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El pasajero de Truman

El pasajero de Truman

jueves 22 de enero de 2009, 19:04h

La vuelta al gomecismo a la que temía Escalante, es desde hace 10 años una trágica realidad

La enfermedad mental que padeció el candidato de consenso a la Presidencia de la República Diógenes Escalante en 1945, y las consecuencias que ese hecho tuvo en el desarrollo de los acontecimientos políticos en aquella Venezuela de mediados del siglo XX, son los ingredientes de base con los que el escritor venezolano Francisco Suniaga cocinó la notable novela que es El Pasajero de Truman, de muy buena sazón, y de plena vigencia, que el lector consume con voraz apetito.

El narrador construye su relato a partir de ocho encuentros imaginarios entre dos testigos estelares, conversaciones que ocurren más de 60 años después del derrocamiento del presidente Isaías Medina Angarita, consecuencia inmediata del enajenamiento de Escalante.

Esas conversaciones tuvieron lugar por la insistencia de uno de esos testigos, urgido por lo avanzado de sus edades y por la necesidad que tenía de que se conociese lo que sólo su contertulio sabía sobre aquel tramo de una historia que él mismo ha contado muchas veces. Para escribir su novela, Suniaga se entrevistó con Ramón J. Velásquez y con Hugo Orozco, en la obra Román Velandia y Humberto Ordóñez.

"Yo digo que el doctor Escalante dice que no puede ir porque le robaron sus camisas", fue la diestra respuesta que el periodista Román Velandia dio a la inquisitiva llamada telefónica del presidente Medina, que atendió por esas cosas del azar. Hasta allí llegó una Presidencia que nunca fue. La descripción del entorno de esas conversaciones, y la solemnidad que destila el perfil de ambos personajes, son logros excepcionales de la fina factura de esta novela, la segunda en tres años de Francisco Suniaga. Esta ambientación nos recordó a la que hace el excepcional escritor húngaro Sándor Márai en El último encuentro.

Una de las razones que en la novela se dice tuvo Diógenes Escalante para aceptar la candidatura a la presidencia de la República en 1945, fue la de evitar que el general en jefe Eleazar López Contreras volviera a Miraflores, porque, según Escalante, tal cosa significaría el regreso del gomecismo, y con ello, al militarismo. Para Escalante era indispensable que Venezuela se enrumbara hacia la civilidad.

De haber sido cierto ese temor, aunque lo haya tenido una persona que terminó mentalmente desquiciada, no era para nada descarriado. Tanto es así, que 53 años después, en 1998, millones de venezolanos, escogieron como Presidente de la República a un Teniente Coronel, quien, ¡además!, había comandado dos golpes militares contra un gobierno constitucional. La vuelta al gomecismo a la que temía Escalante, es desde hace 10 años una trágica realidad.

Francisco Suniaga escribe con altura. Nos ofrece un preciso flujo narrativo, que, al lado de la fascinante historia que cuenta, logra lo que para trascender toda novela debe producir en el lector: sentir que él mismo ha vivido lo que encierran sus páginas.

abenavideslagrecca@gmail.com

 

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