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Terrorismo yihadista

Terrorismo yihadista

viernes 27 de junio de 2014, 14:38h
La última de las cuatro grandes oleadas terroristas del siglo XX, según Rapoport es la del terrorismo religioso, y en esa ola se inscribe el terrorismo islamista dotado de una virulencia especial motivada por una serie de causas que la convierten en una especie de "tormenta perfecta" o "ciclogénesis explosiva" especialmente peligrosa por su carácter de "guerra santa".


Pero no se deben olvidar otras causas. Un fenómeno histórico de larga duración, por usar la expresión de Fernand Braudel, se inscribe insidiosamente en la problemática del mundo musulmán. Es el acelerado crecimiento demográfico del siglo XX con unas cohortes de población joven para las que estos países no pueden ofrecer ni estudios ni trabajo. En países con unas construcciones culturales de la virilidad que ponen el énfasis en el papel masculino del padre de familia como proveedor y reproductor con unas expectativas muy elevadas, la frustración resultante, encauzada como hostilidad hacia quien se identifique con la causa de la ruina y derrota de estos países musulmanes se convierte en una herramienta muy poderosa de movilización. 

La ocupación colonial de territorios musulmanes por parte del occidente cristiano y la secularización radical como reacción a la decadencia y a la derrota de la Sublime Puerta en la Primera Guerra Mundial emprendida en Turquía por Kemal Ataturk a partir de 1924 humillaron el orgullo de muchos islamistas, provocando a su vez la creación de los Hermanos Musulmanes en Egipto en 1928. Entre los primeros teóricos de esta organización se encuentran personajes como Hassan al-Banna, cuyo apoyo a las acciones violentas contra las instituciones egipcias es anterior a la creación del estado de Israel y a cualquier intervención estadounidense en ese área. 

Otra de las causas del crecimiento del fervor religioso islamista a lo largo del siglo XX es el apoyo político prestado por los regímenes conservadores a estos movimientos como un medio para contrarrestar el avance de las ideologías socialistas revolucionarias impulsadas por el prestigio en algunos medios intelectuales de la revolución marxista-leninista como sucede, por ejemplo, en el caso de Argelia.

Pero además de las causas teológicas, o históricas, aparecen también unos factores psicológicos nucleados en torno a dos polos claramente perceptibles en la dinámica del terrorismo islámico. 

En un primer caso el islamismo proporciona el apoyo de una identidad sólida, con un sistema simplificado de pensamiento y enemigos claramente identificables, a quienes se mueven en la inseguridad de la marginalidad social, cultural o generacional. De ahí la conversión en las cárceles, en países occidentales o de jóvenes que transitan entre la adolescencia y la vida adulta sin pertenecer a ninguno de los dos mundos. En estos casos la tradición recogida en los hadices musulmanes proporciona a quienes los adopten como guía de vida cotidiana todo un repertorio de pautas sobre alimentos, higiene, finanzas o vestido, es decir, una identidad firme en un mundo inestable.

La sucinta recopilación de las causas del terrorismo islámico no debe hacernos olvidar que no todas esas causas se equiparan en un mismo orden estructural; unas, como las teológicas, son endógenas y persisten a lo largo del tiempo desde la misma vida de Mahoma y otras puntuales, como la adopción del laicismo occidental o el crecimiento demográfico actúan como detonantes de esa violencia larvada. 

Como conclusión podemos aventurar, dada la persistencia en el tiempo de las causas analizadas en el presente ensayo, una larga pervivencia del fenómeno terrorista islámico, tanto en los países donde esta religión es mayoritaria como en Occidente. Sólo los episódicos enfrentamientos entre los mismos musulmanes como sucede actualmente en Siria o en Iraq, atrayendo a los voluntarios más radicalizados a la guerra, mitiga, eventualmente, la amenaza a Occidente.
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