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Adiós a un Grande

Adiós a un Grande

lunes 07 de enero de 2008, 00:00h
Recuerdo que nací escuchando al gran Julito Martínez. Era ‘casi’ un ritual, en mi casa, poner atención a sus certeros comentarios, que, cada día, transmitía por las pantallas de canal 13.  ¿Cómo no iba a ser así?, teniendo en cuenta que para mi padre, el fútbol ha sido siempre su pasión y no me iba a dejar ver otro canal.

Y es que no sólo era escuchar al comentarista deportivo, sino que, más allá de eso, captar el doble mensaje de aquel discurso. Ese rico momento en que el deporte se transformaba en toda una reflexión.

No era para menos, puesto que el hombre tenía una labia increíble, por lo que sabía mantener a los telespectadores atentos. Y lo más admirable, sin haber estudiado periodismo, ni ninguna otra profesión.

Es mas, JM se había formado en la mejor escuela que podía existir en aquellos tiempos: la escuela de la calle. Literalmente, el terreno de los grandes maestros de la historia.

Cuando era pequeña y prendían la TV para verlo, como típica niña me fijaba en su protuberante cabeza, que para mi no significaba más que un huevo. Sin embargo, con los años, me fui percatando de que su atractivo no iba precisamente por el físico, es más, a él tampoco le importaba. Su fortaleza estaba en cada palabra que salía de su boca, de su mente y de su corazón.

Cómo olvidar la frase “Justicia Divina”, que yo precisamente no vivencié, pero sí la escuché muchas veces en cada legado a su persona. O esas emotivas palabras que alentaron a los chilenos a cumplir la meta en la Teletón de 1978.

Creo que podría estar escribiendo días, meses y hasta años sobre él, puesto que fue y será el maestro de las comunicaciones. El gran pionero del periodismo y una eminencia en el deporte.

No por nada, millones de personas se presentaron en la Iglesia Divina Providencia, a rendirle el último homenaje, durante su velatorio.

Es que realmente Julito marcó décadas y momentos inolvidables para todos los chilenos. Y eso se refleja en la multitud de gente, que llegó hasta el cementerio general desafiando los 35 grados de calor y el infernal Transantiago.

Hoy el país está de luto, pero no simplemente porque se nos va el gran maestro del periodismo, sino porque se nos va una gran persona. Un hombre, que por sus características profesionales y personales, logró conseguir el honor y el homenaje en vida. Recibió las máximas distinciones por su profesión, y estuvo siempre rodeado de buenos amigos. Hasta el final de sus días se destacó por su aferro a la vida, queriendo estar con sus seres queridos y vivir un Año Nuevo más. De hecho, exigió pasarlo con los suyos. 

Nos despedimos de un ejemplo digno de destacar, de admirar, de homenajear y, sobretodo, de seguir.

¡¡Adiós Julito!!

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Karina Espinoza S.
Periodista
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