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El segundo trumpirato

martes 18 de febrero de 2025, 18:59h

Que Trump es un bully, un ventajista y alguien que desconcierta las almas pacatas de Europa, lo sabemos todos. Lo inexplicable es que todos callen ante el matón.

No me refiero a responder con ñoñerías vestidas de no me mires que me ofendo, como Sánchez, sino a respuestas unívocas por parte de la UE. Es fácil entender que hispanoamérica se la tenga que envainar, al fin sus economías dependen en promedio un 60% de Estados Unidos y en este rubro se incluye la Venezuela que hace sonrojar a Europa, pues no hemos sabido conducir a la presidencia del país a un demócrata, fuera un medio pelo como Juan Guaidó o un anciano prematuro y desconcertado como Edmundo González.

Trump se cree Julio César o, peor aún, Alejandro Magno. Por supuesto, no tiene ni la milésima parte de su genio estadista ni, claro, una millonésima parte de su nivel intelectual. Trump es un zote: inculto, brutal, depredador y millonario nacido en cuna de oro. También es inteligente, impredecible y acostumbrado a salirse con la suya. Se cree imparable. Y lo será mientras Europa mamonee como lo está haciendo con líderes que se muestran perdidos y sin respuestas.

Necesitamos una UE con una sólida política exterior común. En Europa inventamos Occidente: las raíces judeocristianas, la tradición grecolatina que no sólo nos ha dejado los principios filosóficos sobre los que nos asentamos, sino también todo el desarrollo ulterior de los Derechos Humanos, y la democracia representativa. Somos la sociedad más avanzada del planeta. Los yanquis, perdóneseme la crudeza, son sólo unos pimpollos en la historia moderna, una nación con menos años que la casa de Unamuno en Salamanca, un país que aún no ha aprendido la ética del Estado del Bienestar.

En Europa también hemos sufrido lecciones muy duras de las guerras con que nos hemos autoflagelado desde el siglo IV hasta la primera mitad del XX en que llevamos al culmen la vieja tradición de matarnos entre nosotros. Ahora llevamos desde 1945 en paz, salvo las guerras yugoslavas de los 90, 80 años de paz. Este es el aprendizaje más importante.

El principal temor, hasta hace unos días, eran las guerras comerciales que está desatando Trump y que acabaremos pagando todos los consumidores incluidos los que le votaron, al fin, un arancel es (casi) como un IVA. Sin embargo, desde el anuncio de esa reunión Trump-Putin sin fecha para decidir qué hacer con Ucrania, y el ignominioso encuentro entre el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, en Riad, parece que los miedos se desplazan hacia la guerra armada, entre otras cosas porque en Europa nadie entiende por qué no estamos en esa mesa y por qué no está tampoco Zelenski si de lo que se está hablando es de su país. Trump juega al Monopoly y Europa se ha quedado tres turnos sin jugar.

Nuestros gobernantes no quieren reconocer que hemos tenido una década larga para mejorar nuestra aportación a la OTAN y a la defensa de Europa, pero hemos preferido subvencionar extravagancias como la gallina de Chulilla (Valencia), el lenguado senegalés o la comunidad hindú de Ceuta. Son ejemplos del submundo de las ayudas: hay 9,7 millones de subvenciones distintas en España por un total de 13.500 millones de euros y los 100 beneficiarios principales, 3.600 MM€ anuales, son empresas privadas.

Encontraremos el dinero porque el dinero está, sólo es necesario gastarlo con mejor cabeza. Lo que no estoy seguro que encontremos es el valor suficiente para que se nos caiga de la boca la palabra democracia y empecemos a practicarla: somos 27 países con gobiernos de distintos colores, pero con intereses comunes: hay que ponerse de acuerdo. Dejemos la verborrea buenista, prioricemos los intereses comunes y dotémoslos de presupuesto. Trump no nos tiene contra las cuerdas, es sólo un espejismo del matón del curso. Puede hacer mucho daño, pero sólo por 4 años. Y nosotros sabemos defendernos, así sea con la estrategia de Yo me llevaré 4 leches, pero tú te vas a llevar 3.

O ponemos pie en pared, pagamos nuestra defensa y marcamos claramente nuestra posición frente a Trump, o nos arriesgamos a que su segundo trumpirato se convierta en nuestra lápida de irrelevancia.

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