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‘La casa de Bernarda Alba’, de la compañía Martes Teatro, un montaje naturalista excelente del drama de García Lorca

‘La casa de Bernarda Alba’, de la compañía Martes Teatro, un montaje naturalista excelente del drama de García Lorca

viernes 12 de junio de 2015, 18:02h

‘La casa de Bernarda Alba’, obra escrita por Federico García Lorcaen 1936, es un “drama de mujeres en los pueblos de España”, como el mismo poeta y dramaturgo subtitulara su obra, con la intención explícita de mostrar un documento “fotográfico” de una realidad social que aún vivió nuestro país durante muchos decenios más y que si todavía persiste en la España rural profunda del siglo XXI, uno quisiera que no fuera más que en la memoria de los más viejos del lugar.

El drama lorquiano presenta a Bernarda Alba nada más quedarse viuda. Ella y sus hijas vuelven del funeral que acaba de celebrarse en la iglesia del pueblo. Nada más volver al caserón que habitan cierra a cal y canto las puertas de la casa, y marca a sus hijas, inflexible y determinante, las reglas que van a regir allí en los próximos tiempos: “En ocho años que dure el luto, no ha de entrar en esta casa ni el aire de la calle”. Una de ellas, Magdalena, se atreve tímidamente a cuestionar lo drástico de la medida y Bernarda la ataja sin titubeos: “Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las hembras. Látigo y mula para el varón. Eso tiene la gente que nace con posibles”.

Siete mujeres componen el reparto de esta nueva versión del clásico de García Lorca que, desde principios de año ha puesto en pie la compañía Martes Teatro, que dirige Manuel Galiana, pero que esta vez ha dejado la batuta de la dirección escénica a Óscar Olmeda, que ha acertado de pleno en su primer montaje.

Respetando el texto, alejándose de arquetipo alguno y profundizando en la personalidad de cada uno de los siete personajes, Olmeda ha escogido dos actrices de Martes Teatro con cinco alumnas de su escuela, a punto de dar el salto a la primera división de la compañía, para completar un reparto que, más que sorprender, encandila al público desde el primer minuto de la representación. Lo encabeza una magnífica, sanguínea e implacable Pilar Ávila, en el papel de Bernarda; Pilar Civera dibuja también una Poncia memorable; Nieves Córcoles dobla papel haciendo, por un lado, una María Josefa -madre de Bernarda Alba- con demencia senil que desborda ternura y, al tiempo, una vecina del pueblo, que parece realmenteextraída de la Mancha de Almodóvar. Ellas tres son los personajes adultos, y completan el reparto las cinco hijas de Bernarda, entre las que hay que destacar aAlexia Lorrio, que hace una deliciosa, apasionada e imparable Adela, la hija menor, 20 años; a Angustias, 39 años, primogénita de las hermanas, la encarnaAna Feijoo; Magdalena es Patricia García; Martirio, Ainhoa Tato, y Amelia, Claudia Rivera. Todas ellas empastan perfectamente en el tono naturalista que Olmeda ha dado a la obra y aprovechan sus momentos a lo largo de la obra para demostrar al público las grandes actrices que llevan dentro.

De carne y hueso

La inteligente puesta en escena prolonga el escenario hasta el patio de butacas, que viene a ser también el del caserón de Bernarda, que conecta -ya fuera del recinto- con el enormecorral en donde el caballo garañón, que está encerrado, da coces contra el muroen un momento determinado de la obra. Patio y corral son los únicos lugares del caserón de Bernarda que permiten ver el sol y por donde discurren las hijas para salir a tomar algo de aire, o a tener los encuentros furtivos con Pepe el Romano, en el caso de Adela. Ese es el único ámbito de libertad en una casa que Bernarda cerró con cuatro candados para que nadie saliese ni entrase sin que ella lo supiera.

Pepe el Romano es novio de Angustias, hija del primer marido de Bernarda y máxima heredera, pero que se encapricha de Adela, que no está dispuesta tampoco a renunciar a él, de ningún modo, a pesar de que su madre se opone frontalmente a una relación que no consiente de ningún modo, y ese sentimiento lleva a Adela a ahorcarse.

Las siete actrices que encarnan a los 8 personajes lorquianos en la versión de Olmeda, son mujeres de carne y hueso que lloran -impresionante el desfile inicial de cada una de ellas que, de riguroso luto, a toque de campana, vuelven contritas del funeral del padre-, se emocionan, se deprimen ante la perspectiva del encierro eterno, y que, al modo personal de cada una, se rebelan ante ella. La educación, la tradición, el “qué dirán”, que tanto marcó una época de este país, son los responsables de un destino marcado por todos esos aspectos, que Bernarda no está dispuesta a reconsiderar, pase lo que pase.

Con una escenografía simple, en la que una jofaina llena de agua y una palangana de la época son la única fuente de alivio para combatir el enorme calor que produce un sol que cae a plomo sobre el pueblo; unos cuantos cuadros colgados en las paredes del comedor -algunos de ellos ostentosamente torcidos- y una cortina de tela a rayas que da acceso al resto de dependencias de la casa; una iluminación eficacísima que pronuncia con blancos, azules o rojos los momentos de cada una de las escenas, y un espacio sonoro impresionante, la compañía Martes Teatro ha sabido dar con el tono y el gesto precisos para llenar de emoción y hermosísimas palabras las aproximadamente dos horas que dura el montaje de ‘La casa de Bernarda Alba’ para integrarlas en nuestra memoria junto a otros montajes que ya reflejábamos en la penúltima puesta en escena del drama de Lorca al que acudimos en marzo de 2014, en el Teatro Español.

No se puede hacer más ni mejor, con menos recursos materiales. Esta es una de esas inesperadas sorpresas que, de vez en cuando, te da el teatro, te toca el corazón y te deja huella imborrable en la memoria. ¡Enhorabuena a Martes Teatro!

‘La casa de Bernarda Alba’, de Federico García Lorca

  • Dirección: Óscar Olmeda
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