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¿Son así todos los jóvenes?

lunes 07 de septiembre de 2009, 10:52h
Cosas de la edad tardía: no entendemos a los jóvenes, nos dicen. Puede que sea verdad; puede que no haya quien comprenda algunas cosas. Estuve en Pozuelo de Alarcón, una de las zonas más ricas de España, pisando cascotes de botellón tras una noche de enfrentamientos, con heridos, entre la policía y centenares de jóvenes completamente borrachos, y saqué la impresión de que los propios jóvenes, los que estudian, trabajan y procuran divertirse, tampoco entienden a esos que se llaman jóvenes a sí mismos, pero que practican la vieja guerrilla antisistema de la cerrazón mental, el embrutecimiento por el alcohol y la violencia extrema.

Coincidía esta ‘kale borroka’ madrileña con otra, en Lekeitio, donde los adolescentes que se creen gudaris insultaron a los ertzainas al calor de las fiestas del pueblo. Como en Pozuelo. Recordé las entrevistas televisivas a mozalbetes beodos, con no más de trescientas palabras por todo léxico, empeñados en correr los encierros de San Sebastián de los Reyes. Y no se me quitaban de la cabeza otras entrevistas a pletóricos muchachotes enardecidos tras tirarse a la cabeza toneladas de tomates en Buñol.

Ya sé que así no son todos, ni la mayoría. Pero no deja de preocuparme que en las comunidades más ricas de España (Euskadi, la Cataluña de las peores juventudes que dicen ser afectas a Esquerra, Madrid, Valencia) se evidencie una degradación como la que padecieron hace dos madrugadas en Pozuelo o en Lekeitio. No hablo de política (demasiado fácil culpar a tal o cual partido; no sería justo), y ellos tampoco, porque la política no les interesa. Ni siquiera hablo de sociología, que es asignatura que ellos ni entienden ni les preocupa entenderla. Hablo de la tristeza que sin duda siente una generación, la mía, tras haber luchado muchos años por conseguir que nuestros hijos pudiesen tener mejor educación, más libertades, más ocio, más dinero y más futuro. Y me niego a culpar a esa generación veterana, la mía, aunque hayamos fabricado algunos programas de televisión, aunque hayamos cedido excesivamente, aunque nos hayamos dado a consumir antes que a cultivarlos a ellos.

Menos mal, repito, que sé que son los menos. Pero son, están, y en todo caso son demasiados. Una pena.
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