El abono albacetense, después de varias tardes de toros descastados, aborregados y flojos, escaso lucimiento y regalos orejeros, se recuperó en parte este jueves. Porque, sin que sucediera nada grande, al menos pasaron cosas en el ruedo, donde pocas veces se desvió la mirada de los espectadores. La razón es clara: salieron por chiqueros animales con la divisa de Victoriano del Río de buena presencia, incluyendo los pitones, y varios con el don de la casta. Eso sí, la terna no los aprovechó como merecían y todo quedó a medias, aunque Emilio de Justo, que cortó un trofeo de ley, y Tomás Rufo, entregados, se lucieron en uno de sus enemigos. Mientras que a Castella se le obsequió desde el palco presidencial con una de esas orejas devaluadas y bochornosas.
Ua corrida de toros. Con un mezcolanza de momentos muy atractivos y otros menos, pero con el protagonismo del elemento fundamental de la Fiesta: el toro. Y, claro, por aquello de que en el país de los ciegos el tuerto es el rey, el espectáculo sin ser para tirar cohetes sí se semejó a lo que deber ser una función táurica. Merced a que se lidió un conjunto desigual en trapío, pero siempre con el mínimo para esta plaza, que en general cumplieron ante el penco y que dentro de su nobleza no eran los bobalicones que hasta ahora hemos sufrido día sí y día sí.
Adornados con la casta la mitad de los bicornes -como se les podía denominar por sus astas íntegras o casi- que fueron 3º, 4º y 6º, su lidia transcurrió sin que se perdiera detalle desde los tendidos. Porque, sin pedir el carnet de torero a sus respectivos matadores, exigían entrega, técnica y buen toreo. Lo que no ocurrió en la medida que debía exigirse, sobre todo en ese cuarto, con el que Castella empezó bien, incluso dando la impresión de que jugueteaba con el animal.
Fue un espejismo, ya que el francés continuó de forma mecánica y ventajista en una labor a menos que el público siguió también a menos, lo que tras una estocada baja no impidió a la usía regalarle una de 'sus' clásicas orejas de escaso fuste. Tampoco Castella destacó en el noble primero, de gran fijeza, salvo en una tanda final de naturales.
Los otros dos bureles con casta correspondieron a Tomás Rufo, quien salió arreando ante el tercero -que se enceló en el caballo- con templadísimos delantales ganando terreno, para iniciar su labor muleteril de hinojos con redondos de mando y el animal imantado a la muñeca del coletudo y que repitió de inmediato en el platillo, ya en pie, con idéntica ligazón y mando, siendo lo mejor los remates de pecho muy marcados al hombro contrario.
Pero faltó un punto de ajuste y otro de calibre artístico, ms podía haber sido de oreja auténtica y de peso, pero el toledano marró a espadas. De similar catadura codiciosa era su segundo aunque en menor gradación, pero Rufo no encontró el milagro de las quererencias y las distancias y cuando el bicho se fue parando, el coletudo tiró del encimismo y del bajonazo.
Claro que para bajonazo de libro, el peor de la feria hasta ahora, el que le endilgó De Justo al tercero, engorrinando así la mejor faena del abono, que llegó tras unas bellas verónicas de recibo y un majestuoso quite por chicuelinas. El extremeño fue ahormando la embestida del animal con bellos doblones por bajo con tandas por ambos pitones taraceadas de sentimiento antes de volver a doblarse al final y de estropearlo todo con ese sartenazo infame. Ya no repitió con el quinto, que tenía el pequeño, y superable, defecto de un ligero cabeceo y con el que al extremeño se le vio incómodo.
FICHA
Toros de VICTORIANO DEL RÍO, bien presentados en general, aunque 2º y 4º más terciados; cumplidores en el primer tercio y nobles, con 3º, 4º y 6º encastados. SEBASTIAN CASTELLA: palmas tras aviso; oreja. EMILIO DE JUSTO: oreja; ovación. TOMÁS RUFO: ovación en ambos. Plaza de Albacete, 14 de septiembre, 7ª de Feria. Dos tercios de entrada.
Si (
No(
