En un inteligente artículo el periodista Carlos Pagni describió la sucesión del gobierno como quien se retira pero dejando el campo minado. Pues bien, en la primera semana, la sucesora presidencial de su propio cónyuge ya pisó varias minas. La de mayor poder y sonoridad ha sido sin duda la de la famosa valija bolivariana. También tuvimos el caso del enfrentamiento de Hugo Moyano, casi una declaración de guerra, que selló definitivamente el abandono del proyecto de un Pacto Social. Han comenzado también las pequeñas o grandes dificultades que inevitablemente resultarán de la inflación ocultada o reprimida por el látigo de Guillermo Moreno. Los tamberos bloquearon usinas lácteas y lograron recuperar los precios de la leche entregada. El consumidor se enterará en las góndolas de precios más altos en los lácteos. La reaparición de la crisis eléctrica se ha morigerado gracias a un diciembre fresco, pero la escasez de energía será una parte importante del campo minado. Aunque comiencen a sincerarse las tarifas, la crisis energética no se resolverá en poco tiempo. Este verano veremos cortes a las industrias a pesar de la fuerte incorporación de equipos de autogeneración. También habrá aumentos tarifarios, que no podrán ser leves y comenzarán el mes próximo. Las minas sembradas no están sólo relacionadas con la economía, aunque las hay muchas de este tipo. La corrupción, como en el caso de la valija, y la agresión a las instituciones implican muchas tensiones cuyo afloramiento será tanto más probable y ostensible cuanto menos sostenible sea la pax económica.
La intervención de la justicia estadounidense en el caso de la valija permitió que salgan a la luz realidades que comprometen al gobierno de Cristina Kirchner. El caso involucró a Guido Alejandro Antonini Wilson, el ciudadano norteamericano-venezolano residente en Miami, que protagonizó el escándalo de la valija y que fue luego extorsionado para asegurar su silencio. Las amenazas a la vida de sus hijas por enviados del gobierno venezolano fueron realizadas en los Estados Unidos, de ahí la intervención de la justicia de ese país y del FBI.
Todo este escándalo no hubiera ocurrido si Chávez actuara como un presidente respetuoso de la ley y sin aspiraciones de expandir su anacrónico socialismo bolivariano a otros países. Tampoco la Argentina estaría envuelta en estos episodios si no hubiera tendido lazos con el dictador venezolano ni se hubiera envuelto en negocios cruzados, ayudas financieras y oscuros arreglos. El Kirchnerato lo hizo y cebó una bomba que ahora le revienta en la mano.
El oficialismo demoró varias horas en reaccionar frente a las noticias que llegaron de los Estados Unidos. Luego desplegó la estrategia de denunciar una conspiración, con todos los epítetos y adjetivos posibles. Envuelto en evidencias que no dejan dudas de la relación del gobierno con la famosa valija, el gobierno vuelve a apelar al papel de víctima frente a supuestos oscuros intentos del imperialismo para destruir a Hugo Chávez y dañar a la presidente argentina. Una gran parte de la población argentina probablemente lo creerá, pero cada vez más gente interpretará la realidad tal cual es y tal como se la ve en los ámbitos serios del mundo.
Es difícil suponer que el matrimonio Kirchner y sus obedientes seguidores no sepan que en los Estados Unidos se respeta la división de poderes. También deben conocer la diferencia entre la CIA y el FBI. No era necesario que aquí el embajador Wayne tuviera que aclarar que en su país la justicia, incluso los fiscales, actúan con independencia. Recuérdese el caso Nixon o el del affaire Clinton-Lewinsky. No hay una maniobra de inteligencia sino un proceso judicial. Hay un testigo protegido y otros partícipes que declararán y que serán juzgados. Dentro de los alcances de la ley, sus conversaciones han sido gravadas y de una de ellas surgió que el dinero de la valija iba destinado a la campaña de Cristina Kirchner. Así se lo expresó el fiscal federal al juez de la causa.
Lo conveniente sería siempre la prudencia, esperando los resultados de la investigación y el fallo de la justicia. Pero parece claro que el grado de compromiso del gobierno argentino con este ilícito irá creciendo a medida que se profundice el caso. El griterío y la confusión, así como los alcances difusos e indemostrables de una gran conspiración, parecen ser la única salida para el matrimonio Kirchner. Hugo Chávez es maestro en esta estrategia.
Manuel A. Solanet
Presidente Fundación Futuro Argentino
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