La fecha que marca el último periodo de las tortuosas relaciones que España ha tenido casi siempre con Marruecos-el vecino del Sur–,pueden situarse en mayo de 2021, fecha en la que el país norteafricano, en respuesta a la llegada a España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para ser tratado de covid, propició la entrada ilegal en España de unas 5.000 personas en un solo día, provocando una crisis migratoria y diplomática sin precedentes al menos desde 1976, fecha de la Marcha Verde encabezada por Hassan II que terminó con la ocupación del antiguo Sahara español con Franco a las puertas de la muerte.
Era sólo el primer episodio de una secuencia sucesiva en las relaciones de los dos países vecinos que continuaría un año después (abril de 2022), con la intervención a través del software israelí Pegasus de los teléfonos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de varios de sus ministros (Margarita Robles, ministra de Defensa; Fernando Grande-Marlaska, de Interior, y Luis Planas, de Agricultura, Pesca y Alimentación), que habían sido espiados por algún servicio de inteligencia extranjero. Como en política las casualidades no existen sino que, más bien, se transforman en causalidades, resulta que todas las áreas ministeriales afectadas son clave para la economía del Reino alauí.
Todas las miradas de diplomáticos, CNI y medios de comunicación españoles independientes se posaron en Marruecos como posible responsable del ciberespionaje. A esa conclusión se llegaba (blanco y en botella….), al analizar el contexto político en el que se produjeron los ataques y los objetivos elegidos.
Acto seguido vendría ese volantazo en la postura española con el Sáhara –aún inexplicado razonablemente por el gobierno Sánchez–, sin consulta previa ni al Congreso de los Diputados ni con respaldo previo alguno del jefe del Estado español, Felipe VI.
Las teóricas contrapartidas de Marruecos hacia España están aún por ver porque, ni el control del flujo migratorio se ha producido(todo lo contrario), ni se ha normalizado el tráfico de mercancías entre Ceuta y Melilla con el vecino Marruecos, que siguen siendo limitadas y asimétricas por el veto marroquí. Incluso, en el colmo de los colmos, este país tampoco oculta su ambición por extender su influencia hasta las mismas Islas Canarias y desconocemos protesta seria alguna por parte del gobierno español a esas pretensiones expansionistas del vecino del Sur.
Poco puede esperarse de un presidente, Pedro Sánchez, que ha modificado unilateralmente la postura tradicional de todos los gobiernos democráticos españoles anteriores (de Adolfo Suárez a Felipe González y así hasta el de Mariano Rajoy), y ha contravenido también la postura de la Unión Europea frente al problema del Sahara, y que ha pasado, dentro de su propio partido, a cambiar radicalmente de postura de la noche a la mañana: de incluir el “derecho de autodeterminación del Sáhara” a tratar de influir en foros internacionales , a través de José Luis Rodríguez Zapatero, en que la soberanía del antiguo protectorado español pase directamente a Marruecos. De aquel apoyado referéndum de autodeterminación para el Sahara Occidental nunca más se supo.
La maniobra de
Pedro Sánchez fue directa y silenciosamente secundada por su sinuoso ministro de Asuntos Exteriores,
José Manuel Albares, cuya única labor con Marruecos sigue siendo, 3 años después, la de colmar de agasajos y parabienes cualquier reacción del gobierno marroquí. Fíjense, si no, en la reciente visita a Madrid del pasado Jueves Santo (casi con nocturnidad, alevosía y sumisión ), del ministro de exteriores marroquí,
Nasser Bourita, para «celebrar el excelente estado» de las relaciones bilaterales entre los dos países. Y así seguirán siendo mientras
Albares hinque siempre su rodilla ante las pretensiones de
Bourita, y
Sánchez ante el último capricho de
Mohammed VI. Con incoherencias tan palmarias como esta, no sé cómo Sánchez sigue pretendiendo ser respetado en el concierto geopolítico internacional. ¿No hay ningún asesor entre los cientos y cientos que ha ido contratando en Moncloa que sea capaz de hacerle ver una cosa tan evidente al presidente?