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La masa del pastel

miércoles 07 de junio de 2023, 18:04h

Ahora el mundo viene de una izquierda woke que ha maniatado la libertad individual y primado medidas minoritarias por encima del bien común, una izquierda beligerante que huye del consenso y que busca la imposición. Por supuesto, no es la izquierda del PSOE (digo PSOE, no Sánchez) sino ese grupúsculo semoviente que disminuye paulatinamente en cada votación y que, con un poco de suerte y de participación ciudadana, desaparecerá como polvo en ventarrón el próximo 23J. Me refiero, claro, a esa ultra izquierda, totalitaria en sus planteamientos, que no tolera otra opción que la imposición por cualquier medio de su doctrina sectaria.

Ni Sumar sumará ni Podemos podrá. Sus ideas despóticas y sus dirigentes taimados son refractarios a una sociedad mayoritariamente enmarcada entre la izquierda moderada y la derecha moderada que es a lo que ellos, en su malversación de la realidad, más temen y que han calificado falsamente como el bipartidismo: no hay ninguna ola reaccionaria y menos mundial, es solo que VUESTRAS IDEAS NO NOS GUSTAN. Joder, no es tan difícil.

Un sistema como el español, parlamentario y anquilosado en ideas del XIX es parte del problema, pero ni esta vez ni con estos actores es el momento de retocarlo. La ultra izquierda española, Podemos y lo que han hecho de una Izquierda Unida en manos de un galbanoso más cercano a burgués apoltronado que a digno sucesor de Julio Anguita o Pep Frutos, ha tomado las ideas del matrimonio Laclau y las ha llevado a un extremo que a sus autores, ya de por sí extremistas, les habría asustado por lo ex/céntrico.

Es vox populi (y vox Dei como remata el aforismo) que aquello de las balas a Iglesias fue un autogol y hoy, el escapista ideólogo que no acepta su papel de ciudadano sin responsabilidad política más allá del compadreo chismoso, quién sabe qué otras maldades nos tiene reservadas para los próximos 50 días porque él, como todos, sabe que su formación probablemente morirá en el intento.

El totalitarismo de Podemos y sus satélites es contrario al sentir de la mayoría de españoles y lo ha sido siempre, no en vano apenas representan al 3% de la población, el 8% en coalición con IU que, antes y sola, obtenía el 12%. Su pretensión, vieja por lo orwelliana y conocida por lo estalinista, es eliminar al individuo y sustituirlo por un Berlín Oriental 2.0 igual de marxista que el de 1960.

Para ellos, cualquier medio está justificado, espiar el móvil de una colaboradora, retener pruebas a la fiscalía, cambiar los estatutos para subirse el sueldo, señalar con nombre y apellido y pactar con renegados. España no es un país plurinacional, signifique lo que signifique, ni los españoles estamos mayoritariamente ofendiditos por nada.

Ni somos tan simples como para aceptar sin más que en una región de España se crean, como los cerdos de Orwell, más iguales que los demás. Que nuestra índole tolerante permita la existencia de indepes y bildutarras no supone aceptar que nos digan cómo debemos vivir. Que la coyuntura política sea un gobierno inestable al que tienen cogido por los quebrantos no quiere decir que los que somos gente estemos de acuerdo.

Una vez más, se trata de elegir al menos malo de los candidatos, y solo hay dos, Feijoo y Sánchez. La responsabilidad, por jodido que sea, reside en elegir uno, el que sea, para que obtenga mayoría suficiente y gobierne sin la hipoteca filoterrorista, el desvarío onírico independentista o la involución en un siglo de historia que suponen los woke de Podemos. Y es que no estamos casados ante Dios con ningún partido. Ni un voto tiene poder más allá de cuatro años. Esto no va de lealtades inquebrantables, sino de elegir un parlamento que represente lo que sentimos por dentro. Así se avanza y se progresa.

El discurso buenista, infantil y facilón de las minorías, preteriendo a gitanos, viejos y clase media, es fácil por lo sentimental de la matraca tuitera. Pero es falso, y no porque no haya que respetar a todos hagan lo que hagan con su entrepierna, sino porque olvida y abandona lo más importante: el corpus social.

La lluvia de chuches para que los jóvenes vayan en Interrrail, no paguen alquiler por vía okupación, cheques para pagar sus rentas o descuentos en videojuegos, son espejismos: lo que necesitamos es cuidar a los viejos, facilitar el acceso al trabajo, mejorar las ayudas a las familias de clase media e impedir que con 50 años se sea un estorbo. Después ya pondremos guindas en el pastel pero, de momento, peligra el pastel. Yo se lo diré alto y claro el 23J.

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