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La mezquindad de una maltratada

miércoles 13 de agosto de 2008, 10:20h
Ni siquiera el miedo puede justificar tanta ingratitud. Ni siquiera el pánico es argumento para esconder una realidad que afecta a terceros. En el hospital Puerta de Hierro un profesor universitario, Jesús Neira, se debate entre la vida y la muerte; se encuentra en coma, ajeno a todo lo que está ocurriendo a su alrededor. Una alimaña le dio a Jesús una paliza cuando éste trataba de impedir que la alimaña se la diera a una mujer indefensa.

Jesús arriesgó su vida, nunca mejor dicho, para salvar la de una mujer a la que no conocía de nada, pero que despertó su instinto de generosidad, de defensa del débil, de ayuda a la persona que estaba siendo maltratada. El profesor no pensó en el riesgo, no calculó las consecuencias de la heroica defensa de la víctima, y fue agredido brutalmente por el violento doble  agresor, que finalmente ha sido detenido, acusado de intento de homicidio, y que esta mañana declara en los juzgados de Majadahonda.

Junto a la tragedia que en el silencio del coma está viviendo Jesús Neira, se han producido otros hechos lamentables, protagonizados por la mujer en cuya defensa salió el agredido, empezando porque ésta no denunció a su agresor, lo que puede ser comprensible por miedo, pero cuando hay otra persona ajena, como Jesús, que ha arriesgado su vida para defender la integridad de esta mujer, la actitud de ella resulta incomprensible.

No para aquí la cosa, la señora en cuestión, sin un gesto de agradecimiento hacia su defensor, dice ahora que su pareja no la agredía, que estaban, simplemente, forcejeando, y añade que la culpa la tuvo el profesor por meterse por medio. Sólo le ha faltado decir que le ha pasado lo que le ha pasado por meter la nariz en un asunto que no le importaba, como si el auxilio a una persona en riesgo, la ayuda a un ser humano que está siendo agredido en plena calle, fuera una intromisión en la intimidad de la pareja. Ni siquiera el miedo, los antecedentes, las posibles amenazas, pueden justificar esta actitud ingrata, mezquina y casi insultante de esta señora que cierra los ojos a la realidad, desmiente que estuviera siendo agredida, dice que fue simplemente zarandeada, y culpa de la gravísima situación en la que se encuentra al propio agredido.

Flaco favor el que hace al resto de mujeres que sufren violencia de género y flaco favor el que hace a la llamada a la solidaridad ciudadana, a la colaboración, a la ayuda generosa. En este caso la mujer agredida no sólo ha tratado de encubrir a su maltratador, sino que no ha tenido ni un gesto de agradecimiento a la persona que salió en su defensa y que ahora se debate entre la vida y la muerte.
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