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Todos somos Kike: fuera la violencia de las manifestaciones

lunes 24 de marzo de 2014, 09:02h
Así rezaba uno de los lemas luego más repetidos de aquella nueva 'revolución francesa' de mayo de 1968: "seamos realistas, pidamos lo imposible", decían algunas pintadas en los Campos Elíseos o en el Barrio Latino de París. Luego, el 15-M, los 'indignados', adoptaron paradójicos y sugerentes lemas de este tenor. Pero la imaginación y el humor estuvieron, es de temer, bastante ausentes en las 'Marchas por la dignidad' del sábado, que aún colean dos días después, merced a la actuación de algunos extremistas muy minoritarios, pero también muy violentos, de su carácter inicial de protesta pacífica y razonable.

Recordamos, por cierto, con afecto y solidaridad, a Kike Rincón, colega nuestro. El fotógrafo de Madridiario.es, periódico hermanado con Diariocrítico, fue agredido salvajemente en plena calle cuando hacía su trabajo. El resultado, dos huesos faciales fracturados y numerosos hematomas. Rincón no pudo reconocer quién le había atacado ni con qué. En todo caso, se tiró al suelo y esperó a que llegase una unidad de sanitarios del Samur a atenderle. Le deseamos una pronta recuperación.



Y es que la jornada del sábado 22 de marzo de 2014 será histórica por bastantes conceptos y tendrá, sin duda, consecuencias. Las tendrá la muerte de un gran presidente, Adolfo Suárez, que agonizaba mientras las gentes, venidas de toda España, pero especialmente de Extremadura y Andalucía -las dos comunidades más golpeadas por la crisis-manifestaban su descontento, su decepción, su angustia, por las calles de Madrid. Esa propia gran marcha, que colapsó el centro de ese manifestódromo que es la capital española, también debería quedar plasmada en algún tipo de reacción oficial, más allá de la absurda descalificación comparándola, como hizo el presidente de la Comunidad madrileña, con el 'ultra' Amanecer Dorado griego. Y más allá, desde luego, de la mera crónica policial: ¿cómo no condenar la conducta incivil y antidemocrática de quienes, aprovechando la marea pacífica, se vuelven tiburones que todo lo destrozan a su paso?

Pero eso es la anécdota, que no invalida lo anterior. La categoría es el descontento de amplias capas de la ciudadanía con una manera de gobernar que pertenece a un pasado con el que Adolfo Suárez comenzó a romper, aunque la obra quedó inacabada: una democracia se perfecciona día a día, nunca es una obra lo suficientemente perfecta y acabada. Y conste que no queremos justificarlo todo en una marcha en la que se pidieron, como en las pintadas de la Sorbona y Nanterre, cosas imposibles, como que España no pague la deuda. ¿Cómo es posible que una formación política seria, en alza, que compone un grupo parlamentario en el figuran gentes como Cayo Lara y Gaspar Llamazares, secunde semejante exigencia, plasmada en buen número de pancartas? ¿Se trataba, por otro lado, de una manifestación de protesta económica o de un intento de plebiscito pro República, a la vista de la cantidad de banderas tricolores que se exhibían?  ¿Era el 'actor' Willy Toledo, figura antisistema y folclórica por principio, la persona más idónea para dirigir una soflama a los asistentes?

La exasperación de una parte de la sociedad existe, el abandono de buena parte de la población del apoyo a los dos principales partidos del arco parlamentario también existe, y las encuestas nos hablan semana tras semana del poco aprecio de la ciudadanía a unas formas de comportamiento de eso que se llama 'clase política'. Una clase que debería, incluso mirando a lo que está sucediendo en el mundo -también por eso, porque se oyeron los primeros disparos en Crimea, la jornada de este sábado fue histórica--, pensar en ir modificando cuanto antes sus pautas de comportamiento. Pues ¿no vemos que hasta la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, ex presidenta del Senado, figura en alza en la 'contestación interna' dentro del partido gobernante, reclama que se pida perdón por los casos de corrupción dentro de su propia formación política?

Creemos que, en efecto, es la hora, más que de pedir perdón ante la leche derramada, de arbitrar soluciones para que nada de eso vuelva a suceder, para que una política más equitativa quite la espoleta de muchas protestas justificadas y deje a algunos ante su propia demagogia de exigencias imposibles. Pero nuestros representantes permanecen como aletargados, culpando a agitadores, o al mensajero, o vaya usted a saber a qué malvada mano oculta, de una desafección que poco tiene que ver con el mensaje oficial de que todo va bien. Algunas cosas van en camino de la mejora, es cierto. Pero cualquiera que, sin los anteojos oscuros para no ver, se diese una vuelta el pasado sábado por la plaza de Colón, que amenaza con ser, junto con la Puerta del Sol, nuestra plaza de Tahrir, podrá comprender que no, no todo va bien. Y alguien, desde las tribunas oficiales, deberá reconocerlo un día de estos, más pronto que tarde.
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