Toxo y Méndez secuestran a Zapatero

No es que los sindicalistas Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CCOO) se hayan vuelto locos y hayan secuestrado al inquilino de la Moncloa, si no que el líder de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida les acusa metafóricamente del delito de retener a José Luís Rodríguez Zapatero. Todo porque el PSOE se echó atrás en su compromiso, con el grupo catalán, para abrir el debate de una reforma laboral, tras la queja de los sindicalistas.

Los sindicatos tienen, hasta ahora, el compromiso de Zapatero de que no se tocará el mercado laboral sin consenso social. El líder socialista ha aprendido de las lecciones de las huelgas generales a Felipe González y José María Aznar. No quiere tener enfrente a los sindicatos.

Pero Toxo y Méndez están con la mosca detrás de la oreja. A la propuesta del PSOE en el Congreso, se suma la llegada del liberal José Manuel Campa a la secretaría de Estado de Economía. Éste apoya una reforma con un contrato único.

Pero, ¿una reforma para qué? “En España, a lo largo de los últimos 20 o 25 años se ha hecho uso y abuso de las reformas laborales”, asegura Méndez. Y lleva razón: la modernización del mercado sólo ha conseguido precarización y no ha detenido, en ningún caso, la rápida destrucción de empleo cuando la economía afloja.

Tal vez Zapatero debería salir del síndrome de Estocolmo y explicarles a sus secuestradores que una reforma laboral no tiene porqué ser mala para los trabajadores. De momento, los sindicatos sólo reconocen que es necesaria una modernización de la negociación colectiva.

La contratación tiene que ser más ágil, los servicios públicos de empleo deben modernizarse, Internet debe llegar al Inem, la protección social a los desempleados debe de ser mayor a cambio de una indemnización de despido que no asuste la contratación, y la formación para el empleo debe de ser, por fin, verdaderamente potente. Es decir, mirar a los modelos nórdicos de flexiseguridad para los trabajadores.

Aunque no es de extrañar el mosqueo de los sindicalistas. La economía sumergida de este país y la facilidad para despedir no garantizan que las recetas tradicionales vayan a salvar a los que siempre pagan todas las crisis.

De momento, los sindicatos proponen impuestos más altos para los más ricos, acabar con la deducción de los 400 euros en la renta, más gasto público, y reformas estructurales en la economía. ¿Estructurales sin tocar las laborales? Imposible.