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Incertidumbre y cambio

Incertidumbre y cambio

jueves 15 de febrero de 2007, 02:04h

Con los resultados de las elecciones 2002, Don Jorge Lazarte, entonces vocal de la Corte Nacional Electoral - actual constituyente por Unidad Nacional-, había mencionado dos premisas: La primera afirmaba que el MAS era un “protopartido”, pues no se había constituido como tal hasta ese momento y la segunda que establecía que la población boliviana apostaba por el cambio, pero con cautela y sin pensar en el “cambio a ciegas”. Nadie pensaba que dos años después los resultados electorales fueran a consagrar el cambio, así sea “a ciegas”. El cambio fue la motivación principal del voto ciudadano frente a un sistema partidario que se había “farreado” las formas y los fondos democráticos en detrimento de las urgencias primarias de la población.  La textura del voto del MAS el 2005 es difícil de ser explicada. Las voluntades de cambio se estima fueron diversas: desde las urgencias ancestrales de romper las barreras impuestas de la exclusión, pasando por las injustas reglas de las dinámicas económicas y hasta el estado de ánimo de las clases medias que se habían empalagado de las formas frívolas de pactar la democracia. La decisión de cambio fue en muchos casos “a ciegas”, pues la opción política no había acumulado la suficiente sustancia como para ofrecer la ruta del cómo, cuándo y por dónde se iba a plantear dicho cambio.

Ha pasado un año desde la decisión electoral y el nuevo gobierno viene llevando adelante el proceso del “cambio prometido”. Quedan las interrogantes del rumbo de dicho cambio. En Bolivia ha cambiado todo y a la vez no ha cambiado nada. En el terreno de los simbólico, Evo Morales ha sabido manejar muy bien su opción discursiva, proponiendo un quiebre histórico entre un “antes” y un “después” de su irrupción al gobierno. Según su propuesta, él encarna lo nuevo, lo verdadero, lo sano y lo bueno. Todo lo anterior ha sido malo, a saber: 515 años de sometimiento, 182 años de exclusión, 55 años de postergación y 25 años de engaño.  No obstante, el discurso puede llegar a acabarse y se puede llegar a exigir resultados: el cambio supone reglas económicas (el modelo hasta el momento no se ha tocado), supone resultados tangibles como empleo y opciones reales de reactivación económica. Hasta el momento, el respaldo electoral poblacional se ha alimentado de discurso, de simbología y del carisma del líder. Pero, si el cambio no se traduce en señales que se muestren en el bolsillo y en la acción cotidiana, el discurso y el simbolismo no serán suficientes. 
    
Las clases medias muestran señales de descontento, las regiones se encuentran polarizadas por las consignas, las formas del cambio son más discurso que sustancia. Evo Morales ha comenzado a divorciarse de los “movimientos sociales” que los encumbraron en la cima del poder. El nuevo gabinete, a diferencia del primero no es representativo de las fuerzas sociales que constituyeron el MAS de la victoria electoral. El partido (aquel otrora “protopartido”) no ha logrado estructurarse como para constituirse en el alimento político del gobierno. Evo y su entorno toman las decisiones y aquel que diga que no…… es alejado del partido y de las dinámicas centrales del gobierno. Ministros, parlamentarios, dirigentes o factores de presión al interior de la estructura política, deben someterse disciplinadamente a las decisiones de la cúpula, sin posibilidad de retruque. La incertidumbre sigue angustiando a los factores económicos, la especulación sobre el cambio se mueve en las oscuras formas del rumor y el trascendido. El cambio no se siente en políticas y planes, tampoco en reformas y/op mejoras de las formas burocráticas, no hay señales claras de reactivación, el discurso oficial es envolvente y coercitivo, la propia expresión pública comienza a manejarse en los límites del miedo. La centralidad de la decisión se asemeja a un “Politburo” y la democracia parece erosionarse en sus valores más tradicionales. El “cambio a ciegas” nos mantiene precisamente en ese estado de ceguera y hasta el MAS sufre el alejamiento de su dirección para mantenerlo en su calidad de “protopartido”. Sólo nos queda el sinsabor de la incertidumbre frente al cambio prometido.     

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