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La semana política que empieza. Ecos absurdos de una manifestación

La semana política que empieza. Ecos absurdos de una manifestación

domingo 04 de febrero de 2007, 12:50h

Entramos en ‘la semana de después’. Toda manifestación, como la del pasado sábado en Madrid, tiene sus consecuencias. Y ahora que abandonamos las demasiado largas vacaciones parlamentarias para iniciar con normalidad otro período de sesiones, todos habrían de lograr que Congreso y Senado se conviertan en foros de acercamiento entre las distintas posiciones políticas de cara a avanzar en cuestiones fundamentales. Y la lucha contra ETA es una cuestión fundamental, un tema que nos angustia, nos ha dejado muchas más heridas de las que podemos razonablemente soportar y en el que tenemos que combatir juntos, liderados por aquel a quien ahora le toca hacerlo, es decir, el Gobierno de Zapatero.

Pero a veces da la impresión de que se niega al Ejecutivo esta capacidad de liderazgo, bien por los propios errores del Gobierno (que los hay, y bastantes), bien por intereses electoralistas de la oposición (que también los hay). Así se llegó a la multitudinaria manifestación del sábado 4 de febrero, que seguía a la no tan multitudinaria, aunque sí nutrida manifestación del 13 de enero. Y tengo para mí que algo más unitaria fue la primera en el tiempo que la segunda, aunque ninguna de las dos haya servido para cimentar esa unidad, tan largamente solicitada por la ciudadanía.

Por supuesto que los servicios correspondientes de la Comunidad de Madrid se pasaron ampliamente al estimar en millón y medio el número de manifestantes el pasado sábado convocados por el Foro de Ermua. Posiblemente, tampoco fuesen los menos de doscientos mil calculados por la Delegación del Gobierno (a veces da la impresión de que unos y otros nos toman por cabezas de ganado con las que se negocia); dejemos las cosas en sus justos términos, hablemos de "cientos de miles" de personas congregadas, no nos pillemos los dedos y vayamos a lo importante. Es decir, que hay bastante gente dispuesta a sacrificar un sábado por la tarde para decirle al Gobierno de Rodríguez Zapatero que no está de acuerdo con su política antiterrorista. Lo cual, considerando que la lucha contra el terror de ETA vuelve a ser prioridad, dicen las encuestas, entre las preocupaciones de los españoles, es algo digno de ser tomado en cuenta.
 
Una vez dicho esto, quien suscribe sigue pensando que en algún momento del camino habrá que sentarse a negociar con los terroristas. Al menos, con los que quieran negociar, que parece que no son todos. Pero habrá que hacerlo desde el realismo, no desde el voluntarismo; sin abandonar las medidas policiales, sin conculcar (ni forzar) la ley, sin insultar la dignidad de las víctimas (que, unos más que otros, claro, pero somos todos). Y sin insultarnos unos a otros, los del lado de acá quiero decir, que insultos hubo en demasía hasta ahora. Habrá que hacerlo, en suma, procurando salvaguardar todo aquello que no debe ser entregado, ni minusvalorado, ni menospreciado.

Desde este punto de vista, ese ejercicio bastante impecable de libertad que fue la manifestación de este sábado me entristeció un poco y me preocupó bastante. Allí se denigró la palabra "paz" y se dijeron, sobre todo por parte del señor Alcaraz, presidente de la AVT, algunas cosas bastante fuertes del presidente del Gobierno. Difícilmente me convencerán de que el señor Alcaraz es un ferviente entusiasta de la unidad de los demócratas para derrotar al terror, como seguramente encontraríamos ejemplos similares en el bando socialista.

Pero, por lo demás, bien haría el señor Zapatero en tomar buena nota de esta manifestación, no limitándose a pensar (o decir) que es apenas una provocación contra el Gobierno, como sugirió el portavoz monclovita. Seguramente hay que cambiar de métodos, de enfoques y de verbo a la hora de afrontar ese proceso --proceso es, guste o no guste-- de paz --es lo que se busca, lo quieran o no los representantes del Foro de Ermua; hemos llegado al extremo de condenar una palabra sacrosanta como es 'paz', Dios mío--. Sin duda, hay que reforzar la búsqueda de la unidad con el principal partido de la oposición, que es más importante que el PNV, lo que no quiere decir que los nacionalistas vascos no deban contar a la hora de alinearlos en este delicadísimo encaje de bolillos.

Tengo para mí que no es solamente el Gobierno socialista quien debe reconsiderar muchas cosas, desde luego. El 'no a todo', el 'díme de qué se trata que me opongo', la descalificación permanente del poder, se ejerza como se ejerza, tampoco deparará réditos electorales a un Partido Popular que a veces se echa en los brazos más inconvenientes. Y, claro, los medios, algunos tan alineados, deberían también comportarse, entiendo, con mayor comedimiento para, entre todos, labrar un camino que acabe con la derrota de esa pesadilla que nos ha afligido durante cuarenta años y se llama ETA. Yo estoy convencido de que lo lograremos...si de verdad lo queremos.

Estamos poniendo a Montesquieu a prueba: esta semana de reinicio de los trabajos parlamentarios, con los jueces acaparando muchos protagonismos, les toque o no hacerlo, con el Ejecutivo algo tocado y, sin embargo, negándose a propiciar en su seno los cambios más obvios, con los medios –en los cenáculos madrileños-- algo crispados, podría, debería, marcar el comienzo de algunos entendimientos entre una clase política que hoy parece absurdamente irreconciliable. Sin embargo, volviendo la vista hacia este fin de semana, hacia ese mes de enero nefasto que hemos abandonado, ¿cabe el optimismo aún?

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