www.diariocritico.com

La deuda maragata

miércoles 20 de marzo de 2024, 10:40h
Concha Espina, libro, película y maragatos
Concha Espina, libro, película y maragatos

Se cumplen 110 años desde la aparición de una mítica novela, La esfinge maragata, que en 1914 consagró a la escritora, poeta y dramaturga santanderina Concha Espina, como una de las grandes autoras españolas de la generación puente entre la del 98 y la del 27. La Real Academia Española de la Lengua reconoció el valor de la obra otorgándole el Premio Fastenrath, su entonces más prestigioso galardón literario, para convertirla en la primera mujer en obtenerlo. Casi inmediatamente, La esfinge maragata fue traducida a inglés, alemán, ruso e italiano, lo que proporcionó a la escritora una extraordinaria visibilidad internacional y la atención de la crítica especializada.

El fenómeno parecía venir a derribar de un solo golpe muchos tabúes machistas. Además, con un relato donde precisamente se denunciaba el ominoso sistema patriarcal opresivo y la consideración de la mujer como un simple objeto de mercadeo social, pero, como tantas veces, la prédica y el trigo no fueron juntos. Su nombre fue reiteradamente propuesto para ocupar un sillón en la Academia, pero tal cosa nunca sucedió. Además fue candidata al Premio Nobel de Literatura en varias ocasiones y en su edición de 1926 todo apuntaba a que le sería otorgado, lo que hubiera supuesto ser la segunda mujer en la historia que lograba el preciado galardón, tras la sueca Selma Lagerlöf, quien lo obtuvo en 1909; pero héteme aquí la Real Academia Española no le concedió su decisivo voto, que otorgó a la escritora sarda Grazia Deledda.

A pesar de todo, Concha Espina había logrado dar a conocer al mundo a un colectivo humano extraordinariamente peculiar, el de los maragatos que habitan la región leonesa de La Maragatería, con el que debiéramos mantener una deuda de gratitud eterna por todo su legado de costumbres ancestrales y por su dedicación señera a la trashumancia comercial, que a lo largo de siglos realizaban sus arrieros en reatas de mulas que transportaban productos y elementos de cultura popular de unas regiones a otras. Aunque distintos estudios estiman que no más de un 20% de la población maragata se dedicaba a la arriería, su fama de eficacia y honradez llegó a ser extraordinaria. Ya en 1367, Enrique II, rey de Castilla y León, les concedió la exención del “pago de portazgo”, el impuesto que había que abonar al entrar en una población, y centurias más tarde la Corona de España llegó a confiarles el traslado del oro y plata que llegaba desde Indias hasta la Corte, así como la recaudación de impuestos en ciertas zonas, valores que los muleros maragatos aseguraban con su propio patrimonio.

George Borrow, el original personaje que entre 1835 y 1840 se dedicó a imprimir y vender Biblias protestantes en la tan muy católica España, cuya ciudadanía le apodó cariñosamente “Don Jorgito el inglés”, los retrata, en su libro de memorias The Bible in Spain, como: “… taciturnos, serios y de temperamento flemático”.

Las teorías sobre la denominación y origen de este colectivo son múltiples y los historiadores no han logrado llegar a un consenso. Algunos consideran que el apelativo maragato podría derivar del latín mericator. Otros, como el Catedrático de la Universidad de León Laureano Rubio, cree que el nombre surgió por la circunstancia de que habitualmente transportaban productos desde Galia, el mar, hasta los “gatos” de la capital. Por su parte, el fraile benedictino Martín Sarmiento, estima que maragato vendría de los maurellos, pueblo evangelizado por los suevos, mientras que el arabista Reinhart Dozy los intenta hacer herederos de un grupo bereber que, tras la invasión musulmana de la península, se convirtió el catolicismo.
Por lo que respecta al arqueólogo Eduardo Saavedra su apuesta es por un origen celta, debido a las similitudes del rito nupcial, que detalla una de las primeras grabaciones de Televisión Española, pieza de 1949, con una comitiva que marcha al son de la chifla y el tamboril para llevar al novio, de “agradable prestancia”, a la casa de la novia: “… pudorosamente arrebujada en lujoso manto”, y, tras tocar vigorosamente la aldaba, clamar a voz en cuello: “Venimos a cumplir una palabra empeñada”, que desde dentro se responde de manera ritual: “Pasad y cumplidla en buena hora”. Realizados estos trámites, el cortejo se acerca a la iglesia donde el cura casa a la pareja en la puerta del templo. Un año después, en 1950, La esfinge maragata de Concha Espina fue llevada al cine por el director Antonio de Obregón, en una primorosa película protagonizada en sus principales papeles por la bellísima Paquita de Ronda y unos apuestos Luis Peña y Juan José Martínez Casado.

Pero durante el siglo XVIII, el de la Ilustración y las expediciones marítimas, algunos de estos maragatos ya habían emigrado a la Patagonia atlántica, donde fundaron Carmen de Patagones, el enclave más austral de la provincia de Buenos Aires, Argentina, y posteriormente la ciudad de San José de Mayo, en el actual Departamento uruguayo de San José. Los residentes en ambos entonos siguen recibiendo el gentilicio de maragatos; algo de lo que se hizo eco “el morocho del Abasto”, Carlos Gardel, en su tango Maragata, que empieza diciendo: “Juntando unos macachines/ una mañana te vi./ Desde entonces, maragata/ me muero pensando en ti”.

Cecinas Nieto, Casa Pepa y Archivo Gráfico de la Era PopA finales del siglo XIX y principios del XX, con la llegada del ferrocarril y otros medios de transporte, los arrieros maragatos abandonaron la deambulación por los caminos y se establecieron en Galicia y Madrid, para dedicarse a florecientes negocios de pesca y pescadería. Antes, nos habían regalado un plato señero de la cocina española, el Pulpo a la maragata, con el octópodo cocido cortado en trozos y aliñado con aceite de oliva y pimentón Astorga. Catedral, Hojaldres y Palacio Episcopalextremeños, que mucho tiempo después los gallegos hicieron suyo y pasaron a nominar como Pulpo a feira. En su ámbito geográfico y cultural, dejaron en herencia dos productos: los hojaldres o mielitos de Astorga y la sublime Cecina de León, junto a un plato, el Cocido maragato, cuyos tres ortodoxos vuelcos van cayendo al revés que en el tradicional madrileño: primero las carnes, luego garbanzos y verduras, y final de sopa con fideos Cabellín.

Para honrar la memoria maragata, quien esto escribe recomienda vivamente tomarse los hojaldres en un banco público de Astorga, con vistas a la Catedral de Santa María, síntesis de estilos gótico, renacentista y barroco, y al Palacio Episcopal, obra de Antonio Gaudí, de estética pre-Disney. La cecina, siempre de Cecinas Nieto, sello cumbre de calidad, y a ser posible de su marchamo Premium, con más de 18 meses de curación, en Casa Pepa, posada real y casona maragata del siglo XVIII, sita en Santa Colomba de Somoza, donde también se halla un museo, el Archivo Gráfico de la Era Pop, que custodia la colección, única en el mundo, de materiales recogidos durante décadas por Casa Juan Andrés, Cocido maragato y Castrillo de los PolvazaresAlejandro Díez Garín, cantautor de bandas míticas como Los Flechazos, sumo referente de la escena mod española, y Cooper, conocido artísticamente como Alex Cooper. Para “ir terminando, amiga”, que diría María Teresa Campos, embaule solemne de Cocido maragato en Casa Juan Andrés, restaurante embutido en un casoplón maragato de Castrillo de los Polvazares, donde se rodaron los exteriores de La esfinge maragata.

Y, de postre, Natillas locales y un hurra para Concha Espina, cuya lectura nos ha traído por estos mágicos pagos.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios