Más políticas públicas para promover la dieta mediterránea, la más saludable y sostenible

Reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, la dieta mediterránea representa mucho más que un patrón alimentario. Esta herencia que ha marcado la identidad de las comunidades de la cuenca del Mediterráneo ha dado lugar a un estilo de vida equilibrado que recoge conocimientos, tradiciones y símbolos relacionados con la forma de conservar, cocinar y consumir los alimentos. Sus numerosos beneficios sobre la salud, la posicionan como una de las dietas más saludables a seguir y así lo afirma el estudio Cordioprev, publicado recientemente en la revista ‘Lancet’, que demuestra que la dieta mediterránea es más eficiente en la prevención de la recurrencia de enfermedades cardiovasculares que otras dietas bajas en grasas.

Su impacto positivo sobre la salud no es lo único que hace que esta dieta se destaque. Además de haber sido nombrada como “la dieta más saludable” por parte de la Organización Mundial de la Salud, también ha sido destacada por la FAO como “la dieta más sostenible”. Esto debido a que este patrón se basa en el consumo de alimentos frescos, locales y de temporada, con baja demanda de recursos y por ende, una menor huella ecológica. Por ende, no quedan dudas de que debemos preservar y promocionar la dieta mediterránea tradicional, uno de los estilos de vida más saludables y sostenibles tanto para los consumidores, como para el planeta.

Es por ello que, fomentar los valores de la dieta mediterránea se ha convertido en una prioridad absoluta. Sobre todo, porque a pesar de sus múltiples beneficios, la dieta mediterránea se está perdiendo. Así lo ha afirmado el ministro de Consumo, Alberto Garzón durante su reciente comparecencia en la Comisión de Sanidad y Consumo del Congreso. También lo ha advertido el experto en nutrición y director científico del Instituto de Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (Imibic), Pablo Pérez Martínez, quien en una entrevista reciente ha anunciado que “desafortunadamente ​​ni un 25% de los niños sigue actualmente la dieta mediterránea”.

“Es cierto que lo estamos perdiendo”, ha afirmado Pérez Martínez y ha insistido en que “el problema radica en la educación”. Según sus dichos, la dieta mediterránea no es más cara que otros modelos, sino que los consumidores deben realizar una “elección inteligente de los alimentos y consumir por ejemplo, los de temporada”.

Ante el alejamiento de las tradiciones mediterráneas, expertos coinciden en que el foco debe estar puesto en educar al consumidor para que éste pueda tomar decisiones más saludables y, a partir del conocimiento, seguir una dieta equilibrada. De hecho, esta ha sido una de las conclusiones del Congreso Internacional Dieta Mediterránea celebrado el mes pasado.

Durante dicho evento, expertos han acordado que los alimentos protagonistas de la dieta mediterránea son saludables, pero que deben ser consumidos en raciones y frecuencias adecuadas. Para fomentar el consumo de estos alimentos en su justa medida, han coincidido en que se debe promocionar un etiquetado frontal de los alimentos que ayude al consumidor en la elección de productos y los acerque a un patrón saludable como lo es la dieta mediterránea. A esto mismo ha apuntado el ministro de ministro Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, durante su reciente visita al Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba.

Junto a Jesús Aguirre, Consejero de Salud de Andalucía, Planas recordó la importancia de priorizar el conocimiento científico “de cara a la discusión europea sobre el etiquetado de productos alimenticios y la identificación de propiedades saludables, en la que España defenderá la dieta mediterránea”. Esta declaración llega tras meses de debate entre el responsable de Consumo quien apoya la adopción del etiquetado nutricional frontal francés, conocido como NutriScore, y Planas, quien se opone a dicho etiquetado. La principal causa de dicha disputa es la negativa clasificación que le otorga NutriScore a ciertos productos tradicionales españoles como el jamón ibérico el queso manchego y el que más preocupa, el aceite de oliva.

En este sentido, Alberto Garzón ha recordado que pidió la reevaluación de categoría del aceite de oliva para que “a partir de la evidencia científica se valore con mayor justicia”. Sin embargo, a pesar de la mejora en la clasificación, el sector sigue descontento y exige que se defienda al aceite de oliva teniendo en cuenta la evidencia científica que avala sus beneficios. De ahí las declaraciones recientes de Planas quien admite que “el conocimiento científico es el mejor instrumento que tenemos para sacar conclusiones y marcar pautas”.

Esto en vista de la decisión que se espera tome la Comisión Europea con respecto al etiquetado frontal armonizado que se adoptará en la UE. NutriScore es una de las propuestas, pero la Comisión aún no ha dado indicios de cuál será el modelo elegido, entre los cuales se destacan también otras opciones como el etiquetado italiano Nutrinform Battery o el Keyhole de los países nórdicos. Entretanto y a la espera de la decisión, los sectores afectados por el NutriScore, como el del aceite de oliva español, se movilizan para recordar a los consumidores, los beneficios de los productos tradicionales y locales. Porque si bien las políticas públicas que promuevan el estilo de vida mediterráneo son fundamentales, también es necesario que los consumidores asuman el impacto que tienen sus decisiones y elecciones de compra.

De aquí la importancia de reeducar al consumidor para que este adopte hábitos alimentarios saludables y sostenibles. Será precisamente el rol de las políticas públicas, guiar al consumidor hacía la dieta mediterránea, sus tradiciones y sus productos, cuyo consumo equilibrado tendrá un impacto positivo en su salud y en el medio ambiente. Esto, con el fin de evitar que la dieta mediterránea se siga perdiendo.