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La increíble y triste historia de un monarca feudal y un presidente del Gobierno

jueves 29 de febrero de 2024, 08:22h

La semana pasada Pedro Sánchez se marcó un viaje exprés a Marruecos en plena, airada y más que justificada protesta de nuestros agricultores y ganaderos porque su gobierno (también el nuestro), no defiende los intereses españoles en la UE. Se fue también después de su decisión de no acudir a Barbate tras el asesinato de dos guardias civiles, tampoco a su sepelio, ni a secundar un respetuoso minuto de silencio por ambas víctimas. El presidente, por el contrario, optó por acudir a la gala de los Goya en Valladolid y a un desfile de moda en el Ateneo madrileño primero, y algunos días después a cumplimentar al rey de Marruecos, Mohamed VI quién -por una vez y sin que sirva de precedente-, le ha permitido hacerse una foto con él.

Y, como siempre, Sánchez no pierde nunca la ocasión de emborracharse de sí mismo. Nada encuentra fuera de sí que le satisfaga más. No entiende, más bien no puede entender, que alguien pueda criticar desde fuera su actitud, sus decisiones, sus errores, sus palabras… ¡Pues no va y suelta en Marruecos que España va a invertir en el país vecino del sur 45.000 millones de euros hasta 2050!

A Moncloa le faltó tiempo para aclarar el error presidencial, aunque eso sí, echando balones fuera y diciendo en una nota aclaratoria que ante la lectura errónea de que esos 45.000 millones fueran inversiones españolas, esa cifra corresponde más bien a inversiones marroquíes sobre las que ya se habló en la reunión de Alto Nivel entre España y Marruecos celebrada en Rabat en 2023. Al lector no se le habrá pasado por alto el pequeño detalle de que no se trata de una lectura errónea de los medios, sino de un despiste, o traspié de Pedro Sánchez que, puesto a dar, ya que el Sáhara parece poco, ¿por qué no soltar a Mohamed unos cuantos miles de euros más?

Y, a más a más, que dirían sus socios catalanes, hasta el ministro de Transportes, Óscar Puente, tuvo que salir a X, antes Twitter, que tanto y tan bien maneja, para aclarar que “quien va a invertir 45.000 millones en sus infraestructuras es Marruecos, y quien opta a esos contratos son nuestras empresas. A eso fue Sánchez a Marruecos".

Ya digo que, como la semana le había ido tan bien al presidente español, tranquilizando a los agricultores con ayudas suficientes para que puedan seguir en lo suyo y no dedicándose a emigrar, por ejemplo al mismo Marruecos, o dejando de atender a los enfermos de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), esos hombres y mujeres que saben que tienen la vida tasada entre dos y seis años más desde el momento en que conocen el diagnóstico, y que ni él, ni sus diputados, ni los del PP, ni ningún otro partido del Congreso se dignaron acudir a escuchar a Juan Carlos Unzúe, exportero de fútbol y enfermo de ELA, que intentaba convencerlos de poner en práctica de una vez por todas esa ley que obligue a la sanidad pública a atenderlos como se merecen…. Digo que como esto no bastaba, va y suelta lo de los miles de millones para Marruecos.

A los españoles, de Sánchez lo único que nos interesa es saber qué diablos tiene en su móvil que le ha llevado al punto de entregar el Sáhara a Mohamed VI a cambio de nada. Marruecos alberga, incluso la esperanza (me resisto a escribir la seguridad), de que Sánchez acabará entregando también al país vecino la final del Mundial que organizaremos conjuntamente con él y con Portugal para 2030.

O lo mismo (y esto es algo que no he visto señalar a ningún medio) y ya que se va conociendo a nuestro presidente también por el mundo mundial, descartada ya su aspiración a ocupar la Secretaría General de la ONU, o la sustitución de su amiga Úrsula Von der Leyen al frente de la presidencia de la Comisión de la UE, me parece que a nuestro presidente no le va a quedar otra que hacerse con la dirección técnica de ese campo de hortalizas que SM el rey alauita ha creado en medio del Sáhara , probablemente pensando en el propio Pedro para el control total del uno, y la mayor gloria del otro.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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