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¿Quién es Juan Gelman?

¿Quién es Juan Gelman?

jueves 29 de noviembre de 2007, 10:06h
Además del último Cervantes, Juan Gelman, poeta, periodista y traductor, es probablemente el más importante poeta vivo de Argentina. Su poesía, narrativa y coloquial, comprometida y renovadora, está cargada de ternura e ironía, de dolor y violencia. Abierta a los más diversos registros (el habla familiar o infantil, el lenguaje del tango, la poesía mística, el sefardí…), pretende dar cuenta del vivir entero con sus fracturas, sus quiebres y fronteras.

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde sus manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte
.

   Arte Poética
   Velorio del solo, 1961.


Nació en Buenos Aires, en 1930, tercer hijo de inmigrantes rusos. Aprendió a leer a los 3 años y pasó su infancia andando en bicicleta, jugando al fútbol y leyendo. A los 8 años se pasó la tarde leyendo Humillados y Ofendidos de Fiódor Dostoyevski que le provocó una fiebre que le duró varios días.

Durante su juventud, participó de diversos grupos y movimientos literarios. Ocupó importantes cargos como periodista. Con el advenimiento de la dictadura y debido a su militancia en la organización revolucionaria Montoneros (de la que se alejó por diferencias con la conducción) tuvo que exiliarse en distintos países de Europa y Latinoamérica.

Durante la dictadura, fueron secuestrados y asesinados por el régimen militar su hijo Marcelo y su nuera Claudia, que estaba embarazada. Hace pocos años, y después de años de intensa búsqueda, Gelman pudo reunirse con su nieta en Uruguay. Recibió en 1997 el Premio Nacional de Poesía de Argentina.

Ha recibido varios premios: Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, Nacional de Poesía argentino, el Iberoamericano de Poesía 'Pablo Neruda' y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Actualmente, Juan Gelman vive en México y este jueves fue galardonado con el Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras españolas.


Gelman, visto por él mismo: su infancia

El Pibe Juan

Las sirenas de los barcos bufan, las embarcaciones sueltan amarras en una calle polvorienta en la que inician un camino José Gelman y Paulina Burichson, junto a sus hijos Boris y Teodora, padres y hermanos del poeta. En la bitácora del barco alguien anota el testimonio de la infancia: el ambiente familiar en la casa de Villa Crespo, el niño turbado por el amor, el que junta papeles plateados en la calle, las manos pequeñas en el océano del piano, el olor del primer poema, el murmullo del barrio, los inicios del grupo El Pan Duro .

El único argentino de la familia soy yo. Mis padres y mis dos hermanos eran ucranianos. Emigraron en 1928. Mi padre era un socialrrevolucionario que había participado en la revolución de 1905. Yo no lo supe sino mucho después, en 1957, cuando encontré en Moscú a dos tías y a una prima que aún vivían en la casa de madera donde mi padre se había refugiado, y de la que debió escapar porque la policía del zar le pisaba los talones. Después anduvo por otras regiones de Rusia, vaya a saber por dónde, hasta que decidió ir a Buenos Aires. Llegó por primera vez en 1912, escapando del servicio militar.

Con un pasaporte falso partió hacia Génova. Ahí supo que zarparían dos barcos: uno hacia Nueva York y otro a Buenos Aires. El de Buenos Aires salió primero y en él se fue. Vivió en la capital argentina hasta que regresó a su tierra de origen, en los inicios de la revolución rusa, Volvió esperanzado porque eran momentos de cierto pluralismo. Como todo mundo sabe, los espacios se fueron cerrando.

Lo que lo desilusionó fue, sobre todo, la expulsión de Trotsky del Partido Comunista y su destierro en Alma Ata, en la frontera de Manchuria. Aunque él no era trotskista en absoluto, admiraba a Trotsky y pensaba que con su salida de escena se terminaban las últimas posibilidades de un debate democrático en la Unión Soviética. Entonces se fueron todos con pasaportes falsos, inaugurando así la tradición de pasaportes falsos en la familia. Mi hermana tenía tres años.

Él era obrero ferroviario, carpintero. En 1928 volvió a Buenos Aires con mi madre y mis dos hermanos mayores. Ahí siguió de carpintero y luego de pequeño comerciante. (Ella) había sido estudiante de medicina en Odesa. Era hija de un rabino metido en su shtetl, un pequeño pueblo judío donde fungía como juez de paz. Era una especie de santo que se alimentaba de té y pan. Muchos años después, en la poesía norteamericana de los años 20, encontré la referencia del té y el pan en la boca del poeta judío.

Mi infancia está muy lejos, en el barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires. Nací ahí porque en un momento tan delicado como un alumbramiento quise acompañar a mi madre. Corresponde a un caballero estar con una mujer querida en una zona difícil como el parto... Mi infancia también está llena de cosas que no viví. Por ejemplo de historias extraordinarias y terribles que mi madre me contaba, como el día aquel en que los cosacos quemaron todo durante un pogrom y mi abuela entró en la casa en llamas para salvar a sus hijos. Perdió uno. Cada vez que había peligro, mi abuelo sacaba una arquilla con un pergamino de mil setecientos y corno en el Génesis leía: "El rabino tal engendró al rabino tal que engendró a tal.." El era el último de la lista. Cuando existía una amenaza, la lectura del pergamino les otorgaba cierto sentido de continuidad y supervivencia.

Mi padre era uno de esos obreros de la Rusia revolucionaria que sabía de todo: economía, historia, ciencias políticas. Lo que ahora se llamaría un tipo culto. Mi madre... amaba la música, nos hacía estudiar piano.

Nunca nos encerraron en un gueto, ni cultural ni nada. Esos años de mi vida coincidieron con la segunda guerra. Hice, por ejemplo, mi bar-mitzvah, porque hacerlo se llenaba de sentido en medio de la matanza de judíos en Europa. Pero no recibí ninguna educación religiosa. Lo que más recuerdo de mis trece años fue que me regalaron las obras completas de Sholem Aleijem. Mis padres, que no nadaban en la abundancia, ahorraban centavitos y una vez al año nos llevaban al Teatro Colón. Ahí escuché a Brailovsky, cantantes de primera línea, óperas con espléndidos elencos. Al mismo tiempo llevaba una intensa vida de barrio, un barrio pobre y agresivo.

Me enamoré de una vecinita ... Me encantaban sus rodillas sucias. Me salían versitos de amor, rimados.

Me enamoré de Ana, que tenía once. Al principio yo le mandaba versos de Almafuerte. como si fueran míos. Se reía mucho...entonces traté de intentar mejor fortuna.

De niño recuerdo todo lo que se hizo en favor de los republicanos durante la guerra española, las pintadas en el barrio y nosotros, los pibes, juntando el papel plateado de los chocolates porque se creía que con eso se fundía el plomo para las balas de los republicanos; pero también el problema de la guerra mundial que en mi casa se vivía con intensidad y todo lo que ocurrió después: el golpe de Estado del 43, el advenimiento del peronismo y el golpe del 55. Es decir que había todo un clima, un contexto de efervescencia social muy grande en todos esos años que sin duda impregnó nuestra actitud practicante.

No recuerdo cuál fue el primer poema que escribí, pero si cuál fue el primero que publiqué. Vivíamos en Canning y Vera, y desde muy chico, desde los ocho años o tal vez antes, leía mucha poesía. La poesía era como una hipnosis; me atraían los sonidos por un lado, y por el otro el misterio de algunas palabras incomprensibles... Boris leía mucho. Fui saqueándole a mansalva la biblioteca. Tenía, él también, algunos libros en ruso.

Tenía once (años). Yo leía esa revista (se refiere a Rojo y Negro) cada vez que me caía en las manos porque tenía unos cuentos de aventuras buenísimos. En cada número traía una sección de filatelia Y otra de espontáneos. Muchas veces traté de sobornarlos mandándoles cincuenta, sesenta estampillas pero me rechazaban el poema. Hasta que una vez, por fin, me publicaron. Era, por supuesto, un poema de amor imposible... decía, más o menos: "Al amor, sueño eterno y poderoso,/ el destino furioso lo cambié".

Tenía entonces un sueño extraordinario, que se repitió durante más de dos años. Yo era paje de una corte e improvisaba versos maravillosos que, por supuesto, olvidaba al despertar. Al acostarme, dejaba lápices y papeles junto a la cabecera de la cama, pero jamás pude acordarme de un solo verso.

A los doce años leí Humillados y ofendidos (de Dostoievski) y caí dos días con fiebre. En mi casa había un patio y, al fondo, una escalera de chapa que llegaba a la pieza donde dormía mi hermano. Un domingo fui a su cuarto, tomé el libro, y me lo devoré de cabo a rabo. (Leía) sobre todo a los clásicos españoles: Garcilaso, Quevedo, Góngora, Lope de Vega... pero el primer poema que escuché fue un poema de Pushkin, en ruso. Se lo oí a mi hermano, que recordaba todavía algunos versos de Pushkin. En ese momento descubrí la poesía "dicha".

Recuerdo que mi padre me regaló, cuando cumplí 12 años, la obra completa de Sholem Aleijem... Empecé robándole versos a Almafuerte.

Mi padre era un lector voraz. Mi madre, por su herencia rabínica, tenía un modo de entender la vida donde la pobreza existe, sí, es un hecho, pero ahí no se acaba el espíritu humano. Crecí con una vida repartida: la de] colegio donde me rozaba con gente de otras clases y la vida del barrio en el que, de paso, hice el escalafón completo: billar, mujeres, organillos, fútbol, milonga y esas cosas.

Yo fui milonguero desde los 15 años. En aquel mundo de entonces el baile me interesaba mucho. Borges dice que el tango es una manera de caminar. Yo no lo voy a corregir, pero me parece que es una manera de conversar. Frente a una muchacha que no conocés es la mejor manera de iniciar una buena conversación. Luego la conversación pasará a otras regiones distintas, al baile, las inevitables preguntas sobre el otro. Por eso creo que la milonga es una forma de conversar, un diálogo bailable.
Llegó un día en que me declaré a mí mismo poeta. Abandoné entonces la Facultad de Química. Además estaba enamorado y dejé todo. Me puse a trabajar de camionero, Transportaba muebles, fui vendedor de partes automotrices y, a través de las facturas, descubrí el paso del lápiz a la tinta y de la tinta a la máquina de escribir. Pienso que el paso a la computadora ya no lo podré dar.

(...) me acerqué al núcleo de una revista que salía en los años 50 que se llamaba Muchachos. También habla narradores como Damato y Cronda y el poeta David Álvarez Morgade.

Uno se pasa años escribiendo sin pensar que va a publicar, simplemente escribiendo porque tenés necesidad de hacerlo. Había un grupo de muchachos, no todos poetas, que me alentaron para publicar. Con otros poetas, Héctor Negro, Julio C. Silvain, Di Taranto, estábamos todos en la misma. Editábamos EÍ Pan Duro, para autopublicarnos. El sistema era la venta previa de bonos; cada bono valía un libro y con ese dinero imprimíamos. Se decidía entre todos cuáles eran los libros que iban a aparecer, el orden y todo lo demás. Lo extraordinario cm que no había competitividad entre nosotros y en votación se decidió que Violín y otras cuestiones fuera el primero en salir, luego apareció el de Héctor Negro. También empezamos a realizar lecturas públicas de poesía. Fue después del golpe del 55, en el teatro La Máscara. Ahí conocí a Raúl González Tuñón, una vuelta que lo habían invitado. También hacíamos lecturas en clubes de barrio, en bibliotecas públicas, en distintos sitios.

Seguro que escribo poesía de puro holgazán, porque la ventaja de los versos es la brevedad. El poema es corto, las líneas son más cortas. Sin embargo una vez intenté hacer una novela, y llegué hasta la página treinta... Creo que se iba a llamar El diario del poeta o algo así. Era una especie de farsa. Y también hice un libro de cuentos, allá por el año 1967 o 1968. Pero éste era ante todo un ejercicio personal relacionado con toda mi búsqueda poética e idiomática de ese momento. No sabría decir si eran exactamente cuentos. Digamos que eran textos, que en parte se perdieron.


Poemas:

Documentos

Llena de signos y de árboles,
ella cruza la noche como un fuego o un río,
asciende en el silencio y la memoria,
es infinita como un hecho,
la existo, la conduzco, yo soy su certidumbre.


Certezas

A ver cómo es.
Estaba quieta la inquietud por una vez.
La desazón en sazón y
¡cómo se parecía el mundo a Gerarda
envuelta en sensaciones de encaje!
Las palabras chocan contra la tarde
/y no la descomponen.

La furia no me deja solo conmigo.
Habrá que recortar la sombra militar.
¡Camaradas especialistas en esperar cansancios:
apaguen el amor dudoso
que baja humilde y despacito!
Hasta el […]


El niño

El niño duerme
al pie de un árbol y el aire
que lo relata brilla
como vida en la vida. Se vuelca
con claro alivio sobre
la piel llena de caminos, sube
en el fulgor del día
para darle fulgor y el otoño
quiere al niño que duerme
al pie del aire
y el espanto se va, corrido
por una voz
que nadie escucha todavía
en la marea […]


La extranjera

La extranjera no sabe
que su sangre es su casa, que
todo pájaro suyo
sólo ahí puede cantar y abrir
alas de su verano y se abalanza,
alcanza, lanza, alza
como una sed de mundo
que no se puede apagar.
El pájaro encendido cuida
los huecos de la pérdida como
joyas perdidas sin remedio.
Canta allí, loco de luz, no renuncia
a mis monstruos, valiente.
La hora de […]


Basta…


Basta no quiero más de muerte
no quiero más de dolor o sombras basta
mi corazón es espléndido como una palabra
mi corazón se ha vuelto bello como el sol
que sale vuela canta mi corazón
es de temprano un pajarito
y después es tu nombre
tu nombre sube todas las mañanas
calienta el mundo y se pone
solo en mi corazón
sol en mi […]
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