Bush, maldito Bush, vete y no vuelvas

Solamente con indignación podemos despedir un año en el que George Bush ha brillado a su altura: caos en Irak –el país que él ha destruído--, empeoramiento de las cosas en Oriente Medio --¿qué ha hecho él para mejorarlas?--, tensión máxima entre las potencias nucleares India y Pakistán…Claro que no podemos, ni sería de justicia, culpar al presidente norteamericano saliente de todas las catástrofes políticas que el mundo arrastra desde hace medio siglo, pero sí podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el paso de Bush por la Casa Blanca ha empeorado todos los escenarios internacionales y nacionales. Incluyendo el económico, donde su falta de vigilancia, su entreguismo a los más salvajes tiburones, ha facilitado, o quizás agravado, una crisis económica sin precedentes. Menos mal que se marcha y ya no volverá, puede que, en lo que se refiere a estos pagos, ni siquiera para pronunciar aquí conferencias magníficamente remuneradas.

A Bush lo apoyaron aquí, en España, algunos políticos y ciertos periodistas que hicieron de la reacción su divisa. Hace tiempo que ya no se atreven a defenderlo o lo hacen con la boca chica. No es cuestión de ideologías, aunque el ultraderechismo –eso es: ultraderechismo—sea su divisa. Resulta increíble que el hombre más poderoso del mundo fuese un auténtico indocumentado, sin la más mínima cultura geoestratégica o histórica, un individuo primario que representaba lo peor de la América profunda. Y lo más corrupto: véanse, si no, las trayectorias de algunos de sus lugartenientes. Menos mal que la sabiduría política de los norteamericanos nos ha librado de una vicepresidenta-to-be, Sarah Palin, que hubiese sido aún peor de lo mismo, de la mano del veteranísimo McCain.  

Se acaba la ‘era Bush’ –terrible este fin de semana de luto y sangre para escenificarlo--, llega la ‘era Obama’. Imposible no saludarla casi con alborozo, aun en medio de las recelos y aprensiones más lógicos. Los Estados Unidos, una democracia admirable en todo aquello que no tenga que ver con los aspectos penales, y con el propio poder casi omnímodo de su jefe de Estado, han sabido imprimir un giro de casi ciento ochenta grados a sus destinos. Aunque quién sabe si todo venía ya de lejos, de cuando Al Gore perdió porque…Pero dejémoslo estar: a nada conduce ahora una revisión de todo aquello, de aquellas trampas. El caso es que Bush se marcha para siempre y, desde nuestro humildísimo rincón, que no deja –véase el ruido que están haciendo los aterrizajes y despegues de los aviones de la CIA en suelo español—de ser una parte del Imperio, le decimos adiós, mirando hacia atrás con cierta ira y hacia adelante con cierta esperanza. 

Bush, este Bush, sí que hubiese merecido ser el im-presentable del año 2008 de nuestro periódico. Nosotros anunciaremos este domingo un im-presentable mucho más modesto. Un im-presentable nacional; nuestro galardón lo reservamos para gente en el fondo reinsertable, no cómplice de delitos mayores, como los que ocurrieron en ese desgraciado ex- país llamado Irak. Bush no es el im-presentable de 2008; es un terrible, horrible, cruento, im-presentable de toda una era. Menos mal que se ha ido. Nos deja con un escalofrío recorriendo nuestra espina dorsal. ¿Cómo es posible que alguien así, tan predecible en su barbarie, haya podido convertirse en el hombre más poderoso del mundo? Por eso, precisamente por eso, el escalofrío.