Solemnizar lo obvio

Puede que algunos esperaran de la Cumbre de este fin de semana algo distinto a lo que realmente ocurrió. Es verdad que parecía que allí se iban a contraponer dos formas antagónicas de afrontar la crisis financiera mundial que se desató en agosto de 2007, pero que venía cuajándose desde hace muchos años. Al final ha habido un poco de todo, pero con una clarísima apuesta por la economía de mercado, más mercado, como por otra parte no podía ser de otra manera si se pretendía tranquilizar y dar confianza. De hecho, Zapatero se tragó los papeles que le habían preparado desde el partido y que denostaban y echaban la culpa de todo a Bush, incluso a Reagan a Aznar y a los neocon.

   Las principales propuestas, de ahí lo obvio, pasan por mayores controles y transparencia. Y también por aumentos temporales del gasto público y bajadas de impuestos que deberán concretar los países con total independencia. Sólo cabe esperar que en España ese aumento del gasto público sea para algo productivo y que al tiempo se rebaje el gasto innecesario. Lo de bajar los impuestos nos vendría de maravilla, pero esto habrá que verlo después de los gastos millonarios que se han realizado ya y que han comprometido el superávit de este año y las cuentas de los que vienen.

   Los mercados no han reaccionado. Están todavía digiriendo los malos datos económicos y empresariales. Ya valorarán si a lugar los futuros planes de salvamento de la economía real de los países europeos y de Estados Unidos bien entrado el año que viene. Sería vital que Zapatero abandonara ya ese discurso mentiroso que pasa porque la crisis de caballo que padecemos los españoles tiene su único origen en la crisis financiera y el de que todos estamos mal para adoptar ya de una vez por todas medidas de calado, estructurales que dirijan la economía española hacia la competitividad, la investigación, la menor dependencia energética y las actividades con mayor valor añadido.