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España, más amarilla (y más aislada), que nunca

miércoles 13 de agosto de 2025, 08:43h

José Luis Rodríguez Zapatero (ZP), el verdadero vicepresidente del gobierno en la sombra y embajador de facto ante China, es junto a su jefe, Sánchez, el artífice silencioso de esos voluminosos contratos con empresas chinas y especialmente con Huawei, a pesar de que tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE), recelan con más que fundadas razones de los íntimos vínculos de estas empresas con el aparato político de la China comunista, que las utiliza como punta de lanza para su introducción paulatina, pero inexorable, en las arterias de los sistemas políticos de aquellos países donde consiguen materializar contratos de cierta entidad. A cambio, claro está, no es difícil colegir un apoyo total del régimen chino a los mandatarios de esos países para su continuidad en el poder, como es el caso de Pedro Sánchez, hoy especialmente acosado por la corrupción familiar y de partido y, lo que quizás aún sea peor para él, despreciado por los ciudadanos españoles, incapaces de contener su furia y su cabreo cada vez que se encuentran frente al sátrapa cuando este se atreve a pisar la calle (eso sí, convenientemente protegido por su guardia de seguridad pretoriana, casi imperial).

Tanto Sánchez como ZP, los baluartes de esa izquierda socialista reconvertida en ultraizquierda woke y antinorteamericana, movidos más por su antipatía personal que por los intereses políticos de la nación, prefieren mirar para otro lado cuando de lo que se trata es de relacionar al régimen chino de Xi Jing Ping con detenciones de aquellos ciudadanos que osan criticarlo, con las consiguientes y sistemáticas torturas inmediatas, con la práctica de extracciones forzosas de órganos y asesinatos de los uigures de Xinjiang, los budistas en el Tibet o los activistas demócratas en Hong Kong.

Huawei (teóricamente una empresa privada con más de 150.000 empleados y también accionistas, aunque de aquella manera, en el rígido régimen chino), en realidad es una verdadera empresa estatal de cuya financiación se ocupa en primera persona el régimen para convertirla, pacientemente (es la idiosincrasia china….), en la punta de lanza de su ambicioso plan de influencia internacional frente a Estados Unidos. De ahí que tanto el país norteamericano como todos sus aliados , incluídos los europeos, vengan poniendo trabas a Huawei y traten de alejarla de sus infraestructuras críticas. Todos los países occidentales, digo, menos España que cada vez se va posicionando más en defensa de China y sus satélites (Cuba, Venezuela, Colombia, Brasil, Irán…), y paralelamente no le importe nada firmar compromisos con el gigante del Lejano Oriente, aunque –al menos por el momento-, sigue formando parte de la UE y de la OTAN.

Pero la renovación del contrato del gobierno español con Huawei (por valor de 12,3 millones), para gestionar las escuchas policiales autorizadas por los jueces españoles, las mismas comunicaciones policiales o la vigilancia de las vallas de Ceuta y Melilla ha sentado como una patada en el estómago tanto en Washington como en Bruselas y mucho me temo que las cosas no van a quedar en esta ocasión como si no hubiera pasado nada. Para empezar, Washington ya amenaza con romper cualquier tipo de colaboración en materia de inteligencia con el Gobierno español , algo que puede traernos consecuencias inmediatas en materia antiterrorista sobre todo de ese islamismo radical yihadista que aún sigue moviéndose con absoluta impunidad en diversas zonas de África. Y, no lo olvidemos tampoco, con el frente de Rusia abierto en una guerra que lleva ya camino de cumplir cuatro años frente a Ucrania , y con todo el norte del continente (Países Bálticos, Suecia, Dinamarca, Finlandia….), en máximo estado de alerta por aquello de que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.

Las primeras consecuencias del desmarque diplomático español de las relaciones de la UE con China no se han hecho esperar y España ya ha sufrido en estos primeros días de agosto 2025 una doble marginación en las reuniones sobre el futuro de la guerra ucraniana porque ha nuestro país no se le ha dado acceso a la cumbre de seguridad Estados Unidos-Europa (previa al encuentro entre Trump y Putin en Alaska sobre el futuro de Ucrania), ni a formar parte del documento conjunto firmado por Von der Leyen y líderes de Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Polonia y Finlandia. España, pues, ha perdido ya su condición de interlocutor fiable para nuestros aliados tradicionales.

Cambio estratégico

Desde la llegada de ZP al poder en 2004 se fue imponiendo un evidente cambio de estrategia en la política exterior española que,a partir de entonces buscó más el refugio en Pekín que en Washington, y poco a poco se fueron creando vínculos crecientes entre el poder político en España y el Partido Comunista Chino, al tiempo que se iba incrementando la relación con el Grupo de Puebla, aún más claramente fijada en estos últimos años con la llegada al gobierno de Pedro Sánchez y con el papel creciente de ZP como interlocutor privilegiado con la narcodictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.

El enfrentamiento de Sánchez con el resto de socios en la última reunión de la OTAN al negarse frontalmente a elevar el gasto militar español hasta un 5 % del PIB, por un lado, y el reciente y desalentador acuerdo de aranceles entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, negociado por la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, por otro, no han hecho más que reactivar esta tendencia del gobierno Sánchez a alejarse de la influencia del sinuoso e imprevisible Trump, y el acercamiento estratégico -ya sin tapujos de ningún género–, a Xi Jing Ping.

Ahora lo que estará por ver son las reacciones futuras concretas de nuestros viejos aliados europeos (Alemania, Francia e Italia sobre todo), y de los Estados Unidos, con este coqueteo descarado entre España y China.

Pero, conociendo el percal, tanto de Sánchez como de ZP, no sería ni mucho menos descabellado pensar incluso en que España tuviera que replantearse su permanencia en la UE y en la propia OTAN, un dudoso “negocio” extremadamente delicado que aún pronunciaría mucho más nuestro aislamiento político internacional entre nuestros socios occidentales naturales, y cuya ejecución ahondaría aún más en la desconfianza de los que han sido hasta ahora nuestros socios, y consecuentemente llevaría a España a la pura irrelevancia y al desprestigio más absoluto en el concierto geoestratégico internacional. Recuperar después esa confianza con posibles futuros gobiernos del PP no será cuestión de unos años sino , más bien y en el mejor de los casos, de varias décadas. Este será otro de los grandes legados sanchistas a la nación.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023) LInkedIn: https://www.linkedin.com/in/josé-miguel-vila-8642271a/

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