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Imagen de Mónica Miranda en El turbio caso de Miranda T
Imagen de Mónica Miranda en El turbio caso de Miranda T

Mónica Miranda desvela 'El turbio caso de Miranda T.'

sábado 23 de enero de 2016, 21:51h

El Off de La Latina (en la madrileña calle Mancebos, 4) acoge desde principios de año, cada viernes, la representación de un relato de crónica negra, en forma de monólogo, de Roberto Terán ‘El turbio caso de Miranda T.’. La única actriz sobre el escenario es Mónica Miranda, a quien ya pudimos ver en ese mismo escenario hace algunos meses en ‘Sunshine’ (http://www.diariocritico.com/ocio/teatro/critica-de-teatro/critica-teatral/474949). Ya nos percatamos entonces de que Mónica dispone de recursos actorales suficientes para llevar adelante ese delicado papel de reina de las cabinas eróticas, y ahora nos la encontramos aquí encarnando a una aún joven actriz que ha muerto en extrañas circunstancias y que, desde el más allá, vuelve al escenario para contar a quien se acerque por el Off de La Latina, las verdaderas circunstancias que causaron su muerte.

La escenografía del montaje es muy sencilla: un barreño de cinc con agua, donde se encuentra acurrucada la actriz y un pequeño maletín de cuero donde hay también una chaquetilla negra. Mónica lleva un vestido negro corto y medias negras caladas con dibujos. La actriz se pasa los más de 60 minutos de la función chorreando agua, de la cabeza a los pies, descalza y moviéndose continuamente, gesticulando, adoptando diversos papeles en ciertos momentos, y casi sin parar de hablar... Y justamente en esos breves instantes, lo que suena es música original, creada expresamente para la función, cuya letra y música complementa lo que Mónica cuenta en escena. Detrás de la música y la voz de todos los temas figuran Javier Bergia, Balta Cano, Ana Salazar, Guillermo Mcgill, Diego Montoto, Paco Cifuentes y MR Kilombo.

La muerte es el punto culminante de la vida”, comienza diciendo Miranda, que cuenta al público, después de muerta (de forma extraña), los recuerdos de su vida, e incluso le descubrirá la verdadera razón de su muerte. Miranda ha sido una actriz que, no solo ha rozado el éxito, sino que lo ha disfrutado, ha coqueteado con todo y con todos, y ha llevado una vida de lujo, incluso en el terreno amoroso, ya que no se ha privado de tener varios amantes. Y así durante toda su vida profesional, hasta el mismo día de su muerte, que la alcanza en un momento en el que está junto a su marido -de quién, por cierto, hace tiempo que está en proceso de separación-, y de su último amante. Pero, aunque parece que la vida le sonríe, Miranda se siente sola y está ya harta del “precio de la fama”... Eso explica el por qué de su tristeza interior y su adicción al alcohol y a las drogas de diseño...

“Los recuerdos de la vida caben en una pequeña maleta”, confiesa Miranda. “Antes de venir a esta ciudad, Miranda tenía una mirada limpia…”, y comienza a recordar algunos episodios clave de su vida, especialmente a partir de su mayoría de edad, 18 años. Y cada uno de esos recuerdos -que la han marcado indeleblemente - mueven a la famosa y desgraciada actriz a formularse una nueva pregunta directa que, a su vez, ella traslada al espectador, mirando directamente a los ojos de algunos de ellos, los situados en las primeras filas. Esos interrogantes los formula para reforzar más aún la turbación o la sacudida que le han provocado en ese momento de su vida: ¿qué preferiríais: no tener ningún deseo o tener todos a la vez?; ¿qué preferiríais: no tener sexo jamás o durante una semana ser el objeto sexual de una tribu lejana?; ¿qué preferiríais: ser totalmente anodinos o que todo el mundo os mirase?; ¿qué preferiríais: que nadie os mirara lascivamente o que todos, incluido tu padre, te mirará lascivamente?...

Y, así, entre pregunta y pregunta, rememora sus inicios como actriz, aún no despojada de su ingenuidad (delicioso ese momento…), que acude a su primer casting con al ánimo de ser escogida como intérprete de Blanche Dublois, la protagonista de ‘Un tranvía llamado deseo’ de Tennessee Williams, obra que luego representaría durante 4 años y confiesa que había llegado a odiar al público... (“hoy quiero estar sola, si ellos necesitan tempestad, yo solo quiero calma”).

“…Miranda, ¿qué te pasa? -continúa más adelante la actriz hablando consigo misma- Ya no irás atrás... Miranda, ya no has tenido reparos en hablar, en hablar... Ahora no puedes parar, sigue contando. Miranda, eres inmortal. Vamos, Miranda, recuerda, queremos saber el final...”. Y ese final, por supuesto, es desvelado por Miranda después de una hora larga de esfuerzo físico y emocional que Mónica Miranda va construyendo con convicción, fuerza y desdoblándose en varias ocasiones en los personajes a los que hace alusión, incluso a las diversas fases del suyo propio (Miranda niña, Miranda, jovencita, Miranda adulta…). Y, por señalar una sola de esas escenas, en donde la actriz está especialmente acertada, déjame que apunte a esa en la que, durante una noche de borrachera conoce a un cubano tan alto como guapo (1,90 metros de humanidad) y no es capaz de dar un paso con él -si no es a cuatro patas- para intentar culminar la noche con él en posición horizontal.

Un montaje, en fin, entretenido, en el que Mónica Miranda levanta un papel durísimo, del que sale más que bien parada del empeño. Y, si hay que poner un pero, hay que apuntar al tamaño del escenario. Es muy pequeño y, seguro que de haberlo visto en otro de mayores dimensiones, las facultades actorales de Mónica aún habrían sobresalido más.


‘El turbio caso de Miranda T.’

Autor y director: Roberto Terán

Intérprete: Mónica Miranda

Productor musical: Diego Montoto

Off de La Latina (Madrid)

Hasta el 26 de febrero de 2016

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