Se suele decir que en España y, por extensión, en Europa, somos algo cerrados y excluyentes a la hora de recibir a otros extranjeros que entran en nuestras instituciones o, más en concreto, en empresas con gran anclaje social como es un club de fútbol. Sucedió cuando el ucraniano
Dimitri Piterman compró el Alavés y después entró en el Racing de Santander, un equipo que intenta impulsa la idiosincrasia cántabra, como otros clubes que representan a una ciudad, una región o una comunidad autónoma. Pues bien, tras la salida de Piterman, el Racing se blindó con gente de la tierra, pero hace escasas fechas, y con mucho ruido, volvió a sucumbir al dinero de un extranjero. Hablamos del magnate indio
Ahsan Ali Syed, de quien se ha criticado lo mismo que a Piterman: un rico al que le apetece tener el capricho de comprar un club de fútbol para cumplir su sueño, pero que jamás ha tenido vínculos con la institución.
Ese proceso de desnaturalización ha comenzado el pasado lunes con el despido de su entrenador,
Miguel Ángel Portugal, quien además de haber conseguido como director deportivo y, posteriormente como técnico, mantener durante años al Racing en la máxima categoría del fútbol español, había obtenido méritos como impulsar la cantera. Ahí está el caso de
Sergio Canales, en quien confió cuando éste tenía tan sólo 17 años y ahora es jugador del Real Madrid. Pero no es suficiente para Ali Syed, quien ha cometido su primera temeridad al frente del Racing.
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