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Capitanes de la Democracia

viernes 14 de diciembre de 2007, 10:54h

La comida-homenaje que tendrá lugar mañana en el Hotel Convención de Madrid, organizada por el Foro Milicia y Democracia (FMD), recuerda inevitamente a otros encuentros que tenían lugar hace veinticinco años. La Democracia estaba lejos de ser un sistema consolidado y requería continuos gestos de reafirmación ciudadana. Ahora la Norma Fundamental es celebrada en actos institucionales, pero entonces, principios de los años ochenta, celebrar el aniversario de la Constitución tenía mucho significado, especialmente entre los militares. El 6 de diciembre aún no era festivo y en los cuarteles unos cuantos militares, muy pocos, se atrevían a significarse pidiendo champán -tampoco se decía aún cava- para brindar por la recientísima Constitución de 1978. El gesto no pasaba desapercibido y era observado con mirada severa, cuando no “fracamente” reprobadora, de la mayoría. 

La Constitución ya es asumida por todos, pero la memoria de la transición sigue siendo materia controvertida. Los componentes del FMD se disponen mañana a recordar su propio pasado de lucha por la Democracia, porque no es cierto que todos los demócratas de ahora lo hayan sido siempre. El Foro fue constituido en 2003 por un grupo de militares y civiles para promocionar los valores democráticos y de derechos humanos en las fuerzas armadas como esenciales reglas morales. Siendo la mayoría de sus asociados antiguos miembros de la UMD, entre los fines de la Asociación, se encuentra: “Difundir, para el conocimiento público y la reconstitución de la memoria histórica española, las actividades, las motivaciones y los objetivos de la Unión Militar Democrática desde su fundación hasta su disolución (1974-1977), así como de todos aquellos militares españoles que, a lo largo de la Historia, han luchado por los mismos valores”.

Los amigos del FMD se reúnen en esta ocasión para homenajear a los fundadores de la UMD, la mayoría residentes en Barcelona. Como es sabido, la organización se funda en una reunión, celebrada en la Ciudad Condal, los días 31 de agosto y 1 de septiembre de 1974, por doce oficiales del Ejército de Tierra. El Foro ha creado la distinción “Capitán de la Democracia” para, consecuente con sus fines sociales, reconocer los méritos de personas -civiles o militares- con una trayectoria democrática coherente. La denominación no oculta su evidente origen en la figura de los capitanes de abril portugueses y el particular aprecio que tienen a la histórica “Revolución de los Claveles”, protagonizada por el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA). Los especialistas han destacado tando las patentes similitudes entre ambas organizaciones militares disidentes como sus diferencias esenciales. Especialmente dos: que la UMD no se planteaba una intervención armada y que su aspiración no era protagonizar la transición política sino contribuir a que el Ejército no la impidiera. Su autodisolución en 1977, precisamente unos días después de las primeras elecciones democráticas, es la mejor prueba. 

En otro lugar hemos señalado algunos de los logros conseguidos, a nuestro juicio, por este grupo de militares demócratas, cuando los dos términos de la proposición -milicia y democracia- parecían antitéticos. La UMD fue un factor cualitativo determinante para romper el concepto de una pretendida unidad ideológica monolítica de las FAS en el régimen franquista. La aparición pública de este grupo de militares profesionales puso en evidencia la pretendida uniformidad de criterio que se atribuía al Ejército y, en consecuencia, su eventual actuación unitaria contra el proceso democrático. La UMD contribuyó a recuperar la confianza popular en las FAS, deteriorada por la larga y fundamental implicación de los Ejércitos con la dictadura franquista. El testimonio y actividad pública de estos militares demócratas facilitó un mayor entendimiento de la sociedad con sus Ejércitos, y proporcionó confianza a la oposición democrática. La mera existencia de un grupo militar que se declaraba democrático y disidente de la línea oficial tenía una clara lectura de apoyo a la Democracia. Y en fin, los militares de la UMD, con su arriesgada postura crítica, contribuyeron a poner de manifiesto las contradicciones internas del Régimen, y sirvieron de contención al golpismo latente en la institución militar. La conciencia en el interior de los Ejércitos de que existían compañeros comprometidos con la Democracia, y el desconocimiento de la extensión real de este movimiento, hizo dudar a los partidarios de interrumpir por las armas el proceso democrático.

Al llegar la Democracia los militares de la UMD expulsados por la dictadura siguieron fuera del Ejército y los que continuaron vistiendo el uniforme -y era notoria su significación democrática- vieron truncadas sus expectativas profesionales. La reforma de la legalidad penal en la transición política eliminó el carácter antijurídico de las conductas políticas de la oposición antifranquista, reconociéndose su validez y su oportunidad. Esta legitimidad se ha negado a los militares de la UMD con el único argumento de quiebra de la disciplina. Un razonamiento inaceptable, nunca reparado, que sitúa a la disciplina militar como un valor absoluto, equiparada incluso a los Derechos Fundamentales, y que no cede ni siquiera ante la naturaleza legítima o ilegítima del propio poder del Estado en que se fundamentan los Ejércitos.

La Democracia no correspondió con Justicia al compromiso asumido por los militares de la UMD. La marginación profesional de los militares demócratas en activo, unida a la tardía e incompleta rehabilitación de los nueve expulsados de las FAS, así lo atestiguan. Los sucesivos gobiernos democráticos, sin distinción de orientación política y siempre partidarios de contemporizar con el pasado reciente, se han negado a apoyar las diferentes iniciativas parlamentarias que se han dado en este sentido. La última muestra de desafecto la constituye la negativa del grupo socialista a incluir un reconocimiento expreso a la UMD en el articulado de su descafeinada ley sobre la llamada Memoria Histórica. A falta de otro reconocimiento oficial, los Capitanes de la Democracia siempre tendrán el respeto de sus compañeros, la íntima satisfacción del deber cumplido y el aprecio de muchos españoles con conciencia histórica.
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