La cita era en Bilbao, con el lema “Muévete por la paz”. Buesa llegó a acusar a Blázquez de “hacerle el juego a los nacionalistas vascos” en TVE, y Leopoldo Barreda (portavoz del PP vasco) dijo que la intención era “contraprogramar” al Foro de Ermua. Más allá fue la Fundación Gregorio Ordóñez que acusó a la Iglesia vasca, una vez más, de estar “más cerca de los terroristas que de las víctimas”.
Pero la realidad es que ese acto de la Iglesia vizcaína estaba convocado mucho antes de que el Foro Ermua preparase el suyo. De hecho, el diseño estaba efectuado antes del mismo atentado de ETA en Barajas: se hizo público el día 15 de diciembre, tal y como se puede comprobar en la web de la Diócesis que dirige Ricardo Blázquez.
Esa convocatoria se hizo al día siguiente de que Blázquez declarara durante un acto organizado por Europa Press que el proceso de de paz se encontraba en “una fase de penumbra”. Eran días de incertidumbre para el proceso, y los prelados vascos, siempre implicados en la búsqueda de una solución para el tema de ETA, querían hacer su aportación para reconducir la delicada situación.
Cada año por estas fechas, la Diócesis que comanda Blázquez celebra un acto llamado la “Globada por la paz”, que consiste en una suelta de globos y que va acompañada de un llamamiento concreto en cada ocasión. En 2006 había sido contra la pobreza, éste lo era por la paz. Por ese motivo, las críticas, además de injustas, parecen obedecer a una estrategia bien determinada que sería la de tratar de debilitar la imagen pública de aquellos obispos más flexibles en el caso vasco. Ahora es Blázquez, pero antes lo han sido Uriarte y Asurmendi. La circunstancia que se da esta vez es que Blázquez es, a la vez, el presidente de la Conferencia Episcopal.
De nada ha servido que el obispo de Bilbao haya exigido la disolución de ETA y que pida perdón a las víctimas, tampoco que el objetivo de la convocatoria fuera tratar de implicar a todos los ciudadanos en la búsqueda de la paz, para el PP eso es insuficiente. Quizás porque el discurso que agrada en Génova es el de parte de los obispos, como Cañizares o Rouco Varela, que jamás harán ofrecimientos como el que los prelados vascos han hecho alguna vez, el de estar dispuestos a ayudar en lo que sea posible para allanar el camino hacia la paz en Euskadi.