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Pobrecitos

Pobrecitos

lunes 21 de septiembre de 2009, 19:05h

Este parece ser uno de los periodos más inmorales de nuestra historia. Pero  los escándalos desaparecen en base a una estrategia simple: el  de la semana reemplaza al anterior y así este se diluye.

Olvidamos ya los pativideos, al come cheques, al “dueño del circo” o la injustificada persecución del Gobierno al mayor Silva, héroe anónimo  del combate al narcotráfico. Han sido reemplazados por la supuesta “persecución rosada” a Fabricio Correa, el patético caso de corrupción de la Chevron, o el atraco a  los agricultores en un crédito de la CFN. 

La habilidad del Gobierno para manejar estos sórdidos asuntos tiene un patrón común: primero se desvía la atención del hecho convirtiendo en delincuente al denunciante. Luego se victimiza al protagonista. Posteriormente,  se hace una manifestación de apoyo, en la que el “pobre funcionario”  explica la persecución de un enemigo imaginario.
 
Así se espera al nuevo escándalo que lo reemplace en la frágil memoria social. Y si hay chance, se le pide disculpas como a Chauvín.  

En Ecuador no es malo que el Presidente de la República  conociera las alteraciones del texto constitucional sin  hacer nada. Lo malo es que Balda haya expuesto ante el público la verdad. Y claro, que Teleamazonas la haya informado.

Tampoco es malo que el Ministro de Seguridad se reuniera con miembros de las FARC. Lo perverso es la imaginaria persecución a este pobre ciudadano, que acaba de recibir una pública manifestación de apoyo organizada por el “buró” de PAIS, el cual parece olvidar el hecho de que haberse reunido –en el territorio que sea–  con miembros de las FARC, configura la expresa violación de convenios internacionales contra el terrorismo y la toma de rehenes suscritos por Ecuador. 

Esto es causal de destitución del Presidente, último responsable de la seguridad interna y externa.  Peor si las supuestas  “razones humanitarias” argüidas por Larrea en realidad guardaban directa relación  con la salud prostática de Raúl Reyes y no con las inhumanas condiciones de sus rehenes, según explica Arturo Torres en su libro.

joseroberto1952@hotmail.com

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