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El sumidero de la cocina

lunes 05 de diciembre de 2016, 12:27h

Mirando hacia atrás con ira, la obra de John J. Osborne, es tenida como la primera del género teatral Angry young men, posguerra británica años 50. Entre sus exponentes estuvo un atormentado Arnold Wesker cuyos dramas giraban en torno a la vida espantosamente esclavizada, dolorosa y sin salida de la clase trabajadora inglesa de entonces.

El sintagma clase trabajadora inglesa nos aleja del drama porque enajena de ese nosotros contemporáneo el problema y acabamos asumiendo que es algo que sucede a los otros e impermeabiliza nuestras almas, si es que tenemos tal cosa, pero es una falacia tonta: nuestras vidas son tan miserables, alienadas y absurdas como las de aquellos trabajadores en los 50.

La obra La Cocina, actualmente en el Valle Inclán de Madrid, escrita por Wesker, es quizás el máximo exponente del kitchen sink drama o teatro del sumidero de la cocina, metáfora dolorosamente exacta para resumir lo que es nuestra vida desperdiciada en trabajos alienantes cuya única finalidad es la subsistencia: trabajos hueros a los que dedicamos las mejores horas del día, los mejores días del año y los mejores años de la vida simplemente para poder comer y dormir bajo techado y para que después, en la ancianidad, encontremos un morir diario y acompasado sin pensiones ni sanidad con las que dar paz a los últimos años tras haber sido exprimidos hasta la extenuación. Y eso los afortunados que habitamos occidente porque a poco que la cigüeña hubiera desviado su rumbo habríamos nacido en Madagascar y nuestro trabajo sería pelear con las alimañas por la escasa comida podrida entre la basura.

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El mundo que vivimos es así; puede que los oropeles de la Trump Tower o las luces deslumbrantes de la Navidad o las melodías amables de los villancicos o los espejos deformantes de Mediaset y su mundovisión de fruslerías machistas consigan, como la alfombra, tapar la mugre a los ojos del observador superficial, pero eso no hace que desaparezca.

Ahora, un valiente, energético y sobradamente talentudo Sergio Peris Mencheta ha llevado la obra de Wesker a un escenario en el que una coreografía de 26 actores baila la muerte cotidiana que es la vida. En esta falsa cocina sin comida pero llena de olores, sonidos y voces, se esconde la bestia que somos: allí está agazapado Vicente Villagrá, dueño de Pipas Facundo, evasor que repatrió más de once millones de euros por los que tributó apenas un 3% cuando la amnistía fiscal del PP y que ahora “exige” que se mantenga y aún recrudezca la reforma laboral. Ahí está la rapiñería de Rodrigo Rato tras el drama de Monique y Peter, personajes en la obra, y la sordidez del IBEX 35 en unos invisibles comensales, gordos, ahítos, vacuos e insensibilizados que valoran la calidad según el precio del plato.

El trabajo de Sergio es doloroso y espeluznante al tiempo que hermoso y armónico; con maestría organiza una coreografía digna del mejor Bolshoi y de allí nadie sale indiferente… excepto, claro, los comensales para quienes nosotros, los humanos, somos el principal plato a zamparse. El dolor que desprende la obra y la puesta en escena solamente son comparables al dolor que es esta realidad en la que Eduardo Inda pontifica en la Sexta sobre la honestidad mientras le embargan el sueldo para poder mantener a sus hijos; o en la que Rafael Hernando escupe bilis cáustica contra cualquiera que llore a sus abuelos mientras exige buen trato para un partido corrompido en gran parte de su cúpula; o en la que políticos que antaño parecían estar de parte de los descamisados, Felipe González, Borrell, Ángeles Amador, Fernández Villa o Braulio Médel, hoy son beneficiarios de sueldos de seis y siete cifras en empresas transnacionales de cuyo objeto mercantil no tienen la menor idea.

Supongo que es difícil que RTVE bajo la égida del PP nos regale con una retransmisión de La Cocina, pero sí es posible que sus productores Centro Dramático Nacional y Barco Pirata Producciones giren la obra por toda España y, quién sabe, hasta puede que subieran una representación a la red usando la tecnología 360º para que haya muchos ciudadanos que comprendan la estafa vital a la que estamos siendo sometidos.

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