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Donald Trump y Benjamin Netanyahu
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Donald Trump y Benjamin Netanyahu (Foto: The White House)

¿Qué hacer con el plan de paz de Trump?

jueves 02 de octubre de 2025, 14:27h

El plan de paz presentado por el presidente estadounidense Donald Trump para detener la destrucción de Gaza, supuestamente ha sido aceptado por el líder de Israel Benjamín Netanyahu. Por eso muchos medios de comunicación lo presentan como un plan de paz conjunto de ambos mandatarios. Sin embargo, este supuesto ha sido puesto en duda tan pronto como Netanyahu ha regresado a Israel.

Esta es la primera deficiencia del plan. Se supone que para que un acuerdo sea eficaz debe ser realizado por todas las partes directamente implicadas. Pero en esta ocasión no han participado los representantes palestinos, los países árabes implicados y, para colmo, el representante de Israel parece no sentirse muy comprometido. No obstante, aunque este plan sea una iniciativa unilateral de Trump es legitimo preguntarse por su contenido sustantivo para detener el conflicto.

El texto de los veinte puntos, comienza con una declaración general de propósitos “Gaza será una zona libre de terrorismo, desradicalizada, que no representará una amenaza para sus vecinos”. Pero luego entra pronto en materia: el punto 3 dice: “Si ambas partes están de acuerdo con esta propuesta, la guerra terminará de inmediato. Las fuerzas israelíes se retirarán a la línea acordada para prepararse para la liberación de rehenes. Durante este tiempo, se suspenderán todas las operaciones militares, incluidos los bombardeos aéreos y de artillería, y las líneas de batalla permanecerán congeladas hasta que se cumplan las condiciones para la retirada completa por etapas”. Y el punto 16 remacha esa idea capital: “Israel no ocupará ni se anexionará Gaza”.

Es decir, en términos sustantivos, todo indica que la aceptación del acuerdo por las partes implica un alto el fuego inmediato y que Israel acepta que Gaza no pasará a formar parte de su territorio. Algo que tiene valor en sí mismo y que significa, además, un cambio radical en el relato sobre las pretensiones de Israel manifestadas por su gobierno.

También es destacable que la entrega de los rehenes por arte de Hamás, tiene efectos pertinentes al otro lado: “Una vez que todos los rehenes sean liberados, Israel liberará a 250 presos condenados a cadena perpetua y a más 1.700 gazatíes que fueron detenidos después del 7 de octubre de 2023, incluidas todas las mujeres y niños. Por cada rehén israelí cuyos restos sean devueltos, Israel entregará los restos de 15 gazatíes fallecidos.”

Varios puntos tratan sobre la ayuda a la población de forma compleja. Ahora bien, en cuanto a la desmovilización militar, la propuesta es taxativa: Hamas entregará todas sus armas, así como toda su infraestructura militar, y quienes se desmovilicen obtendrán la amnistía, pudiendo quedarse en Gaza o marchar de forma segura fuera de la franja.

El plan se hace más complejo en cuanto a la gobernación de Gaza. Se parte de un propósito aspiracional: “Hamás y otras facciones acuerdan no desempeñar ningún papel en el Gobierno de Gaza, ya sea de forma directa, indirecta o de cualquier otro modo”. Puede que eso sea factible en términos formales, pero que se suprima la influencia de Hamas no es otra cosa que una aspiración.

Es la arquitectura institucional la que muestra mayor complejidad. Se propone un gobierno ejecutivo que se hará cargo de los servicios públicos, compuesto por palestinos de carácter “tecnócrata y apolítico”, así como de expertos internacionales. Pero este gobierno ejecutivo será supervisado por un cuerpo de jerarquía superior, la Junta de Paz, presidida por Trump e integrada por exmandatarios externos, “incluyendo al exprimer ministro Tony Blair”. Esta institucionalidad transitoria será sustituida por una Autoridad Palestina cuando se hayan llevado a cabo los objetivos y reformas planteadas para lograr una Gaza palestina estable, “que no suponga una amenaza para sus vecinos.” No se dan plazos concretos ni fechas tentativas en este proceso.

En el plano específico de la seguridad pública, la complejidad no es menor. De inmediato, se plantea una fórmula tradicional de postconflicto: una fuerza internacional compuesta en este caso por Estados Unidos y sus “socios árabes e internacionales”, denominada “Fuerza Internacional de Estabilización” (ISF por sus siglas en inglés) que “entrenará y dará apoyo a las fuerzas policiales palestinas”, las cuales “serán la solución a largo plazo para la seguridad pública interna” (punto 15). Hasta aquí se trata de algo muy parecido a la fórmula regular para situaciones de postconflicto.

Pero el punto siguiente descubre que este proceso se realiza sin que se hayan retirado las fuerzas militares de Israel. “En la práctica, las fuerzas militares israelíes entregarán progresivamente el territorio de Gaza que ocupan a la ISF, de acuerdo con un acuerdo que alcanzarán con la autoridad de transición, hasta que se retiren completamente de Gaza”. Es decir, que las fuerzas militares de Israel habrán dejado de atacar, pero mantienen su presencia durante todo el arranque del proceso y por un plazo no determinado. Este punto 16, que emborrona el punto anterior, representa una clara concesión a Israel, que se convierte así en el verdadero reaseguro de la fórmula postconflicto.

Ante esta situación, cabe la pregunta acerca de la perspectiva sobre la resolución de Naciones Unidas acerca de los dos Estados, o, dicho en breve: ¿qué hay sobre el establecimiento de un Estado Palestino? El penúltimo punto del plan trata de este asunto de una forma extremadamente ambigua: “A medida que avanza la reconstrucción de Gaza y se lleva a cabo fielmente el programa de reformas de la Autoridad Palestina, es posible que finalmente se den las condiciones para un camino creíble hacia la autodeterminación y la creación de un Estado palestino, lo que reconocemos como la aspiración del pueblo palestino”. Dicho en breve, no se cierra la puerta, pero ese asunto ya se verá mucho más adelante.

En suma, la propuesta de Trump no presenta los elementos cabales de un plan de paz, pero viene a romper con el relato de Israel sobre el alto el fuego y la anexión de la franja. Por eso no es extraño que los ministros más ortodoxos del gobierno de Netanyahu la hayan rechazado de plano. Se trata de un plan demasiado apegado a los intereses de Israel y que trata a los palestinos como población derrotada. Pero cabe preguntarse cuándo es que los planes de alto el fuego no estuvieron condicionados por la descarnada correlación de fuerzas. Si esta propuesta de Trump consigue detener la masacre, será virtualmente la única alternativa realmente existente a la continuación del genocidio.

Pero la aceptación de esta penosa conclusión, movida por la ética de la responsabilidad, no significa que la comunidad internacional deba mantenerse inerme y paralizada. Es posible y exigible una aceptación del plan desde una perspectiva activa. Diversas instancias internacionales, desde Naciones Unidas, pasando por la Unión Europea, la Unión de Estados Árabes, así como de la sociedad civil, pueden constituir entidades de seguimiento del plan, que signifique tomarle la palabra a Trump (lo cual es bastante arriesgado) en los asuntos cruciales, exigiendo la concreción de plazos y fechas de cumplimiento, así como realizando misiones de observación directa. Esto requiere de mucho empeño y dedicación, eso es indudable y lo peor es que su éxito no está garantizado. Pero la alternativa es continuar con este proceso lento de presión sobre Israel, con acciones visibles, pero no muy efectivas, hasta que -como dice Josep Borrell- no quede de Gaza sino una tierra arrasada.

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