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A Zapatero le gritan casi de todo, menos "bonito"

domingo 04 de marzo de 2007, 08:27h
No está en sus mejores momentos de imagen José Luis Rodríguez Zapatero, ciertamente. Aunque él confía, me dicen, en que las cosas puedan cambiar. Es posible que así sea. "La opinión pública es una veleta", me dijo, en cierta ocasión, Adolfo Suárez. Hacía meses que había finalizado para él una etapa de pesadilla como presidente del Gobierno, atacado por la prensa y por los suyos, y había iniciado una dura travesía del desierto a bordo del partido que había creado, el Centro Democrático y Social. Para entonces, había comenzado ya a convertirse en un héroe, y quienes le habían atacado con ferocidad en los medios pasaron, sin transición, a elogiarlo sin mesura.
 
A José María Aznar iba a pasarle algo no muy diferente, tal y como le había sucedido antes a Felipe González. Lo que ayer era nefasto, hoy se analiza como benéfico, y viceversa. Cuando le pregunté a Aznar cómo se atrevía a proseguir con su apoyo a la guerra de Irak, cuando el 83 por ciento de los españoles se manifestaba en contra, me respondió una desmesura que conservo entre comillas: "propio es del estadista saber desafiar a la opinión pública cuando conviene". El la desafió, y cayó; quizá aún no se haya levantado del todo.
 
Las encuestas publicadas en los periódicos este domingo, y lo que sabemos de otras que manejan en Moncloa, demuestran que, con el paso dado para mejorar el trato penitenciario a De Juana, Zapatero se ha atrevido a desafiar a la opinión pública. Es un incomprendido en estos momentos. No tanto como Aznar con Irak, ciertamente, pero la verdad es que cuarenta años de pesadilla de ETA han dejado en las conciencias de los españoles un poso de rencor y sensibilidad que admite pocas bromas. Y no, no se trata solamente, contra lo que dicen los dirigentes socialistas más combativos, de las gentes del PP: los sondeos demuestran que una buena porción de votantes socialistas se posiciona contra el traslado del etarra asesino y no arrepentido.
 
Y, en todo caso, tienen perfecto derecho Rajoy, Acebes y los demás dirigentes del PP a organizar su labor de oposición en torno a cuestión tan sensible para los españoles; no cabe acusarles de deslealtad, de atentar contra la unidad de los españoles y qué sé yo cuántas cosas más, como hacían en las últimas horas algunos responsables del PSOE y el propio Zapatero.
 
A Zapatero le llamaban ayer "traidor" en Lorca y en San Pedro del Pinatar. Eran apenas unos centenares de personas, pero fueron millares los que gritaron algo semejante hace tres días en los ayuntamientos de toda España. En Cádiz, los trabajadores de Delphi y sus familias vociferaban "Cádiz, Zapatero, protege al obrero". Y hasta los contrarios a la muerte de los toros en las corridas gritaban cosas tremendas al presidente del buen talante.
 
En resumen: que, como le ocurrió a Suárez en 1981, a González en 1995 y a Aznar en esos días terribles de marzo de 2004 (y en los meses siguientes), Zapatero vive momentos de descenso de su imagen política. No digo yo que las cosas no cambien en el futuro. Hay que preguntarse, por ejemplo, qué hubiera ocurrido si se hubieran mantenido las condiciones penitenciarias de De Juana y, como consecuencia de su huelga de hambre, hubiese muerto. Suponiendo que ETA hubiese encontrado un pretexto en esta muerte para llevar a cabo alguna de sus acciones asesinas a gran escala, ¿qué se hubiera dicho entonces del Gobierno? ¿Que su falta de flexibilidad había provocado el atentado etarra? Quién sabe: eso es algo que, como el pasado no puede recuperarse ni rectificarse, jamás sabremos. Pero la veleta gira.
 
Ahora, a Zapatero le aguardan pruebas en el Parlamento, ante los medios --algunos han desplegado un grado de hostilidad que yo no recordaba precisamente desde aquellas etapas finales de Suárez y Felipe González-- y cada vez que se atreva a asomarse a la calle sin estar rodeado de los suyos. Tal vez por ello, cunde la preocupación ante cómo pueda discurrir la manifestación convocada por los socialistas para el próximo día 17. La temperatura es, en efecto, muy elevada. Y la veleta, ya digo, gira, pero acaso no tan velozmente como para haber dado una vuelta completa de aquí a dentro de un año, cuando se celebren las elecciones generales. Quién sabe.
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