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'Operación Muñoz Grandes' en el PP

'Operación Muñoz Grandes' en el PP

viernes 18 de enero de 2008, 07:42h
Les ofrezco hoy una crónica, escrita desde dentro, de lo ocurrido estos días en el Partido Popular. Redactada con pretensiones de objetividad, la crónica contiene algunas impresiones y datos interesantes.


Hay en Génova quien la llama ‘Operación Muñoz Grandes’. Hay quien está muy contento, y quien no lo está. El caso es que el Partido Popular, 10 millones de votos y 700.000 militantes a sus espaldas, se ha estremecido esta semana como un junco al viento: ¿ha sido una crisis de fortalecimiento o el principio del fin de Mariano Rajoy? En la sede nacional del PP hay opiniones para todos los gustos. Pero nada será igual tras lo ocurrido en esta semana en la formación que preside Mariano Rajoy.

El caso es que la ‘batalla de Madrid’ dentro del PP se ha resuelto con la victoria de quienes son llamados ‘el clan de los turolenses’, una definición impropia, puesto que de Teruel son apenas Manuel Pizarro y Federicio Jiménez Losantos, el hombre que más influye en el principal partido de oposición…desde fuera de ese partido, contra el que ocasionalmente lanza duros venablos. La decisión de no incluir al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, en las listas de Madrid para las  elecciones generales del próximo 9 de marzo ha levantado oleadas de especulaciones acerca del futuro no solamente del alcalde, sino de los propios Rajoy y Esperanza Aguirre, espoleta del disparo de Gallardón hacia el vacío.

El gran golpe de efecto lo daba Rajoy a comienzos de la semana, con el anuncio de que el ex presidente de Endesa y de la Bolsa madrileña, Manuel Pizarro, turolense de 56 años, que se hizo célebre por su pelea frente al Gobierno, a Gas Natural y a La Caixa de Catalunya, contra la OPA presentada sobre Endesa, se incluiría en las listas electorales del PP. Enorme sorpresa, porque, aunque ya se había rumoreado el ‘aterrizaje’ de Pizarro en el PP, las especulaciones se habían desinflado al aceptar el ex presidente de Endesa una consejería en Telefónica. Eso ocurrió hace menos de un mes y ahora Pizarro, desconcertando sin duda al mismísimo César Alierta, renuncia al rentable consejo de la mayor compañía de España y entra de lleno en política como ‘número dos’ de hecho (que no de derecho, porque para ello sería preciso un congreso) del partido.

Es decir: parece claro que su decisión se tomó a última hora, por petición directa -dicen fuentes del PP-de Mariano Rajoy y una mínima intervención de José María Aznar, que, pese a la actividad incesante de la FAES, influye mucho menos de lo que dicen en la marcha de los asuntos de los ‘populares’.

Excepto en el PSOE, la entrada en liza de Pizarro fue bien acogida, aunque crecían las especulaciones acerca de cuál será su destino en el caso de que el PP gane las elecciones: ¿vicepresidente económico? Quizá no, porque Pizarro parece inclinarse más hacia un Ministerio más ‘político’ (y menos comprometido, con los tiempos que nos vienen…), como Justicia.  Lo que nadie ha explicado son las razones profundas de la aceptación de Pizarro, que en todo caso ganará mucho menos dinero -tampoco lo necesita- y corre el riesgo de que partido pierda en las urnas el 9 de marzo. En todo caso, el ex presidente de Endesa, pletórico de entusiasmo en sus primeras intervenciones como candidato y número dos de la lista por Madrid, no lo ha explicado suficientemente.

Claro que la desastrosa política de comunicación del PP se encargó de que, a las pocas horas, el ‘efecto Pizarro’ quedase anulado por la noticia de que Rajoy, en medio de una tremenda bronca con Esperanza Aguirre y el propio interesado  -“me tenéis harto los dos”-, en su despacho de la planta séptima de Génova, había comunicado al alcalde de Madrid que no iría en las listas. En realidad, lo previsto era lo contrario: primero, la salida de Gallardón y luego, el anuncio de lo de Pizarro, para contrarrestar. Pero el ex presidente de Endesa se fue de la lengua en Aragón y alguien a quien se lo comunicó se lo filtró a la cadena SER en Zaragoza. Así que hubo que anticipar el orden de los factores, alterando el producto, y anunciar primero lo de Pizarro y después proceder a la operación de exclusión del alcalde madrileño.

Y así se llegó a la reunión de la tarde del martes en la planta noble, la séptima, de Génova. Hubo hasta lágrimas de Gallardón, dicen quienes estaban al tanto del encuentro, que se adelantó en un día sobre lo previsto. Aquella mañana del martes 15, tanto Gallardón como Aguirre asistían al desayuno-coloquio protagonizado por Rajoy en el Foro Nueva Economía; ya sabían entonces ambos que esa tarde se verían con el presidente de su partido, y ambos sabían para qué, aunque no quizá la decisión definitiva.

Es falso, por tanto, que Gallardón acudiese a Génova ignorante de que se iba a ver las caras con la durísima presidenta de la Comunidad de Madrid, que, como se ha contado hasta la saciedad, llegó a amenazar con dimitir de su puesto para ir ella también en las listas al Congreso de los Diputados.

A nadie se le escapa que hay mucha ‘operación sucesión’ tras todos estos movimientos, y así lo confirma la ya célebre ‘conversación en el ascensor’ entre el alcalde y la presidenta: muchos dan como posible (o hasta probable) que el PP no gane las elecciones, que un Rajoy harto tire más o menos de inmediato la toalla y que haya que designar a una figura para gestionar el futuro del partido. ¿Gallardón? ¿’Espe’?¿Rato? ¿Un tapado? El primero, como en la novela de los diez negritos de Agatha Cristie, ya ha caído. Aguirre, dicen sus partidarios, acérrimos enemigos todos de Gallardón -la de cosas que se han dicho en privado estros días…-, no quiere ser presidenta. De Rato lo único que se sabe es que ni está ni se le espera.

Curioso que, entretanto, Eduardo Zaplana intentase, el propio martes, una maniobra para encabezar la lista por Valencia, a lo que se opone el presidente Francisco Camps, enemigo a muerte del hasta ahora portavoz parlamentario. Incluso hubo que adelantar una reunión del comité electoral valenciano para frustrar la maniobra zaplanesca y hacer que fuese Esteban González Pons quien, por renuncia de Rita Barberá, encabezase la lista valenciana.

Quiso Zaplana, al parecer, completar lo que parecía una victoria de los ‘duros’ y colocarse en su tierra. No pudo ser y tendrá que concurrir en un puestos relativamente discreto en la candidatura madrileña. Pero los ‘duros’ han ganado y han sobrepasado a Rajoy, a quien se le atribuyen intenciones de introducir a Gallardón, como mal menos, en las listas. Pero se encontró con la oposición cerrada de Aguirre y de su equipo, comandando por Ignacio González. Y con la hostilidad del dúo mediático compuesto por Pedro J.Ramírez y Jiménez Losantos. Este último acérrimo partidario de Esperanza Aguirre -que le concedió varias televisiones terrestres- y de Pizarro, de Teruel como él, lo que no debe de ser poco. Y, aunque ‘Espe’ y Zaplana -el gran protegido-protector de PJR y FJL- no se llevan especialmente bien, lo cierto es que ahora están alineados en el mismo equipo del PP. Un equipo que causa terror en Cataluña, donde recuerdan las cosas que dijo el entonces ‘opado’ Pizarro sobre La Caixa y donde culpan a Aguirre de instigar la campaña contra los productos catalanes.

Nadie quiere hoy aparecer como integrante del ‘otro’ equipo, el perdedor. Aunque este terremoto disgusta entre quienes se consideran ‘moderados’ dentro del partido, gentes que recelan sobre todo de Zaplana, aunque acepten bien a Aguirre: Arias Cañete, Trillo, Soraya Sáenz de Santamaría, Gustavo de Arístegui, Ana Pastor... Es decir, el entorno más fiel y válido de Rajoy. Sin mencionar, esta claro, al veterano Fraga, que dicen que está que echa chispas con la ‘defenestración’ de su favorito Ruiz Gallardón. Lo que sí dicen todos es que esta pelea interna, en la que los gritos se escucharon casi en  la calle Génova, ha sido un mal paso, cuando las encuestas en el partido decían que el PP se imponía al PSOE por dos escuetos puntos. Poco, pero algo.

Ahora, ¿qué? Aunque muchos piensan que Gallardón no cumple sus amenazas, varias veces reiteradas, la sensación creciente es la de que el alcalde, solo en el partido -otros seis alcaldes sí serán, en cambio, diputados del PP-, acabará abandonándolo. Entonces habrá acontecimientos. Sobre todo, si el PP pierde las elecciones, lo que, desde luego, está por ver, porque en el PSOE no todo son triunfos, pese al tono triunfal de su líder, ZP.

Hoy, Gallardón, en Moscú, lame sus heridas y, sin duda, rumia la venganza. Que Dios le pille confesado a Mariano Rajoy. Dejar los cadáveres mal enterrados siempre puede resultar peligroso.
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