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Revista de prensa

Relaciones exteriores... a lonja y madera

Relaciones exteriores... a lonja y madera

viernes 09 de febrero de 2007, 16:14h
La política exterior por estos días copa las portadas uruguayas. La visita de George Bush y el pedido de renuncia de la oposición al canciller, Reinaldo Gargano, son los titulares principales de los diarios. Claro, los encares son bien distintos. Para El País, “Gargano no renuncia y la oposición golea”; Últimas Noticias va un poco más allá y señala que “Negocian una salida elegante para Gargano”. En La República, en tanto, un categórico “Gargano ganó” afirma que “la oposición no encuentra cómo tirar” al canciller. Todos los diarios destacan la primera jornada de las Llamadas, la mayor fiesta de la raza negra en Uruguay.

“Borocotó chas chas”, repiten los uruguayos cuando quieren imitar el candombe, ritmo de tambores tradicional del Uruguay, creado por los esclavos en la colonia y verdadera banda de sonido de la capital uruguaya. Esa banda de sonido está más amplificada que nunca por estos días. El jueves y viernes se realizan las Llamadas, con 31 comparsas que desfilan por los barrios Sur y Palermo de Montevideo. Es la primera vez que se hacen en dos días, antes eran una sola noche al año, y todos los diarios afirman que la experiencia fue buena, aunque el mayor público se espera para hoy, viernes 9, cuando desfilan las mejores.
 
Pero la oposición no sólo se ocupa de Gargano... para la ministra de Salud, María Julia Muñoz, también hay y las tapas lo consignan. Un ex diputado colorado la calificó “de pituca” –giro local para ricachona- porque ella lo había acusado de gestionar más de 200 carné de asistencia gratuita. Es otro coletazo de la renuncia del senador Nicolini por haber usado uno de esos carné para operarse.

Pero los hombres uruguayos no sólo insultan a las mujeres. A veces son galantes. Incluso, demasiado. Eso es lo que le pasa a Gilberto Vázquez, procesado con prisión por delitos contra los derechos humanos en la dictadura. Parece que pasa las tardes piropeando a las guardias que lo custodian en la cárcel y, cansadas, las policías decidieron denunciarlo ante el juez. “De picaneador a picaflor”, titula La República.

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