El pasado lunes 2 de junio, el presidente Álvaro Uribe inauguró oficialmente la Conferencia Regional de Educación Superior, CRES 2008, en el Centro de Convenciones de la ciudad de Cartagena, Julio César Turbay, ante unos 3 000 delegados y expertos de universidades de toda la región en preparación de la próxima conferencia mundial sobre educación superior que se llevará a cabo en París en el año 2009. Lo inesperado del evento fue la presencia de un grupo de estudiantes universitarios, provenientes de una institución superior colombiana que al entrar el presidente lo abuchearon y gritaron "autoritario", mientras este saludaba con los invitados de honor que estaban en la primera fila, antes de subir al pódium.
Para la mayoría de los presentes fue una sorpresa que, pese a las fuertes medidas de seguridad, hubiese podido ingresar un grupo pequeño, pero lo suficientemente bullicioso de estudiantes que cuestionaban al presidente de la República en un evento internacional de categoría con representantes precisamente del mundo universitario. Y la pregunta implícita, inmediata, era cuál sería la reacción del presidente.
En las sociedades occidentales desde el origen, las universidades se entendieron a sí mismas como autónomas en conflicto con la dimensión religiosa que definía todos los ámbitos de la vida en el mundo medioeval. En la modernidad en cambio, el adversario de la autonomía fue la política, si es que por supuesto vamos más allá de cuestiones específicas que se derivan del concepto central como rentas. Esta trató de imponer un discurso, una lógica ante la que habrían de someterse instituciones y personas. Dentro de las corrientes de pensamiento de la Modernidad, el marxismo y sus variantes fueron implacables. ¿Cómo podía una institución arrogarse la pretensión de objetividad sino expresaba los intereses de la clase trabajadora, la clase del futuro?
A finales de la Modernidad, otra figura, adversaria también de la autonomía, apareció: el mercado. Los conocimientos comenzaron a ser evaluados de acuerdo a su funcionalidad al sistema productivo. Muchas universidades diseñaron sus objetivos y sus políticas para sintonizar con las demandas provenientes de las empresas pero también de los imaginarios de la sociedad provocada por la caída del empleo y la búsqueda de seguridades.
El presidente Uribe invitó a uno de los estudiantes a subir al estrado y dirigirse a los presentes justificando mediante argumentos sus críticas. El estudiante lo hizo y expuso sus demandas con fuerte contenido retórico y acusaciones al Gobierno. Su debilidad fue que confundió el escenario: pasó del discurso científico, el de la universidad, al político mientras el presidente pasaba del político al científico mediante la argumentación.
Ante el auditorio de ese día, lo que se requería era precisamente argumentación y no denuncias que solo tenían el peso del propio denunciante. La autonomía de la universidad implica fundamentalmente argumentación, más que reclamos y por supuesto amenazas.
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Editorial tomado del diario Hoy