Pretender abonar el terreno esquilmado por la crisis con una combinación de pellizcos fiscales no solo es inútil sino contraproducente. Los brotes verdes que imaginaba la ministra
Salgado perderán su incipiente verdura con los polvos de pica-pica de los impuestos indirectos y, como es sabido, donde no hay mata no hay patata.
Todo parte de una evidencia que, al parecer, no lo es para el gobierno de
Zapatero: que los recursos son limitados y que cambiarlos de un sitio a otro no los hace crecer. La presión recaudatoria no supone incremento de la producción sino, previsiblemente lo contrario. El comportamiento de los impuestos sobre economías florecientes puede favorecer un propósito redistribuidor. Pero la presión fiscal sobre una economía debilitada solo provoca la disminución de la actividad productiva y del consumo.
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Es irreal creerse que una subida de impuestos garantice una mayor recaudación. Los cálculos que se hace el gobierno para tapar agujeros pueden resultar fallidos porque el impuesto sobre el ahorro hará que se ahorre menos; si se trata del impuesto sobre las empresas provocará que haya menos negocios en activo y con menores beneficios y lo peor, si se trata de gravar el consumo, que haya menos demanda interna. Con menos puestos de trabajo, menos comercio y menos empresas no se recaudará a costa de los ricos, como promete Zapatero, sino a costa de lo sencillamente supervivientes del disparate a que nos ha conducido la improvisación en el tratamiento de la crisis. Improvisación que ha conseguido transformar un problema financiero internacional en una catástrofe interior.
En el debate de los Presupuestos oiremos argumentar con la justificación del gasto social. Pero el gasto social es solo una parte de la aplicación de los hipotéticos ingresos recaudatorios. El mayor incremento del gasto se va a producir por transferencias a las comunidades autónomas y conseguir unos votos parlamentarios para aprobar dicho presupuesto y seguir aumentando el número de personas subsidiadas, es decir, parados, que tomen como favor del gobierno su precario subsidio y no la pérdida de su trabajo. Nos espera otro año sin mata ni patata. Un año más sin otra siembra que demagogia sobre la tierra de España. Un año desolador y un gobierno resignado a soportarlo con tal de sobrevivir como aparato político.