quieren que el gobierno escoja la norma norteamericana, que los favorece como emisores con antigüedad. A los potenciales nuevos emisores que esperan pacientemente la norma europea o japonesa, que les dará la oportunidad de entrar en el espacio radio eléctrico en igualdad de condiciones. A los comerciantes de televisores, que necesitan saber qué equipos traer para la venta. Y también a la gente de a pie, que esperamos con curiosidad saber cuál aparato comprar y que por ahora sólo miramos con angustia los precios de los televisores plasma, los LCD y los de Alta Definición.

Por eso, el panelista francés  Jean-Noël Dibie, profesor de la Sorbona (entre otros importantes títulos) nos lanzó un chorro de agua fría cuando en el encuentro “Provocaciones” de Fucatel - el observatorio de medios con especialización en televisión que dirige la periodista Manuela Gumucio -  declaró que al escuchar las primeras intervenciones le pareció haber retrocedido diez años porque ahora en Europa el tema es si quedará espacio para la televisión frente a la invasión masiva y veloz del mundo digital. Y cómo mantener en él un  espacio para la televisión…
 
Agregó que en los supermercados de su país ya se venden televisores que sirven para todas las normas: la norteamericana, la europea o la japonesa. Entonces, fácilmente se concluye que el asunto tecnológico está solucionado.

Una vez más se reitera que la llegada de la televisión digital a nuestro país no es un problema técnico, sino un desafío cultural. No es un “acontecimiento”, dijo el especialista francés, sino una evolución, “como cuando en el siglo XIV se pasó de los frescos a la pintura en madera”. Por eso el eje del último panel del seminario “TV chilena: un modelo para armar” de fines de octubre en Santiago, giró en torno a qué vamos a hacer los chilenos cuando tengamos ya operando esta nueva televisión, porque si se elige la norma europea o japonesa -las más probables- habrá más disponibilidad de canales para emitir programas. Es decir, habrá mayor variedad de emisores.

A esto se oponen los siete canales de TV abierta actualmente vigentes en el país, agrupados en Anatel: TVN, UC-TV, Megavisión, Chilevisión, Telecanal y La Red en la capital y UCV-TV en Valparaíso. Ellos prefieren la norma norteamericana que les da la primera opción, pues no desean compartir la torta publicitaria con nuevos comensales.

¿”Quién dijo que la gente quiere más canales…? Lo que quiere es más calidad”, alegó Jaime de Aguirre, director de Chilevisión. Francisco Vidal, presidente del directorio de Televisión Nacional, hablando “a título personal” (porque no podía representar a la vasta gama de directores y porque presumiblemente no está en la misma parada), coincidió en que lo que se discute “es un tema político porque tiene que ver  con la distribución del poder, y el medio más poderoso es la televisión”.

Como al parecer, en ambientes clave iba ganando la normas europea, el ministro de Comunicaciones japonés vino especialmente en agosto para dar a conocer las ventajas de la de su país. Ambas tienen condiciones técnicas que permiten una oferta mayor de canales, pero la japonesa opera con el mismo ancho de banda actualmente en uso en el país, en tanto que la europea exige uno un poco mayor. Lo importante es que ambas conllevan movilidad y portabilidad, es decir, pueden transmitir a celulares y a vehículos en movimiento, cosa que no se puede hacer con la norma norteamericana, que es la más antigua. Y este fenómeno de la “convergencia”, es decir, de la posibilidad de transmitir simultáneamente por distintos medios, es indispensable de considerar en cualquier planificación con futuro.

La  esperanza para los televidentes, artistas y periodistas es que con más canales compitiendo por la audiencia, mejore la programación televisiva. Que no se limite a copiar programas extranjeros cuyo formato compran a algunos de los 15 grandes productores mundiales anglosajones para reproducir, con leves variaciones, en nuestras pantallas. Es apostar a que los nuevos operadores de televisión no sucumban ante la “dictadura del rating” que hoy se enseñorea en la programación televisiva, y se atrevan a hacer cosas nuevas que nos eleven y nos identifiquen como chilenos, en un mundo en creciente globalización.

Según el especialista peruano Manuel Calvelo, la televisión abierta no es gratuita puesto que pasa sus costos a la publicidad, como tampoco se puede dejar los contenidos en manos del público a través de lo que señala el rating, porque en realidad queda en manos de aquélla. El que pone la plata, pone la música…

El panelista español Enrique Bustamante, que presidió la comisión para reformar la ley de TV pública española, advirtió sobre la necesidad de prevenir que los usuarios de las señales se conjuren para impedir el trasvase de licencias. Pero también, en el plano de los programas, que no ocurra lo que con Antena 3 en España, que tiene tres nuevos canales donde sólo pasan películas viejas y programas añejos.

Francisco Gedda, director de “Al sur del mundo” y profesor de cine en el ICEI (Instituto de la Comunicación y la Imagen), planteó algo concreto: una televisión generalista y otra segmentada (según características de las distintas audiencias) y una TV central (emitida desde la capital) y otra regional. Y dentro de ellas, una señal de tipo cultural, otra de tipo científico-educativa, otra pública con información importante para los ciudadanos, etc. Y, como dijo Claudio Martínez, periodista argentino, productor de programas culturales, la televisión pública debe ser interesante, y no “entretenida”, un término este último, del que hoy se abusa.

En cuanto al problema económico, hay que tener paciencia y no comprar ningún aparato todavía. Las tres tecnologías están compitiendo para conquistar a los consumidores, y en Europa ya se pueden encontrar aparatos por 50 dólares. En nuestro país comenzaremos por los “set top boxes”, o cajas decodificadoras, que usaremos en una primera instancia con los aparatos que tenemos. Porque cuando se habla de los costos, según el experto del CEP Lucas Sierra, lo primordial no es la inversión de los propietarios de los canales, sino cuánto nos va a costar a los teleespectadores adaptar el aparato que hoy tenemos en nuestro hogar para recibir las nuevas emisiones.

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Lidia Baltra
Periodista

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