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13 de noviembre: Día de las librerías

martes 10 de noviembre de 2020, 09:36h

Se imagina un mundo sin librerías? ¿Países sin librerías? ¿Ciudades sin librerías? Yo sí, pero no quiero. Se me figuran espacios yermos de inquietudes, de ilusiones, de ideas y de diálogo. Los libros son bastante más que un medio para distraernos del aburrimiento, son también una herramienta para comprender el mundo, perder el temor en lo personal y en lo social a los legistrones y a los cíclopes (palabras de Kavafis). Los libros nos ayudan a convertirnos en personas y ciudadanos libres. No niego que a título individual se pueda ser feliz y libre sin libros, pero sí dudo que puedan ser felices y libres los pueblos, las comunidades, las ciudades, el mundo… ¿no le parece fascinador el oportuno parecido fónico que en un idioma como el nuestro, hablado por más de seiscientos millones de personas, presentan los vocablos libro y libre?

El escritor Ray Bradbury -una suerte de Quijote contemporáneo en su defensa de los libros- nos proyectó en Farenheit 451 una sociedad distópica donde la cultura había sido sustituida por el entretenimiento. Como los libros despertaban preocupaciones inútiles, habían sido exterminados en aras de una sociedad sumisa, integrada por personas incomunicadas entre sí y que vegetaban acríticamente, narcotizadas mediante píldoras sedativas y una programación televisiva alienante.

Que las librerías conectan autores con lectores puede parecer una aseveración perogrullesca, pero no lo es. Tenga en cuenta que la venta de libros contribuye a la supervivencia del oficio de escribir, que consiste, por definición, en poner sobre papel el modo en que alguien -mediante ficción, ensayo, drama o poesía- (se) explica el mundo. El lector penetra en esa explicación y con las palabras del autor y reflexiones propias, escribe dentro de sí -mentalmente- un nuevo texto. La lectura reflexiva transforma a los lectores en autores de libros no escritos; autores más altos y más libres cuanto más leen. Más altos porque la lectura es acumulativa y -como advierte Alberto Manguel- procede por progresión geométrica: cada nueva lectura edifica sobre lecturas previas. Y más libres porque en esa escritura interior el lector no tiene quien lo vigile… De ahí que los regímenes dictatoriales prohíban o restrinjan el acceso a muchas obras (o a la lectura en general). Persiguen que usted no crezca ni dialogue con el libro, ni tampoco escriba mental e interiormente su obra. Por eso es necesario que existan escritores. Mientras haya personas libres que dialogan con los libros, estos existirán. En ese punto las librerías se convierten en imprescindibles establecimientos puente.

Objetará que esa pasarela entre autores y lectores ya la sostienen las bibliotecas públicas, y yo que estas son indiscutiblemente importantes, pero también que ofrecen un universo de autores y obras previamente seleccionado por alguien que no es usted mismo; que los escritores deben poder ser autores libremente elegibles, y que si no deseamos delegar nuestro criterio exclusivamente en las instituciones culturales es fundamental brindar apoyo a los autores para que sigan escribiendo. Y eso se consigue, entre otros medios, con nuestra compra en librerías. Bibliotecas y librerías son, pues, dos mitades interdependientes, dos caras del binomio lectura y libertad, de libro y libre…de libre pensamiento, en definitiva.

Las librerías, además de favorecer la elección libre, personal y genuina, también propician el diálogo interpersonal. En una biblioteca usted debe mantenerse en silencio, pero en las librerías al no ser lugares de estudio, sino comercios, nos está permitido charlotear. Lo hacemos, generalmente bajito y respetuosamente: hablamos con el librero o la librera, pedimos opinión y si usted es alguien expansivo, puede que termine por interactuar con otros clientes o que otros clientes lo hagan con usted. A menudo es la manera en la que muchos hemos tropezado con esos libros especiales que terminaron convirtiéndose en parte de nuestra vida, que han marcado nuestro corazón, que lo han “letraherido”. Recuerde que el inmortal Cervantes “encontró” en un mercado de Toledo la Historia de D. Quijote de la Mancha escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Relea en capítulo IX y me dará la razón sobre este particular: Estando un día yo en el Alcaná de Toledo, llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado desta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía, y vile con caracteres que conocí ser arábigos. Y puesto que aunque los conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante.

Desde el año 2011, la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) viene celebrando el día de las librerías que este año tendrá lugar el 13 de noviembre (en ediciones anteriores recayó en fechas novembrinas distintas) Se trata de una jornada festiva y de puertas abiertas que permite visibilizar a las librerías como espacios cercanos a todas las sensibilidades: ágoras modernas a las que los lectores acceden en busca de hermosas mercancías (otra vez Kavafis).

Sucede que la Covid-19 está siendo una amenaza a esa koinoia de lectores y libreros, y bastantes de aquellos, por razonable temor al virus, deciden no desplazarse a las librerías y recurren a la compra a través de internet. Amazon, el gigante de la red, amenaza con despachurrar a nuestras librerías de toda la vida. ¿Se imagina su ciudad sin librerías? sí, pero no quiere, ¿verdad? Sería un desaguisado y una pena innecesarios que los amantes de los libros debemos a toda costa impedir. Permítame contarle que frente a ese hipertrofiado Goliat que hoy es Amazon, lectores y libreros disponemos por fin de un arma: todostuslibros.com (TTL), la plataforma de la pequeña y mediana librería que acaba de incorporar el comercio online a sus prestaciones de consulta bibliográfica, difusión cultural e interacción con el usuario. Imite a Cervantes y compre en librerías de siempre. Hagamos del gigante un molino más y llenemos nuestras ciudades de librerías, o sea, de molinos que mueven palabras.

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