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Mueren cuatro poetas

Mueren cuatro poetas

viernes 21 de febrero de 2014, 14:19h

Trae febrero la buena noticia de que han descendido en enero los accidentes de tráfico con víctimas mortales respecto a los años anteriores.  Pero, sin embargo,  en enero y, en el plazo de 16 días, del día 14 al 30,   mueren  cuatro poetas magníficos: el argentino Juan Gelman, el mejicano José Emilio Pacheco, el sevillano Fernando Ortiz y el extremeño Félix Grande. El 14 de enero, falleció en México Juan Gelman. Nació en Buenos Aires en 1930, hijo de inmigrantes judíos ucranios. A  los 15 años, iluminado por la gracia de Stalin, se alistó en la Federación Juvenil Comunista. No se suele decir que el comunismo es nieto del judaísmo del mismo modo que no se habla mucho de que el cristianismo es hijo del judaísmo. Por tanto, el viaje desde Yavhé, el dios de sus padres judíos, a Stalin, el padrecito comunista, es más lógico de lo que, a simple vista, parece.  El comunista Gelman, como tantos comunistas, por ejemplo, fue un lector apasionado del místico san Juan de la Cruz. Mística cristiana y mística comunista son hermanas. En 1973 Juan Gelman ingresó en la organización terrorista Montoneros. El golpe militar de Videla, que tan terrorífica dictadura trajo, lo sorprendió a Gelman en el extranjero. En 1976 los  militares secuestraron a su hijo,  Marcelo, y a su mujer embarazada. El hijo y la nuera de Gelman murieron asesinados por la dictadura.  La nieta de  Gelman fue dada en adopción y criada por un policía uruguayo. El poeta  recuperó a su nieta cuando ella tenía ya 11 años.  Gelman vivió en el exilio entre las ciudades de Roma, Madrid, París, Nueva York y México, donde ha fallecido. En 2007  Gelman recibió el premio Cervantes. Un soberbio volumen de 1300 páginas, publicado por Seix Barral y espléndidamente prologado por Julio Cortázar y Pere Gimferrer, agrupa su Poesía reunida 1956 - 2010.

El domingo 26 de enero, falleció en México el poeta y narrador José Emilio Pacheco, a quien felicité en Alcalá de Henares el día que recibió el premio Cervantes. Al estrechar su mano  pensé que  en un año, de cuya fecha no quiero acordarme, publiqué en Pamplona un folleto - que ahora no puedo consultar - titulado Poesía mexicana contemporánea. Este folleto  reúne  a unos 20 poetas mexicanos del siglo XX, y creo que no incluí a José Emilio Pacheco. La vida es, por lo general,  caótica e injusta y, por aquellas lejanas fechas, en que leí a no menos de cien poetas mexicanos, no guardo memoria de los poemas de Pacheco. Casualmente, unas dos semanas antes del fallecimiento de Pacheco, extraje casi al azar el volumen El cuento hispanoamericano en el siglo XX (III), en edición de Fernando Burgos, y el primer cuento, titulado La reina, era - y sigue siendo, claro - de José Emilio Pacheco. Leí el cuento y me pareció espléndido. He leído varios artículos - entre ellos, uno  maravilloso, de Elena Poniatowska - sobre José Emilio Pacheco y todos hablan de su infinita humildad. Estos artículos dan la impresión de que están hablando del humildísimo papa  Francisco I. Y es que no lo puedo entender: ¿cómo, siendo tan humildes, han llegado tan arriba? Del papa Francisco ya sabemos que, de joven, fue portero de discoteca, un trabajo fantástico para aprender a controlar los codazos y empellones de los chicos  más aguerridos que, luego, pueden llegar incluso a arzobispos.  Un libro de poesía de Pacheco: No me preguntes cómo pasa el tiempo. Es la pregunta que todos nos hacemos a partir de los 30 años.

El 28 de enero falleció en Sevilla el excelente poeta, ensayista y articulista Fernando Ortiz. La noticia de su muerte fue para mí un auténtico mazazo. En el magnífico libro Vieja amiga Fernando Ortiz recogió los poemas desde su primer título (1978) hasta Postdata (1999). Tuve con él encuentros muy felices y en el ya desaparecido Colegio Universitario de La Rioja le organizamos una memorable lectura de poemas con el salón de actos abarrotado de público.

También la noticia de la muerte de Félix Grande, acaecida el 30 de enero, me ha dolido muchísimo. Por el inmenso afecto que siento por Fernando Ortiz y por Félix Grande, también magnífico poeta - es autor de Blanco spirituals (Cátedra), entre otros libros - , flamencólogo, guitarrista y espléndido recitador de sus poemas, debería dedicarles a cada uno, como mínimo, una tesina de licenciatura. Resistí estoicamente, como recomienda Séneca, las muertes de Juan Gelman, José Emilio Pacheco y Fernando Ortiz. Pero, cuando me enteré de la muerte de Félix Grande, ya me cabreé. Mandé al diablo al estoicismo senequista, miré al cielo, como miran al cielo los labradores después de una pedregada  y, como coincidió que me iba acordando de estas muertes cuando cruzaba delante de una pastelería, entré y compré  una bandejita de pasteles. ¿No se ofrecían pasteles a los muertos en algunas culturas? Invoqué a los muertos que han caído por la patria desde Atapuerca hasta hoy y alivié mi dolor con unos pastelitos de crema, de nata y de manzana, que rima, oh espléndidos poetas,  con hasta mañana.  

 


Sexo,religión y fútbol para hacer reir al lector en los 'Cuentos reunidos', publicados por Pigmalión, de nuestro colaborador Ramón Irigoyen

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