El presidente de la Xunta de Galicia, tras dos meses de marear la perdiz, escenificaba este mediodía un acto de suspense hitchcockiano. Eso sí, al galaico modo.
Emilio Pérez Touriño declaraba solemnemente, en una rueda de prensa –la segunda de la jornada—convocada a propósito, que piensa agotar la legislatura y, por tanto, no convocar elecciones anticipadas para este otoño. Dice el presidente socialista que no hay causas que lo aconsejen e invoca su contrato con los hombres y mujeres del país gallego para seguir gobernando con normalidad y sin utilizar en provecho partidista la prerrogativa estatutaria.
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La decisión de Pérez Touriño desoye no sólo las voces dentro de su propio partido, el PSdG-PSOE –la irritación de muchos cargos orgánicos se sigue manifestando en conversaciones privadas--, sino las de numerosos dirigentes federales (
José Blanco, incluido) del PSOE. Eso sí, el vicepresidente de Igualdad y Bienestar Social,
Anxo Quintana, cabeza visible del Bloque Nacionalista Galego y
Alberto Núñez Feijóo, presidente del Partido Popular de Galicia han respirado aliviados gracias al balón de oxígeno recibido casi in articulo mortis. Y no digamos el suspiro de alivio que habrá soltado
Mariano Rajoy al que unos comicios gallegos a dos meses vista le perjudicaban tanto interna como externamente.
Ayer miércoles, cuando
Rodríguez Zapatero escenificó su interesada visita a las obras gallegas del AVE en las inmediaciones de Santiago de Compostela, se notaba que el presidente del Gobierno, a quien Pérez Touriño le comunicó su decisión definitiva, no estaba muy contento con ella. De hecho, la cara de ZP era muy semejante a la que mostraba tras su último encuentro con
José Montilla, presidente de la Generalitat de Catalunya. Pérez Touriño, al igual que su colega catalán, debería tomar nota de que en un futuro –ya veremos si próximo o lejano— Rodríguez Zapatero acabará pasando factura.
¿Qué ha pretendido Pérez Touriño con su decisión de acabar la legislatura? De entrada, tras el reciente congreso de los socialistas gallegos, hacer valer su autoridad. Blanco, que no da una puntada sin hilo, se mantuvo voluntariamente en segundo plano. El vicesecretario del PSOE vio como Pérez Touriño ninguneaba de hecho a algunos cargos como el lucense
Ricardo Varela, conselleiro de Trabajo y hasta ese congreso secretario de Organización, ascendido –en el más puro estilo vaticano de promover para remover— a vicesecretario del PSdG-PSOE, cediendo cuota de poder a
Mar Barcón (una coruñesa que debe su ascenso en el socialismo gallego a
Francisco Vázquez el atrabiliario, atípico y populista ex alcalde de A Coruña) que es la nueva secretaria de Organización. De esta forma, Pérez Touriño quería demostrar su intención de, esta vez sí, hacerse con las riendas de un partido a cuya secretaría general había llegado nueve años antes casi por eliminación y como mal menor aceptado por unos y por otros.
Emilio Pérez Touriño, de momento y por razones que solo él conoce, decide completar técnicamente la primera legislatura del bipartito. Quizá al final de invierno próximo, en función de otras convocatorias electorales (los comicios vascos y europeos), se adelanten las elecciones gallegas, pero el acto de afirmación voluntarista ya está hecho. Pérez Touriño ha mostrado sus poderes. Pero lo ha hecho llevándole la contraria a una mayoría de la militancia más comprometida con el trabajo diario y a los pesos pesados del socialismo gallego, incluyendo a
Ismael Rego, otro lucense, portavoz parlamentario en la cámara autonómica. Desde mediados de abril pasado, Rego se había pronunciado públicamente a favor de unas elecciones anticipadas, en el punto y hora en que, en las elecciones generales del 9M, el PSdG-PSOE había subido un 6% sobre los resultados obtenidos en las elecciones autonómicas de junio de 2005.
Sólo queda por ver cuál será la actitud real del lucense José Blanco, vicesecretario del PSOE, siempre fiel a la máxima de
“sed sencillos como palomas y prudentes como las serpientes”. Algo que también deberá tener en cuenta Pérez Touriño.