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Lo que hizo el PNV hace 19 años ante el secuestro de Miguel Ángel Blanco

viernes 15 de julio de 2016, 16:55h

Miércoles 13 de julio de 2016


Fue inadmisible el ataque a tumba abierta del PP en el acto de homenaje a Miguel Ángel Blanco tanto al Lehendakari Urkullu como al PNV. Crítica burda y facilona una vez que saben que el PNV no va a apoyar la Investidura de Rajoy. Pero es que además falsean la historia. María Antonia Iglesias me pidió hace 19 años que le hiciera un recuento de lo que habíamos hecho y lo que habíamos sentido en aquella triste y dura contingencia. Y como mejor que una borrosa impresión, que hable lo que escribimos hace casi dos décadas. Fue así:

Jueves, 10 de Julio de 1997

Me encontraba en mi despacho de Sabin Etxea, la sede del PNV en Bilbao. A media tarde me llamó nuestro jefe de prensa. Había un rumor sobre un posible secuestro. Poco después recibo la llamada del director del diario Deia, confirmando el hecho. Inmediatamente desde La Moncloa, el vicepresidente Cascos, sin estridencias, me dijo que el PP iba a actuar con la misma coherencia que hasta aquel momento. Le mostré mi solidaridad y me solicitó contactar con Arzalluz. Lo hice. Iba camino de Mondragón. Sabía la noticia. Entre túneles y de forma entrecortada por las interrupciones en la comunicación me dijo que nos pusiéramos a disposición del PP en ese duro momento. Al cabo de poco tiempo me llamó Arzalluz para pedirme el teléfono de Aznar. Deduzco que habló con él y le mostró la solidaridad del PNV.

Los medios pedían declaraciones. La presión era muy grande. En la sala de prensa improvisamos unas declaraciones de condena, solidaridad e indignación. Apuntamos la idea de una manifestación. Desde San Sebastián nos llama Joseba Egibar. Está en contacto con Arzalluz. De manera triangular y rápida y con Iñigo Urkullu emitimos un comunicado. Planteamos una manifestación para el sábado a las cuatro de la tarde, hora tope puesta por ETA. Sabíamos que la iniciativa sería revisada, pero queríamos salir con fuerza y de forma inequívoca. La iniciativa fue corregida por la noche y en la reunión del Pacto de Ajuria Enea, quedando para el sábado a las doce del mediodía. Hasta las nueve de la noche estuvimos en la sede del PNV. Habíamos logrado hablar con los informativos de TVE desbordados por las mil llamadas que había generado el hecho. TVE informa del comunicado del PNV y de todas las condenas que se estaban produciendo.

Informamos al Diputado General de Bizkaia, que no conocía el secuestro. Tenía una conferencia en Barakaldo y no pudo cancelar la charla, de lo contrario hubiera acudido a Ermua, donde se improvisó una manifestación. Las radios ardían. Ese jueves teníamos una cena con una delegación de parlamentarios de Unió Democrática de Catalunya que acababa de visitar al lehendakari y al consejero Atutxa. A la cena había venido el presidente de Unió, Josep Antoni Duran, que al día siguiente tenía una entrevista con Arzalluz. Con Duran y los parlamentarios catalanes fuimos andando desde Sabin Etxea al restaurante Goizeko Kabi. Bilbao estaba tranquilo. Al pasar por la plaza Elíptica, vimos un grupo de periodistas de radio y televisión apostados a la entrada de la sede del PP. Se iba a reunir este partido, esperaban la visita de representantes de otras organizaciones y se preparaba una reunión para tomar iniciativas. Hicimos una serie de declaraciones y saludamos a dirigentes del PP, con quienes nos solidarizamos.

Durante la cena tuvimos que levantarme cinco veces. Los medios solicitaban reacciones y todos comenzaban a captar la dimensión del hecho. A las once de la noche, desde Madrid, TVE pedía la presencia del PNV en los estudios. Tuve que dejar la cena y a los amigos catalanes. He de decir que durante la misma hable" con Álvarez Cascos en dos oportunidades. Me preguntaba por Arzalluz. Éste había preferido volver de Mondragón para hablar con Aznar. Lo hizo desde su casa. Tras la entrevista en directo por TVE, saludé en el estudio a Isaac Diez, el portavoz en el secuestro de Ortega Lara. Era un hombre que proyectaba gran serenidad. Me dijo que al PNV se le había tratado con gran dureza e injustamente y que ya hablaríamos. Eran casi las doce de la noche cuando llegué a casa. Mi mujer me dijo que el teléfono no había parado. Poco después, recibí una llamada de Manolo Núñez, el portavoz adjunto del PP en el Congreso. Me notificó que al día siguiente, frente al Ayuntamiento de Madrid habría una concentración y cinco minutos de silencio. Le dije que acudiría.

El PNV de Bizkaia por su parte, con Javier Atutxa y el portavoz Urkullu al frente, estaban al corriente de todo y con la idea clara que lo que estaba ocurriendo era muy grave y había que poner en pie a la organización. Fue una tarea conjunta de todos.

Viernes, 11 de julio de 1997

Salgo de Bilbao a las nueve de la mañana en coche. Llego a las doce al Congreso de los Diputados. Funcionarios y diputados guardaban cinco minutos de silencio. Lo hago. De allí llego al despacho del alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano. Reunión de portavoces, concejales y sindicalistas. Hablamos de la manifestación de Bilbao. Se pide hacer fuerza para que se acuda a ella y que sea una gran explosión de protesta y demanda social. Bajamos a la una a la plaza. Mucha expectación. La plaza estaba llena. Algún grito extemporáneo es acallado. Salgo por un lateral. Una señora me dice que el PNV es el responsable de todo. Le dicen que se calle. La gente se porta bien. Con las mismas a Bilbao. Hacía tiempo que no comía un bocadillo de tortilla. Lo hago en el coche de vuelta. Llamo a Xabier Arzalluz, a Javier Atutxa y a Josu Bergara. Volvía de Vitoria. Había terminado la reunión de la Mesa de Ajuria Enea. Le digo que iba a llegar a los postres de una comida de periodistas en el hotel Indautxu. Se apunta y llega él primero, para sorpresa y satisfacción de los presentes.

Llego a los postres. Comentamos los hechos. Somos pesimistas. Creemos que va a ocurrir lo peor. Vuelvo a la oficina. Más llamadas y más valoraciones. Vamos al despacho del presidente del BBB, Javier Atutxa. Intercambiamos puntos de vista. Hablo con mi mujer. Es diputada de Acción Territorial de la Diputación Foral de Bizkaia. Había mandado un fax al Ayuntamiento y les había ido a visitar a Ermua. Me describe un ambiente tenso y de gran movilización. Con el diputado general de Bizkaia, Josu Bergara, y con el presidente de la Ejecutiva de Bizkaia, Javier Atutxa, voy a Ermua. Previamente nos reunimos con los concejales del PNV en el batzoki. Con ellos y diversos cargos y representantes del PNV vamos al Ayuntamiento, un hermoso edificio al que se accedía con dificultad, en virtud del numeroso público que cerraba las calles. La gente nos saluda con simpatía. Sólo uno nos dice una inconveniencia. En la sala de plenos saludamos a la Corporación y a los numerosos políticos que colmaban el local, alguno de ellos dando buena cuenta de un pincho de tortilla, algo impropio del momento.

Una vez llegado el lehendakari, salimos todos en manifestación. Una importante marcha que recorre todo el pueblo. «Miguel, te esperamos», en euskera y castellano. Cálculos aproximados hablaron de diez mil personas en esa marcha de casi cuatro kilómetros. Sólo se oían palmas y se exhibían fotos de Miguel Ángel. La hermana del secuestrado leyó una carta llena de emoción. Mari Mar Blanco pidió «a las personas competentes que tomen una determinación porque nosotros no podemos hacer más». Miles de personas se dieron cita a las doce de la noche para colocar veinte mil velas, «llamaradas de la esperanza para que pongan luz a la oscuridad que estamos viviendo». Ese día, el PNV había insertado en los medios de comunicación un anuncio invitando a la manifestación de Bilbao a página completa. Arzalluz había hablado a la prensa, tras la entrevista con Duran. «En la medida en que podamos, haremos lo que sea por la liberación», había dicho. La Ertzaintza, la Policía Nacional y la Guardia Civil conjuntamente trabajaban contra reloj. Se consolida el fenómeno informativo.

Tras la manifestación llegué a casa muy cansado. Había sido un día muy duro y tenso. Cuando me iba a arrellanar en la butaca a ver la televisión llaman de Antena 3 y de Radio Nacional. He de ir a los estudios. Así lo hago. Entro en directo en Antena 3, en una tertulia dirigida por Antonio San José. En Radio Nacional, llego a un estudio cuya mesa estaba llena de velas. El programa lo dirigía Manuel Antonio Rico. Participaban Iturgaiz, Charo Zarzalejos y Antonio Petit. Finalmente puedo llegar a casa. Se apuntaba un día clave. Habíamos dado la cara como partido y lo mismo en Gipuzkoa,como en Bizkaia.Atutxa y Urkullu habían estado en las reuniones. Era importante hacerlo.

Sábado, 12 de julio de 1997

Me cito en Sabin Etxea a las once con los diputados González de Txabarri y Margarita Uria. Vamos andando por la Gran Vía al lugar de concentración. A la altura de la plaza Albia me aborda una persona. Me dice que es valenciano y que había salido de Valencia a las cuatro de la mañana. Sin detenerse, acababa de llegar, exclusivamente para la manifestación y en muestra de una solidaridad que agradecí. Hacía calor. Pasamos a los bajos de la Delegación del go¬bierno vasco en Bilbao. Allí saludamos a Cascos, Tocino, Pujol, Zaplana, Anguita, Ardanza, y un muy largo etcétera. Había mucha gente y demasiados organizadores. Al final se crean dos cabeceras. Se había acordado que la manifestación la encabezaran los miembros de la Mesa de Ajuria Enea y el presidente Aznar. Nosotros estábamos en medio de las dos pancartas y unos y otros pedían que la suya se moviera.

Cascos me dice: «Esto de las pancartas en Bilbao es más difícil de mover que el Guernica.» Al fin da comienzo la movilización. Mucho joven, muchas familias, mucha gente en las aceras y en los balcones, mucho grito de «libertad» y mucha palmada de un pueblo, como el vasco, muy poco gestual. Impresionante. Lo nunca visto. Ante tal gentío y tal bloqueo, hago lo que muchos. No llegar al Ayuntamiento e ir a casa a verlo en directo por televisión. Todos los informativos hicieron hincapié en la importancia de la manifestación, las personalidades asistentes, la apuesta popular por la liberación del concejal, la sacudida del miedo. Y llegaron las cuatro de la tarde. Fatídicamente sonó el teléfono. Cerca de las cinco había aparecido en Lasarte un hombre maniatado y con dos tiros en la cabeza. Total estremecimiento. Llaman todas las radios. Llama TVE que realizaba un directo desde la terraza de los estudios en Bilbao. Al ir a la entrevista, veo, frente a la Universidad de Deusto, una manifestación de unas ochenta personas de HB. Marchan desenfadadamente. Celebran un aniversario y la cosa no va con ellos. Parecían de otro mundo.

Cuando me toca hablar con Sáenz de Buruaga, los denuncio. Y sigo el periplo. A las nueve de la noche voy a la sede del PNV, en Sabin Etxea. Iba solo. Al pasar el puente, un joven de HB me insulta cargado de odio. Llego a Sabin Etxea. El servicio de seguridad me abre la puerta. La oficina de prensa está abierta. El responsable, Javier Vizcaya, me sigue poniendo deberes. Hay que ir a Antena 3. Miguel Ángel Blanco está moribundo. Y vamos a Antena 3. Allí está la responsable de Eusko Alkartasuna, Begoña Lasagabaster. Desde allí llamo a Arzalluz.,Ardanza,Atutxa y Bergara. Comentamos la manifestación y la brutalidad del hecho. Me dice: «Si no condenan este atentado no estarán legitimados para hablar de ningún derecho de nadie. Quienes defienden tantos derechos y se niegan a condenar el quitar una vida, y no por sus actos, sino por actos de otros, a un pobre, con todo respeto, concejal de Ermua del PP, que le ha tocado la ruleta de ETA, no están legitimados para reclamar nada. Y esto se lo vamos a decir cada vez más.»

«No es que estos derechos de otros no existan, es que ellos no están legitimados a reclamarlos cuando niegan todos los derechos a otros —añadió—. Como ha dicho el lehendakari, la misma vara de medir vuestros derechos y los de los demás.» En este sentido, recalcó que esto no es propiciar el aislamiento social de HB: «Esto es autodeslegitimación. Nosotros no los echamos, pero si no comprenden los sentimientos normales del pueblo... Ha habido hombres y mujeres que no entienden de política, pero vienen a la manifestación por el horror primario de ver que le van a matar. Y eso lo ve todo el mundo menos los dirigentes de ETA.» Añadió, además, que si los estrategas de ETA creían que iban a mejorar las condiciones de los presos con aquel secuestro y asesinato: «...han conseguido lo contrario. Estoy seguro de que la percepción de la mayoría de los presos de ETA es precisamente ésta, que su situación ha empeorado. Con lo cual, una vez más se ve que los presos son un elemento de lucha y no hay ningún interés en mejorar su situación».

Llego a casa arrastrando los pies. Las emociones, el calor, la tristeza y la intuición de que, una vez aclarada la terrible situación de Miguel Ángel, los disparos dialécticos iban a ir contra nosotros, me abrumaban. Desgraciadamente acierto. Al día siguiente salgo a comprar la prensa. Me quedo toda la mañana en casa. Me llama Fernando Delgado. Preguntas agresivas. Dejo la radio puesta. Una señora de Granada y uno de Valladolid me ponen a caer de un burro. Sigo con la radio puesta, Pilar Miró pide la dimisión de Ardanza, Arzalluz, Anasagasti y el obispo Setién. Delgado asiente. Recuerdo a Miró cuando tuvo que dimitir por su affaire en TVE y cómo la defendimos. La misma que organizó la boda de la infanta Cristina. Pero el culpable vuelve a ser el PNV. Desesperante y radicalizador. Interviene Joaquín Estefanía y dice que había que lograr que el PNV pasara al bando de los demócratas. No puedo más y apago. Pero vuelvo a encender la radio. Una radio que hasta las dos de la tarde había abierto sus micrófonos al público. Críticas durísimas contra el PNV, contra Setién, contra el nacionalismo vasco. Un oyente pide ir a las cárceles a matar etarras. Los más, la pena de muerte. Indignado llamo a la emisora. No está el responsable. Le digo que una radio es un servicio público y que en momentos de tensión no se puede abrir los micrófonos a gente exaltada. Llama también el presidente de la ejecutiva de Bizkaia. Llama el jefe de Prensa. Le dicen que así es la libertad de expresión. Sinceramente, fue el momento más duro. Aquélla era la libertad de insulto.

Por la tarde acuerdo con el diputado general de Bizkaia y con Javier Atutxa, el presidente de la Ejecutiva del PNV de Bizkaia, nuestra presencia en la capilla ardiente. Y llegamos a Ermua. El pueblo ardía de indignación. Sorprendentemente, la gente nos aplaude. Al parecer no escuchan las tertulias. Llegamos al Ayuntamiento. Estaban instalando la capilla. El calor era insoportable. La escalera no aguantaba más. Estaban los componentes de la Mesa de Ajuria Enea rindiendo homenaje. En ese momento, el alcalde de Ermua, Carlos Totorica, me pide que acompañe al diputado general de Bizkaia y al presidente de las Juntas Generales a pasar a la capilla ardiente, antes de abrirla al público. Llego junto al féretro. No deseo ver el semblante de Blanco. Y saludamos a Cascos, Acebes, Tocino, Arenas, Iturgaiz, Barrios... Y vuelta a Bilbao. Llegamos a la sede de Sabin Etxea. Arzalluz estaba en su despacho. Nos cuenta la segunda reunión de la Mesa de Ajuria Enea. Comentamos muy preocupados la situación. Le narro lo oído en la tertulia. Se altera. No hay derecho. Sin embargo, estaba contento. Le habían recibido muy bien y nadie le había dicho una palabra más alta que otra, sino todo lo contrario. «Es que hay muchísima gente nuestra, Xabier, que está muy harta», le decimos. Tenemos que aguantar la ola.

A las ocho vamos a la plaza Elíptica. Toda llena. Nos abrimos paso. La gente le da palmadas a Arzalluz. Llegamos al centro, junto a la fuente, donde Gesto por la Paz prepara la pancarta y el acto. Arzalluz saluda por primera vez a monseñor Blázquez. Los periodistas pierden la noticia. Nos colocamos con la pancarta. Un chaval, que fue del PNV y se había pasado al PP, lee en euskera y castellano lo aprobado en Ajuria Enea. Se oye la provocación de una megafonía de HB. La gente está muy exaltada. Termina el acto. Encontramos mucha simpatía. Vuelvo a casa andando con Arzalluz. Somos vecinos. Pasamos el puente de Calatrava. Arzalluz se queda a comprar unos helados para la familia. Lo visto le había relajado. Llego a casa. Me llama Ricardo Martí Fluxá, secretario de Estado de Interior. Me dice que la reunión del Pacto de Madrid pasa del mediodía del lunes a las cuatro y media de la tarde, y que si quiero ir al funeral, me resuelven el viaje a Madrid en un avión especial. Le digo que el PNV va a estar muy bien representado y que iré por carretera.

Lunes, 14 de julio de 1997

Llego por la mañana a Sabin Etxea. En el despacho de Arzalluz, está Egibar, Atutxa y Urkullu y analizamos la situación. Le digo que voy a Madrid. Y salgo en coche. Como en la habitación del hotel y a las cuatro y media estoy en la sala Mariana Pineda del Congreso de los Diputados. Como novedad, la presencia de Esquerra Republicana y de Pilar Rahola. Ciscar y Belloch por el PSOE. Molins, Sánchez Llibre y Lerma por CiU. Mucha gente y la misma sensación de siempre. Lo vasco puesto encima de la mesa y once cirujanos operando, la mayoría sin ningún conocimiento de causa, aunque sí una constatación: el re¬guero emocional había sido el mismo en Canarias que en Ciudad Real, y todo aquel que se preciara había estado en algún acto de condena o en el funeral. Hubo un cierto complejo, un cierto exhibicionismo, un cierto dolor y un cierto arrastre en virtud de los acontecimientos. Gente impensable se había desplazado a Ermua, porque lo políticamente correcto era eso.

Reunión a puerta cerrada. Clima de colaboración. El ministro Mayor Oreja quiere la foto de unidad. Dice que no se puede defraudar a la ciudadanía, como se ha hecho en otras ocasiones, que no se puede mantener un discurso de unidad y que a la semana desaparezca y que el esfuerzo hay que hacerlo en una estrategia de ruptura con HB hasta que no rompa con ETA. «Mientras se mate no hay nada que hacer», dice. Apunta un calendario de trabajo que ya estaba muy avanzado por Atutxa en reuniones con la ministra de Justicia, el vicepresidente, el presidente de la Audiencia, el fiscal, el ministro del Interior, el consejero Jáuregui, con el análisis de modificaciones legislativas relacionadas con los juicios rápidos en la Audiencia Nacional, las contramanifestaciones violentas, el artículo 577 del Código Penal en relación con el delito de estragos y una reflexión sobre el de amenazas. Ni cumplimiento íntegro de las penas, ni pena de muerte, ni nada parecido. Cuando me tocó intervenir, hice una serie de consideraciones sobre lo dicho, las medidas tomadas y los hechos vividos para acabar pidiéndole al ministro que interviniese acerca de los medios de comunicación para que tuvieran cuidado, sin coartar la libertad de expresión, de ese intento de linchamiento al nacionalismo que se estaba apuntando, para que se enfriara la situación e hiciera una apelación a la serenidad colectiva.

En una cena, una semana después, en su despacho de la Castellana, con txakolí y la bandera donostiarra en la mesa, nos dijo que estaba de ronda de conversaciones con comentaristas políticos y responsables de prensa. La reunión de los partidos fue muy tranquila, habida cuenta de las circunstancias, y todos salimos en la foto ya que la imagen, como medio, era el mensaje. La acumulación de hechos, el funeral, el Pacto de Madrid, las manifestaciones hicieron que esa foto pasara desapercibida. Y, sin embargo, tuvo su importancia. Salimos todos a la manifestación. Me dicen que tengo un lugar en la cabecera con la pancarta. Comentan que viene Ardanza. El peso de la organización cae en el PP y en los sindicatos, por cier¬to, deseando dos cabeceras. Una de fuerzas de ámbito estatal y otra segunda con los demás. Dicen que estaban molestos por la ubicación que habían tenido en Bilbao. Al final estamos en cabeza tres nacionalistas: Ardanza, Atutxa y yo. Finalmente se incorpora Lasagabaster, que por no ir al Pacto de Madrid y por ser del grupo mixto no estaba contemplada su presencia.

La organización es buena. Los sindicatos saben de qué va la cosa. No habían dicho dónde estaba la cabecera. Aznar tarda en llegar. Inopinadamente llega el presidente del Líbano cargado de guardaespaldas. Parecía una película de Berlanga. Saluda a Aznar y se va. González busca su ubicación. No saluda. Incorpora a la pancarta a Iturgaiz. Y comienza la marcha. Impresionaban los gritos: «Vascos sí, ETA no», dichos por gentes de todas las edades y a grito pelado. Aznar me hace un gesto diciendo que lo escuche. Vaya que si lo escuchaba. Ni una provocación. Y llegamos a la Puerta del Sol. Subimos al estrado. Era la primera vez que el PNV participaba en una manifestación de este tipo en Madrid. Atutxa es jaleado constantemente. A plaza llena, Victoria Prego, lee su alegato contra la violencia. El «a por ellos, con la palabra y la justicia» se presta a equívocos y se lo digo. En los cinco interminables minutos de silencio, un espontáneo saca la trompeta y toca una balada de retreta. Otros jalean a Atutxa, algunos piden que hable Ardanza. Detrás de nosotros, jóvenes con velas y cirios encendidos. Todo de difícil catalogación. Bajo el estrado estaban autoridades, partidos, el ex presidente de Uruguay, banqueros...

Adolfo Suárez, al terminar, le dice a Atutxa que si le deja lo hace alcalde de Ávila. Estaba muy emocionado. Y de allí salimos Ardanza, Atutxa, Txabarri y yo. El lehendakari sale hacia Ajuria Enea. Nosotros, Txabarri y yo, nos quedamos en el restaurante Araceli de San Agustín de Guadalix a cenar con Juan María Atutxa y Jon Goikolea. Lo que iba a ser un breve comentario, se prolonga hasta las dos de la madrugada. Teníamos necesidad de hablar. Atutxa nos cuenta sus cuitas y nosotros las nuestras. Es mucha la tensión acumulada. Descargamos adrenalina y volvemos a Madrid. Atutxa a su casa. Se puede decir que éste es el periplo, casi cinco días, de alta densidad e intensidad política. Al pedirme una valoración, lo resumí así.

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