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La política del gobierno Sánchez, a debate

miércoles 13 de julio de 2022, 08:01h

No, a Sánchez no le gusta nada tener que acudir al Parlamento a rendir cuentas. Como todo el que se cree en posesión de la verdad -de toda la verdad y nada más que la verdad-, eso de tener que ir al cole a dar clase a alumnos poco aventajados y, por si solo eso fuera poco, desconfiados con la postura del presidente, el rey del embuste y de la trola, le hace pasar un innecesario mal rato. De ahí que el que comenzó a celebrarse ayer sea el primer debate sobre el estado de la nación que se celebra desde que Pedro Sánchez ocupa el palacio de la Moncloa.

Y como la creciente -digámoslo así….-, desafección que su figura está generando entre los ciudadanos, según muestran las últimas elecciones autonómicas andaluzas, madrileñas, castellano-leonesas y gallegas, así como el tenor de casi todas las encuestas que se están llevando a cabo, el presidente ha sacado su vena populista, izquierdista radical y anticapitalista, a ver si así consigue abortar el constante sangrado de votos y de simpatía entre los ciudadanos –incluidos buena parte de los socialistas-, a ver si de esa forma consigue arreglar un poco el enorme desaguisado que está haciendo con España.

Ya que no da ni una con las medidas parche para cortar la inflación (la mayor de la zona UE), y el ciudadano ve como su dinero se deprecia día a día, ahora ha anunciado una batería impositiva milmillonaria contra eléctricas y bancos y , de paso, agradar a sus socios de gobierno, especialmente Podemos y ERC. Vuelve a equivocarse. Vale que bancos y eléctricas, de pronto, han bajado sus acciones en Bolsa hasta un 8,6 % pero, a medio plazo, los impuestos que les endilgará Sánchez acabarán trasladándolos a sus clientes más pronto que tarde, con lo cual lo único que va a conseguir el partido gobernante es hacer nuevamente al ciudadano medio el objeto de sus obsesiones impositivas.

De paso, y sin ningún disimulo de su uso electoralista, le dice al ciudadano que durante unos meses no le va a costar nada el bono de cercanías, y que a los jóvenes estudiantes becados de 16 años (curioso: ¡los que van a votar en los próximos comicios!), les va a dar también una paguilla de 100 € durante unos meses. Medidas populistas que pueden incidir en el muy corto plazo, pero de forma casi despreciable a medio y largo plazo. Pero de limitar el gasto del ejecutivo nada, de ajustarse el cinturón disminuyendo radicalmente los viajes en Falcon, o cortando el grifo de la generosidad presupuestaria a chiringuitos, sindicatos y afines, nada de nada. Claro que, al fin y al cabo, estos son los que hay que mantener paniaguados para que no se monte ningún guirigay en las calles. ¿Cuánto habrían tardado los unos y los otros en cortar la circulación, quemar contenedores y reventar escaparates de tiendas, bancos y supermercados si las cifras económicas de record Guinness de la pobreza en España se hubieran obtenido bajo un gobierno del PP?

Las medidas que Sánchez ha anunciado en el primer día del debate sobre el estado de la nación, como todo lo que hace, parece más orientado a su propia supervivencia que a arreglar de verdad el cada vez más grave panorama económico español. La inflación es, desde luego y desde hace meses, el primer problema para el bienestar de los ciudadanos y la mayor amenaza del estado del bienestar, y medidas como las anunciadas no van a contribuir al encauzamiento del problema, sino todo lo contrario.

Y esto por lo que a la economía se refiere. El panorama político sigue enturbiándose día a día con iniciativas legislativas como la de la Ley de Memoria Democrática, un claro brindis de Sánchez a sus socios preferentes (Bildu, ERC, PNV) para poner en cuestión, finalmente, toda la Transición y permitir que sean los antiguos militantes de ETA y sus herederos actuales quienes marquen los parámetros de la interpretación de nuestra historia, especialmente la más reciente. Propongo al gobierno que sean ellos quienes ocupen a partir de la fecha la Real Academia de la Historia porque sus doctos representantes defienden, por lo general, posturas absolutamente contrarias a la sarta de sandeces que se vienen proclamando desde la nueva oficialidad histórica y que, entre otras, anuncian que la historia de nuestro país comenzó en 1812. Espero que no acaben imponiéndose ideas tan peregrinas, pero, de ser así, la España ilustrada en pleno, que no va a comulgar con ruedas de molino, va a lanzarse a la más cruda y cruel ilegalidad.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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