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Tapar bocas con dinero

miércoles 06 de febrero de 2008, 07:59h

La subvencionamos, luego que se calle. Este es unos de los argumentos del Gobierno contra la Iglesia. Es de una sinrazón pasmosa. Querer tapar la boca a los discrepantes con dinero. Comprar el silencio de los que no piensan igual. Escandaloso.

Todas las instituciones, asociaciones, organismos y entidades sociales han nacido con unas finalidades, con unos objetivos a cumplir. Si estos no son claramente delictivos, tienen derecho a existir, a hablar y a llevar acabo su cometido. Igual que las personas.

Así ocurre con los partidos políticos, las asociaciones de consumidores, los sindicatos, las patronales, los colegios profesionales, los medios de comunicación... y, naturalmente, las distintas iglesias. Ningún gobierno ni nadie está legitimado para silenciar a ninguna persona física o jurídica. ¿Por qué pretende hacerlo con la Iglesia Católica?

No se puede hacer, ni amenazar hacerlo, ni porque discrepe ni porque se le subvencione. La libertad de expresión no se pueda negar a nadie en una democracia. Y pretender conseguirlo con dinero es una inmoralidad y bajeza inconcebibles.

Quien se pronuncia, a favor o en contra de lo que opina o hace el gobierno puede tener razón o puede equivocarse. Pueda estar más o menos afortunado o desafortunado en cuanto a la forma y el tono, suave o rotundo. Incluso en cuanto al momento de hacerlo. Esto es otra cuestión, en todo caso secundaria.

Dentro de una institución, entidad, organismo, asociación, etc. es posible y normal que haya distintas sensibilidades y estilos. Esta pluralidad indica vitalidad e incluso es sana. También en las iglesias., incluida la Católica. Pero esto ¿qué tiene que ver con su derecho a manifestarse a través de sus órganos representativos elegidos? Absolutamente nada.

Las discrepancias internas son problema suyo. Y nadie, menos un gobierno que se dice democrático. debe meterse en ello ni explotarlo. Pero esto es lo que se ha hecho, precisamente, con motivo del famoso Manifiesto de la Conferencia Episcopal Española, que no le ha caído bien al gobierno, y que algún obispo o abad ha matizado, más bien en la forma y en el tono que en el contenido.

“Respetamos –dice el Manifiesto de la Conferencia Episcopal- a quienes ven las cosas de otra manera. Sólo pedimos libertad y respeto para proponer libremente nuestra manera de ver las cosas, sin que nadie se sienta amenazado ni nuestra intervención sea interpretada como una ofensa o como un peligro para la libertad de los demás”.

Y añade: “Si bien es verdad que los católicos pueden apoyar partidos diferentes y militar en ellos, también es cierto que no todos los programas son igualmente compatibles con la fe y las exigencias de la vida cristiana, ni son tampoco igualmente cercanos y proporcionados a los objetivos y valores que los cristianos deben promover en la vida pública”.

Actúan según sus principios y objetivos, en el ejercicio de la libertad de expresión. Si en algún punto concreto se está en desacuerdo (como en la forma de tratar el terrorismo), lo lógico es rebatirlo con argumentos, no con descalificaciones ni amenazas. Menos aún con la rastrera y chantajista de quitarles el dinero de las subvenciones legalmente acordadas. No hay duda que seria bueno una mayor separación Iglesia-Estado para evitar confusiones y chantajes.

 

Wifredo Espina. Periodista y ex director del Centre d’Investigació de la Comunicació

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