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Consignas y tradiciones

miércoles 20 de julio de 2022, 11:25h

Negar a estas alturas el cambio climático es como imitar a Donald Trump -que en gloria política esté, y para siempre…-, con su obsesión minimizadora de la covid-19. Si aquí, en España, se borraron varias decenas de miles de muertos de las estadísticas oficiales, Mr. Trump los borró a todos de un plumazo. Es lo que tienen los visionarios, los negacionistas y los modernos: que hablan sin conocimiento de causa o, mejor dicho, sabiendo que la causa que los mueve a hablar es muy distinta de la que proclaman.

Me explico un poco más. Los ministerios de turno llevan dando la matraca (legal incluida), con eso de que el lobo, pongamos por caso, es una especie protegida, y que debe de seguir siéndolo. Es la letanía que proclaman los ecologistas de salón, es decir, aquellos que se dicen tal por una módica cantidad de varios miles de euros anuales, ya sea en forma de subvención o en concepto de asesoramiento en el ministerio correspondiente. Y si hay voces autorizadas y con muchos años como agricultores o ganaderos a sus espaldas, que dicen lo contrario, entonces salen las hordas ecologistas oficiales lanzándose metafóricamente al cuello de estos -como el lobo a las ovejas, a los mastines o a los terneros-, para desautorizarlos aplicándoles todo tipo de epítetos… Los agricultores y ganaderos tendrán la razón por la simple lógica de que su forma de vida les va en ello, pero los ecologistas de salón ministerial tienen el BOE, que manda mucho más, aún sin tener razón, y su modus vivendi también peligra si sus consignas dejan de ser valoradas.

Luego hay que escuchar también, como mínimo cada verano, la cantinela de que la despoblación rural se está extendiendo como una plaga, que cada vez más los jóvenes de nuestros pueblos abandonan las casas de sus padres y de sus abuelos para marchar a la ciudad. ¡Claro, qué van a hacer…! Si no les dejan plantar los cultivos que, por el conocimiento acumulado de generaciones, son los más adecuados en ese terreno, si no les dejan pastar a sus ganados por tierras donde lo han podido hacer durante siglos, o si por talar un árbol por muy fundadas razones que les asistan, pero sin permiso de la autoridad, les cae la multa del año.

¡Qué van a hacer si no! Se acaban yendo, por supuesto, y no por falta de amor a la tierra o al oficio de sus padres y de sus abuelos, sino por la incompetencia de quienes acceden al gobierno o a la administración sin tener ni puta idea de lo que llevan entre manos, aunque, eso sí, son ciegos militantes del partido y siguen a pies juntillas cuantas consignas hay que llevar a cabo y sin pensar su conveniencia, o no, para el ciudadano.

Precisamente el innegable cambio climático y el abandono rural son la combinación perfecta para que -como está sucediendo este año en España-, los incendios forestales se multipliquen y sean miles y miles las hectáreas quemadas –al día de la fecha más de 60 000-, los paisajes calcinados y también los miles de agricultores y ganaderos afectados directamente en sus explotaciones que, probablemente, vuelvan a plantearse una vez más- ¡y van…!-, si tiran la toalla y cierran de una vez una forma de existencia a la que dedican 24 horas al día pero en la que no encuentran más que palos en las ruedas por parte de las distintas administraciones.

Y es que los pobres no han caído aún en la cuenta de que a quién tienen que atender es a su presidente superecologista, superfeminista y superempático, al del gobierno de España. Este fin de semana, por ejemplo, Sánchez ha visitado la zona del incendio que afectó al Parque Nacional de Monfragüe. No sé si para interesarse por la forma en que está afectando y va a afectar a los ciudadanos del entorno y buscar soluciones con ellos. Lo que sí que hizo fue apelar a las administraciones y partidos a hacer de las políticas medioambientales políticas de Estado para afrontar la evidencia del "cambio climático". Y, de paso -en eso está más que especializado-, no dudó en posar ante el paisaje calcinado. Ni las declaraciones, ni el posado fotográfico son eficaces para detener el cambio climático. Palabras huecas, las unas, y una nueva dosis de imagen para que todo el mundo vea que ha ido a ver las consecuencias del cambio climático… Eso sí, en Falcon y Superpuma que, al cabo, unos cientos de litros más de combustible tampoco van a estropear más que un poquito el medio ambiente. Los ciudadanos seguro que saben apreciarlo...

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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