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Menudo veranito aquel de 2012...

Menudo veranito aquel de 2012...

viernes 10 de agosto de 2012, 14:24h
Me ha dado por pensar, no sé, que la gente, incluso la que está disfrutando de sus vacaciones, este año está como más tristona. Todos me hablan de la que nos viene encima en septiembre y se intercambian vaticinios del BCE, del FMI, de las instancias europeas y de los propios expertos gubernamentales: coinciden todos ellos en pronosticar aún un par de años más de vacas flacas. Y eso, desde luego, nubla las cenas con amigos y hasta la música del chiringuito suena menos jaranera.

 El balance es, claro, aterrador: los españoles hemos perdido casi un cuarenta por ciento de nuestra teórica riqueza en tres años. Volviendo la vista atrás, recuerdo el agosto del año pasado, cuando tan desesperados estábamos ante la parálisis política y el declive económico: quién iba a sospechar que doce meses después íbamos a estar, o a pensar que estamos, considerablemente peor.

 Sin ánimo demoscópico, debo decir que no he hablado con una sola persona que se manifieste optimista ante el porvenir. Los jóvenes quieren largarse, los mayores piden que pase de ellos este cáliz, sabiendo que no es tan fácil que eso ocurra. En cada esquina vemos un 'se vende', 'se alquila', 'se traspasa' y los dueños de los restaurantes y bares te dicen que pierden casi un veinte por ciento de ingresos respecto al año anterior. El Gobierno parece desconcertado, la oposición lo mismo y la única salida política digna de mención que se ha registrado ha sido la arrancada del alcalde de Marinaleda y cómplices para robar un supermercado y ocupar una finca, mientras los suyos dicen, para justificar lo injustificable, que "la propiedad privada no es sagrada". 

Mala imagen la que España, pobre encima en medallero olímpico, da al mundo y a sí misma en este verano del 12, que será sin duda recordado (porque espero que el próximo no tengamos que registrar, como ahora, que el entonces presente es peor que el anterior) como un annus horribilis. Si nos angustia el futuro y nos encadenan las hemerotecas del pasado, ¿cómo vamos a vivir alegremente el hoy? Ya solo cabe un esfuerzo por generar una ilusión colectiva, y eso es algo que no pueden hacerlo solamente unos políticos que andan como ausentes, ni unos atletas que andan rácanos a la hora de conseguir medallas de valía, ni lo podemos hacer los medios informativos, por mucho que nos pidan, y nos empeñemos en complacer a quienes nos lo piden, que no carguemos las tintas en el tintero del catastrofismo.

Ha llegado la hora de hacer un llamamiento a la sociedad civil para que tome conciencia del momento y haga un esfuerzo colectivo para definir horizontes y llegar a ellos. Sí, pero ¿quién hará este llamamiento y definirá esos horizontes, hoy tan difusos?¿La Corona?¿unos gobernantes que han demostrado durante años que no creen en esa sociedad civil?¿Una intelectualidad que, contra lo que ocurrió en 1898, ahora no existe como interlocutor social? Esa, más que las angustiosas cifras macroeconómicas, es mi principal fuente de pesimismo en estos días: la España invertebrada, esa que componemos usted y yo y todos, no cree en nadie ni en casi nada a la hora de acatar llamamientos churchilianos. Probablemente, los voceros que pudiesen hacer tal llamamiento merecen esta incredulidad. Pero nosotros no nos merecemos tanta tristeza colectiva, solamente atenuada por el sol abrasador agosteño. 
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>> Lea el blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>   
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